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Fallece el creador del Commodore 64

  • Jack Tramiel fundó la compañía Commodore Internacional
  • Ha fallecido a los 83 años
  • Su empresa ayudó a popularizar los ordenadores

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Jack Tramiel, el fundador de la compañía creadora del ordenador Commodore 64 y el Commodore Amiga -que popularizaron los ordenadores- falleció este domingo a la edad de 83 años.

Tramiel nació en Polonia en una familia de inmigrantes judíos, quienes sobrevivieron al campo de concentración nazi de Auschwitz. Emigró a los Estados Unidos a finales de 1940 y comenzó su carrera en el mantenimiento de máquinas de escribir para el ejército de EE.UU.

Comenzó su carrera arreglando máquinas de escribir

Más tarde fundó su propia empresa de fabricación de máquinas de escribir, Commodore International,  antes de trasladarse a Silicon Valley. En esta compañía, Tramiel creó el ordenador que durante la década de los 80 se convirtió en el más popular en cuanto a juegos se refiere, el Commodore 64 (C64).

Tramiel fue destituido después de varios desencuentros con los accionistas. Se trasladó a Atari donde continuó con el dominio del mercado de los juegos que estableció por primera vez con el C64, demostrando ser un rival de espíritu a su antigua empresa.

El Commodore 64

El que fuera uno de los primeros ordenadores denominados familiares  con microprocesador de 8 bits se puso a la venta hace la friolera de  casi 30 años, en el verano de 1982. Fue el sucesor de otros equipos  Commodore como el también popular VIC-20, el primer ordenador de muchos  hogares.

En el C64 se podía jugar pero también se podían hacer  algunas cosas serias, como escribir textos o componer música; además de  todo eso su mejor característica era que se podía programar.

Muchos  niños aprendieron BASIC y otros lenguajes con él, y se convirtieron en  los informáticos del mañana. El C-64 original tenía 64 KB de RAM, un  puerto de impresora, otro para conectar un módem y un datasette en el que grabar los programas.

Las  opciones más avanzadas eran conectarle una unidad de disquetes  flexibles, y el monitor era normalmente la televisión de la casa, en la  que había que 'sintonizar' el canal adecuado tras ajustar un adaptador.

La carga de los programas se hacía tan larga que parecía eterna;  muchos había que teclearlos directamente de las revistas y cualquier  ampliación costaba un riñón (unos 100 euros para 64 KB de RAM, entre 50 y  100 euros los juegos).

Al menos contaba con gráficos en color y unos potentes chips de sonido para la época. Su precio por aquel entonces: unos 600 euros, que llegarían a reducirse a casi la mitad con el paso del tiempo.