Luces y sombras de la 'hiperpresidencia' Sarkozy
- Sarkozy ha ejercido una Presidencia basada en su estilo personal
- Ha batido los récords de impopularidad de un presidente en el cargo
- En la escena internacional recuperó protagonismo con la guerra de Libia
A las 11.00 de la mañana del 16 de mayo de 2007, Nicolas Sarkozy tomaba el relevo de Jacques Chirac en el Elíseo. Nada más terminar la ceremonia oficial palaciega, en su primer día como sexto presidente de la V República cogía un avión rumbo a Berlín para entrevistarse con la canciller alemana, Angela Merkel. Comenzaba entonces una alianza de poder bautizada como 'Merkozy' que lo vincula a la primera potencia de Europa y a la que el candidato conservador se aferra ahora para librar la batalla de los comicios presidenciales más importantes de su vida.
Si Alemania es el referente económico de Europa, a los franceses no le salen las cuentas. La "gran ruptura" y la revolución liberal prometidas por Sarkozy arrojan un balance mediocre cinco años después de su llegada al Elíseo. El paro ha crecido en más de un millón de personas hasta el 10%, la deuda pública ha batido todos los récords, el déficit se sitúa en el 5,2% mientras el país crece al 1% y el balance comercial cayó en 2011 hasta su peor marca. Estas cifras demuestran hasta qué punto el vagón francés ha descarrilado de la locomotora alemana.
El único consuelo que le queda a Sarkozy para disimular el crespúsculo de la grandeur es mirar a sus vecinos del sur y ahí sí tiene argumentos tal y como se ha encargado de subrayar en cada mítin y cada entrevista de la campaña. Si España, Grecia o Italia son el antimodelo en París, Francia no es el espejo en el que hoy se miran los alemanes.
El varapalo más clamaroso de esta legislatura -con permiso de aquella desafortunada predicción de "reinvención del capitalismo" en pleno colapso financiero en 2008- de esta legislatura llegó precisamente a 100 de las presidenciales con la pérdida de la preciada triple A el pasado 13 de enero. "Si perdemos la triple A estoy muerto", había afirmado días antes el presidente galo, que se había jugado su estrategia electoral al mantenimiento de la máxima nota de su deuda.
Esta táctica es el reflejo de un estilo personal de hacer política que le han convertido en el presidente francés más impopular de todos los tiempos. Los ciudadanos no le perdonan haber banalizado la solemnidad del Elíseo. Un error que él mismo ha reconocido durante la campaña. "No entendí la dimensión simbólica del cargo", ha confesado eN declaraciones a la radio RTL.
Presidencia personalista
"Cuando De Gaulle creó la V República, creó una presidencia que era muy parecida a una monarquía. Y desde entonces todos los presidentes, de izquierda y de derecha, lo han respetado", señala André Bercoff, autor de La Chasse au Sarko (La caza de Sarko). "Pero luego vino Sarkozy, que dijo: No quiero ser un rey. Quiero ser un político. Quiero ser un entrenador de fútbol'. Y a la gente realmente le molesta eso", añade en declaraciones a la BBC.
Sarkozy ha sido en estos cinco años el 'hiperpresidente' anulando toda capacidad de decisión de su primer ministro. Todo, para lo bueno y lo malo, lo ha decidido él y lo ha ejecutado él. Ambicioso, hiperactivo, arrogante y egocéntrico, ha confeccionado una Presidencia a su estatura "con un apetito insaciable de acción, sin dudar de nada y menos aún de sí mismo", tal y como le definió Chirac.
Ha ocupado portadas en The Economist y The Wall Street Journal, pero también en las revistas del corazón, que se han hecho eco de su lujoso estilo de vida y su glamouroso matrimonio con la modelo Carla Bruni. El concepto bling-bling (el sonido que hacen sus ostentesos Rolex por los pasillos del Elíseo) resume, para Hugh Schofield, de la BBC, la 'sarkofobia' de muchos franceses hacia un presidente al que ven como "vulgar, obsesionado con el dinero, semiracista y peligroso".
"La imagen que Sarkozy tiene en Europa como líder fuerte, eficaz, es contraria a la que tiene en Francia. La opinión pública aquí le considera un líder pobre, chabacano, que no se ha educado en los mejores centros", señala a RTVE.es desde París, la investigadora de Fride, Cristina Barrios.
"A veces es un odio hasta irracional porque las encuestas demuestran que si tú preguntas a la gente por una u otra política de Sarkozy pero no mencionas su nombres, ellos tienden a apoyarla", afirma Jean-Sebastien Ferjou, director de la página web Atlantico.
Reformas y escándalos
Algunas de esas políticas que reivindican sus partidarios comos sus mayores logros son el retraso de la edad de jubilación de 60 a 62 años, la relajación de la semana laboral de 35 horas (aún inconclusa), la reforma de las universidades y el reajuste de la Administración con el bloqueo del contrato de funcionarios. Sin embargo, su lema "trabajar más para ganar más" de 2007 ha quedado enterrado después de que no se haya producido un aumento del poder adquisitivo de los trabajadores en un país donde el proceso de deslocalización industrial es llevado con gran pesar ante el rechazo social que sigue despertando la globalización.
La prohibición del velo islámico con la consiguiente reapertura del debate sobre la identidad nacional coincidió en 2010 con la expulsión masiva de gitanos rumanos. Dos medidas que se ganaron el visto bueno de la ultraderecha, cuyo voto es esencial para superar a François Hollande en las urnas. Su discurso sin complejos sobre inmigración y seguridad siempre le han funcionado. De hecho, la ofensiva anti-islamista anunciada tras la matanza de Toulouse le impulsó durante algunos díasen las encuestas.
Sin embargo, su gabinete ha estado compuesto por figuras de todo el espectro político. Reclutó nada más ganar las elecciones en 2007 a Bernard Kouchner, el fundador de izquierdas de Médicos Sin Fronteras, como ministro de Asuntos Exteriores y nombró en 2009 a un consejero de Ségolène Royal, Eric Besson, titular de Inmigración. Además, incluyó en su equipo a Rachida Dati, la primera mujer del norte de África en servir a la República como ministra.
A la primera polémica de su legislatura -los lujosos fastos de su victoria electoral, crucero en yate por el Mediterráneo incluido- se han sumado algunas otras durante estos cinco años. Por ejemplo, el nombramiento de su hijo Jean Sarkozy, de 23 años y con la carrera de Derecho aún por terminar, a la presidencia de la EPAD (organismo público que regula y ordena el barrio de los negocios de La Défense) en 2009. Las acusaciones de nepotismo hicieron que el vástago del presidente renunciara al cargo pese a la indignación de Sarkozy.
Alguno de sus ministros también le han proporcionado algún que otro disgusto. La supuesta financiación ilegal de la campaña presidencial de 2007 con el dinero procedente de la multimillonaria Lilliane Bettencourt, heredera de L'Oreal, le valió el cargo a su titular de la cartera de Trabajo, Eric Woerth.
Líder en la escena internacional
Otra Bettencourt o mejor dicho Ingrid Betancourt, la política franco-colombiana le metió de lleno en la escena internacional. Al poco de llegar al Elíseo, Sarkozy negoció con el entonces presidente Álvaro Uribe el rescate de los presos de las FARC, especialmente el de su compatriota. De hecho, al conocer su grave estado de salud el presidente francés declaró que estaba dispuesto a ir hasta la selva para liberarla. Pero no fue necesario, el 2 de julio de 2008 la Operación Jaque puso fin a seis años de cautiverio.
El liderazgo de Sarkozy en el panorama internacional ha sido creciente en estos cinco años, especialmente cuando ocupó la Presidencia de turno de la UE entre julio y diciembre de 2008. Es, además, un hábil negociador en momentos de crisis. Lo demostró en 2008 cuando, sin consultar con el resto de sus socios europeos, negoció un cese el fuego entre Rusia y Georgia, pero sobre todo cuando decidió tomar la iniciativa de la intervención en Libia.
"Francia está decidida a asumir su papel ante la historia", declaraba el 19 de marzo de 2011 mientras aviones de guerra francesas destruían los primeros objetivos del régimen de Muamar el Gadafi. Fue la forma de enmendar los errores y titubeos en las revueltas populares previas en Túnez y Egipto.
La guerra se decantó por los aliados y él fue el primer líder occidental en reconocer y recibir a los rebeldes del Consejo Nacional de Transición como los únicos interlocutores legítimos del pueblo libio. Una victoria enturbiada por las informaciones que señalaban que había recibido dinero del derrocado líder libio para financiar su primera campaña. Sarkozy respondió haciendo gala de sus peores modales y con insultos hacia la prensa. Prefirió no recordar aquellos años en los invitaba a Gadafi a instalar su jaima en el Elíseo.
Con este bagaje el presidente francés se presenta a la reelección. Si no gana, ha asegurado que se retirará de la política. Dice que no le importa disfrutar de una prejubilación anticipada para poder disfrutar de su recién nacida hija Giulia y que prefiere que le juzgue la historia a que lo hagan las urnas.