Cameron vive su peor momento en Downing Street a una semana de las municipales
- El escándalo de Murdoch pone en jaque a su ministro de Cultura
- La vuelta a la recesión cuestiona su política de reducción del déficit
- El presupuesto ha sido duramente criticado incluso por sus propias filas
- La Alcaldía de Londres, ciudad olímpica, podría caer como pieza simbólica
"No. No entonces". Con estas tres palabras el magnate de la comunicación, Rupert Murdoch, expresaba de forma sutil pero clara su desprecio actual por el primer ministro británico, David Cameron, en las postrimerías de una larga comparecencia ante los Comunes británicos en la comisión de investigación por el escándalo de las escuchas de sus periódicos en Reino Unido.
La pregunta era si consideraba, tal y como se había informado, que Cameron era un 'peso pluma' político, una cuestión que, mientras la llamada Comisión Levenson analiza los desmanes del imperio Murdoch en los pinchazos telefónicos, empieza a filtrarse por los tabloides de su grupo de comunicación.
"No es una enorme sorpresa que hayan tomado un tono más crítico y por supuesto esto es incómodo para el primer ministro", señala a Reuters el parlamentario británico David Ruffley, que considera como el pan de cada día despertarse con noticias de The Sun "criticando desde la economía hasta el viaje del primer ministro a Birmania pasando por todo lo demás".
Murdoch, que a través de The Sun apoyó a Cameron frente a Gordon Brown antes de las elecciones de 2010, ha negado ante el parlamento británico que le haya pedido nunca nada a un primer ministro, pese a que precisamente los contactos con el ministro de Cultura, Jeremy Hunt, otrora estrella fulgurante del Partido Conservador, le han proporcionado al primer ministro su último dolor de cabeza.
Nuevo escándalo de Murdoch
Unos documentos revelaban el pasado martes, en plena comparecencia del hijo de Murdoch, que el titular británico de Cultura, Jeremy Hunt, apoyó en privado el plan de News Corporation -de Murdoch- para hacerse en 2011 con el control de la plataforma, de la que ya poseía el 39 por ciento de las acciones.
Esta operación debía contar con el respaldo del Gobierno y Hunt era el responsable de tomar la decisión, por lo que su papel en este caso debía ser completamente imparcial.
Cameron ha dado su total apoyo al ministro, pero, ante las presiones, éste ha tenido que comparecer este miércoles en el Parlamento, donde ha asegurado que está "muy decidido" a demostrar que actuó con "total integridad" en el proceso de compra de la plataforma digital.
Quien sí que ha sacrificado su puesto por el escándalo fue Adam Smith, un asesor del ministro, que ha dimitido tras reconocer que sus vínculos con el imperio del magnate australiano "fueron demasiado lejos".
Alejamiento de la sociedad
Pero el alejamiento de rotativos como The Sun es especialmente doloroso en este momento, cuando las críticas contra Cameron y su inseparable pareja política, el canciller del Tesoro, George Osborne, por ser unos "niños pijos" sin apenas contacto con la realidad han alcanzado niveles desconocidos.
Para ilustrarlo, solo hay que escuchar lo que la diputada derechista de su propio partido, Nadine Dorries, decía recientemente de ambos:
"Desafortunadamente, creo que Cameron y Osborne no son solo dos niños pijos que no saben lo que cuesta la leche; también son dos niños pijos arrogantes que no muestran ningún remordimiento, ninguna pasión por querer entender la vida de otros y eso sí que es un auténtico delito".
Las palabras de Dorries se refieren sobre todo a las meteduras de pata cometidas desde el pasado mes de marzo, cuando la presentación de unos presupuestos en los que se bajó los impuestos a las rentas más altas junto a una pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas y un impuesto a unas populares empanadas tradicionales han hecho generalizada la sensación de que el gobierno no está en contacto con la calle.
Esa sensación puede hacer que la tercera pata de eso "niños pijos", quizá el más rebelde de los tres, el alcalde de Londres, Boris Johnson, pague los platos rotos en las elecciones municipales del próximo 3 de mayo.
Peligro en Londres
Johson disfrutaba hasta hace unas semans de una cómoda ventaja frente a Ken Livingstone, su predecesor en el cargo, pero ahora los últimos sondeos los colocan en un práctico empate técnico que podrían hacer que junto a Cameron en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos estuviese un político laborista, conocido como 'Ken el rojo'.
La imagen general de cara a los comicios no podría ser peor: el último sondeo, realizado por la empresa ICM para The Guardian, muestran que Cameron ha perdido seis puntos en apenas un mes -del 39 al 33%- mientras que los laboristas consiguen su mejor marca desde 2003, un 41%.
Esta ventaja de ocho puntos no supone que el débil liderazgo laborista de Ed Miliband se haya asentado -la valoración de su gestión en temas económicos siguen bajo mínimos- pero sí que el hartazgo de los británicos respecto a sus políticos empieza a desbordarse.
La gota que pudo colmar el vaso fue la metedura de pata del ministro de la Presidencia, Francis Maude, que pidió a los conductores que almacenasen combustible ante una huelga de gasolineras que no llegó a producirse, lo que desató el caos en el país, que sufrió graves problemas de abastecimiento.
"Es como un tsunami. No creo que sea una tormenta perfecta, es un tsunami sangriento sin aviso de tsunami", relata a Reuters su lectura de la situación actual el diputado liberal-demócrata Mike Hancock.
Hancock considera que en todos los escalones del Gobierno y también en sus asesores se ha perdido el "sentido común" político, pero lo cierto es que, más allá de los gestos políticos, es la sombra de la economía la que puede frustrar el mandato completo de la coalición conservadora-liberal.
La sombra del déficit
Tras ganar las elecciones, tanto Cameron como su socio, el liberal Nick Clegg, pusieron en la reducción del galponate déficit su prioridad, pero lo cierto es que cuando el gobierno va a cumplir su segundo aniversario, las políticas tomadas se han topado este miércoles con un dato demoledor: la caída del PIB de un 0,2% y por tanto la vuelta a la recesión.
"Son cifras muy, muy decepcionantes", confesaba Cameron, consciente de que su previsión de crecimiento de un 0,8% para este año se basaba en parte en que no se volviese a decrecer este trimestre.
El gobierno británico ha culpado de manera reiterada a la zona euro y su incapacidad de resolver su crisis de deuda de sus malos datos económicos, que hicieron que su economía ya se contrajese un 0,3% en el último trimestre del año pasado.
Pero el problema para Cameron puede ser que visiones como la del premio Nobel de Economía Paul Krugman se empiecen a extender en su electorado.
"Ahora Reino Unido está oficialmente de nuevo en recesión y ha conseguido la considerable proeza de hacerlo pero en esta época que en la depresión de los años 30. Reino Unido ha sido también única en haberse equivocado libremente, sin tener que hacer frente a la presión de los mercados de bonos o a las condiciones impuestas por Berlín y Fráncfort", decía este miércoles en una entrada de su blog en el New York Times.
"Cameron y Osborne insisten en que no cambiarán de rumbo, lo que significa para Reino Unido que seguirá en la espiral mortal de austeridad contraproducente", concluia de manera sombría.