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Libertad, igualdad, fraternidad y Frente Nacional

  • El éxito de la formación de Le Pen coloca a Francia ante sus fantasmas
  • La homogeneización nacional de su voto fascina a los analistas
  • Sarkozy y Hollande tratan de conseguir sus votantes sin tratar con ella
  • Sus votantes: Obreros cualificados, mujeres con trabajo y jóvenes sin estudios

Ver Mapa del voto ultraderechista francés en un mapa más grande

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El pasado miércoles una portada del periódico de izquierdas Liberation levantó ampollas en la campaña de Nicolás Sarkozy.

Con una foto en blanco y negro y gesto sombrío, el presidente saliente aparecía mirando al lector con un entrecomillado y una fecha: “El Frente Nacional es compatible con la República. 24 de abril de 2012".

A la luz de los datos, la afirmación no parecía tener demasiada importancia: es razonable pensar que un partido que ha conseguido 6,4 millones de votos, un 17,9% del total en las elecciones presidenciales del pasado domingo, sea parte importante de su sistema político, en este caso la República.

¿Republicana o no?

Sin embargo, para gran parte de la Francia de derechas e izquierdas, la V República es algo más que el sistema político que se han dado los franceses. También comprende la síntesis de unos ideales que proceden directamente de la revolución francesa,  libertad, igualdad y fraternidad, que a primera vista parecen incompatibles con el pasado y el presente político del Frente Nacional.

Por eso, tras ver la portada del rotativo, el secretario general de la derechista UMP, Jean-François Copé, no dudó en lanzarse contra el periódico por usar de forma "deshonesta" la declaración de Sarkozy ya que, a su juicio, no estaba insinuando -ni mucho menos- que las ideas del Frente Nacional sean compatibles con la república; tan solo constataba el hecho de que, al poder presentarse a las elecciones,  forma parte de su sistema político.

El problema es que la condición republicana del Frente Nacional había sido cuestionada por nada menos que la portavoz de la campaña de Sarkozy, Nathalie Kosciusko-Morizet, en un reciente libro de título más que significativo: "El Frente anti-nacional".

En realidad, las palabras literales del presidente saliente no eran demasiado diferentes a las de su rival y principal favorito, François Hollande, en la portada del mismo rotativo el día anterior, en la que hablaba de la necesidad de dirigirse a esos votantes del Frente Nacional que viven en la "cólera social".

Para el candidato socialista, buena parte de esos votantes vienen de la izquierda; para el presidente saliente, son los que han dejado de votarle tras hacerlo hace cinco años.

En todo caso, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, se ha dirigido a ellos por carta para denunciar lo que considera un tratamiento "ilegítimo" a una buena parte de franceses que optaron por ella el pasado 22 de abril.

Pero, ¿hasta qué punto se puede diferenciar el voto del Frente Nacional de su ideología y su propia líder? ¿Es posible conseguir que el votante de una formación racista y xenófoba 'pase por el aro' de uno de los dos grandes partidos sin que éstos desvirtúen su discurso? Y si eso es posible, ¿cuáles han sido las 'oscuras artes' empleadas por Marine Le Pen para darle un barniz aceptable a la formación política creada por su padre?

Un análisis pormenorizado de los graneros de voto de Le Pen muestran dos cosas: una homogeneización de sus apoyos en todo el territorio nacional y un aumento de su poderío en los bastiones del arco mediterráneo y el nordeste que podría darle un buen número de diputados de cara a las elecciones legislativas.

Arco mediterráneo. Libertad y voto antiinmigrante

Si hay una zona que puede considerarse el corazón del Frente Nacional es el sudeste del país, donde se encuentra el único departamento en el que ha sido la formación más votada, el de Garde.

La región de la Provenza-Alpes-Costa Azul supuso ya en los años 90 el escenario del éxito del Frente Nacional, fundamentalmente por la importante población magrebí que chocaba con las clases populares en los suburbios de la ciudad de Marsella.

"Nosotros somos los únicos sobre el terreno junto con el Frente de Izquierdas", decía a Le Monde un dirigente regional de Garde el día después de las elecciones para justificar su éxito electoral.

En sus intervenciones sobre el tema de la inmigración, Marine Le Pen ha evitado las expresiones gruesas de su padre e incluso las ha maquillado erigiéndose como una defensora de la libertad.

Ahora ya no pide que no haya mezquitas, sino que no se rece en la calle; se erige en una defensora de la laicidad, un elemento clave en la esencia del republicanismo francés, pero recuerda que "el estado debe distinguir entre religiones".

"La gente de aquí no somos ni fascistas ni racistas", añadía otro dirigente local de Garde a Le Monde.

En una entrevista esta semana en el periódico Liberation, Nonna Mayer, experta en el Frente Nacional de la prestigiosa universidad Sciences-Po recordaba que, pese a la renovación relativa que ha supuesto Marine Le Pen el estudio cualitativo de las motivaciones de sus votantes sigue apuntando al temor a la inmigración y a lo de fuera.

"Los electores dicen querer estar protegidos contra los flujos migratorios, la competencia, la mundialización, contra un mundo que consideran inquietante", apuntaba.

Norte y nordeste de Francia. Igualdad y la decadencia industrial

Pero quizá el elemento innovador en el discurso de Marine Le Pen es su tono obrerista, que ha hecho que se coloque como segunda fuerza política en las regiones más azotadas por la crisis económica y la desindustrialización en el norte del país como Pais-de-Calais, Moselle y Meurthe-et-Moselle.

Mayer recuerda que el Frente Nacional se ha convertido en el principal partido de los obreros cualificados, con un 35% de apoyos, un sector que se encuentra especialmente descontento con Nicolás Sarkozy por sus promesas incumplidas en este cinco años, que se reflejan en las últimas cifras de desempleo, que llega ya a los 2,88 millones de parados tras su undécimo mes consecutivo de subida.

"El 35% de los obreros votaron por Marine Le Pen, lo que es más alto que en 1995, donde ya se había convertido en la sorpresa, algo que se puede explicar por el efecto de la crisis económica y social, pero también por una gran exasperación contra Nicolás Sarkozy", añadía Mayer en declaraciones a Le Monde.

De manera significativa, el feudo de Marine Le Pen no es una localidad del arco mediterráneo, tal y como ocurría con su padre, sino una antigua ciudad minera del norte, Henin-Beaumont, por la que espera convertirse en diputada en las legislativas de junio.

Allí consiguió un 35% de votos frente al 27% de François Hollande y el 16% de Nicolás Sarkozy, el principal damnificado del Frente Nacional en esta zona de Francia.

Así, si en el arco mediterráneo Le Pen se convierte en segunda fuerza delante de una izquierda que no ha sabido recuperar el voto popular que rechaza la inmigración, en el norte se dibuja un panorama en el que Sarkozy ha perdido el liderazgo de estas regiones, antiguos bastiones de la izquierda, para dejar paso a una Le Pen autoproclamada defensora de la igualdad...para los franceses.

Este valor básico de la república francesa se ha convertido en el mensaje del Frente Nacional en "prioridad ciudadana", sinónimo de "preferencia nacional" o, lo que es lo mismo, de que sean los franceses los que tengan acceso preferente a los servicios frente a los extranjeros.

Es en esta zona donde sus mensajes contra el euro, la unión europea, la globalización y la internacionalización esperan tener más eco.

El pasado mes de enero, Le Pen se plantó en una factoría de PSA en la  localidad de Sochaux, al nordeste del país, y se dirigó unas palabras  que parecerían de un dirigente comunista o socialista: "Estoy aquí para  enviaros un mensaje: quiero proteger a los franceses de la competencia  desleal".

Curiosamente ha sido su condición femenina y su papel de madre divorciada lo que le ha atraído un voto desconocido hasta ahora: el de las mujeres.

"El prototipo de la cajera de supermercado, la proletaria del sector servicios, se ha incorporado al voto del Frente Nacional y esto sí que es una evolución significativa: hasta ahora las mujeres se habían mostrado más reticentes a votar al Frente Nacional", apunta Mayer.

La Francia rural. La fraternidad y la defensa de los "invisibles"

La tercera pata del voto de Marine Le Pen también constituye una relativa novedad respecto a la trayectoria de su padre: un voto rural que se siente ignorado por los grandes partidos y que ve cómo poco a poco les recortan servicios y se siente apartados del proceso de globalización.

Allí los porcentajes de Le Pen son modestos -no superan el 25% como en buena parte de sus feudos, a considerable distancia de socialistas y gaullista- pero eso no quita que gracias a esta expansión haya logrado un hecho sin precedentes: acariciar la posibilidad de convertirse en una fuerza nacional.

"Marine Le Pen podría convertirse hoy en una fuerza nacional. Ha sobrepasado a François Bayrou en territorio democristiano, como Bretaña", ha observado para Le Monde el director de centro de investigaciones de Sciences Po, Pascal Perrinau.

Regiones como el Orne, Côtes-d'Armos, Eure o Calvados han visto cómo de forma casi matemática la subida de Le Pen equivalía a la caída de Bayrou, cuyas diferencias ideológicas ilustran el deterioro de la situación de ciertos sectores sociales, sobre todo en las zonas rurales más profundas.

"Hay una lógica de fractura entre las grandes ciudades y las zonas perirubanas, los ganadores contra los perdedores de la globalización. Le Pen habla en pequeñas aldeas, zonas  desindustrializadas que se sienten abandonadas", consideraba también en Le Monde el geógrafo Christophe Guilluy.

Estas zonas asisten a una reducción de sus servicios públicos, algo contra lo que ha hecho bandera Marine Le Pen, que se autoproclama "candidata de los invisibles".

¿Demasiada atención?

Sus visitas a las zonas rurales son seguidas por los medios locales, mientras que Sarkozy y Hollande han decidido acordarse de estos lugares especialmente ahora, cuando tienen que arañar esos últimos votos al Frente Nacional.

Para conseguirlo, sus mensajes se han terminado contaminando de la dialéctica del Frente Nacional, que orgulloso reclama la paternidad de sus ideas.

Así, Hollande ya habla claramente de que en época de crisis hay que limitar la inmigración económica. Sarkozy, por su parte, hace tiempo que ha cruzado esa línea y ya habla de permitir a los policías que tengan el derecho a disparar a delincuentes en legítima defensa, algo que no está en su programa...pero sí en el del Frente Nacional.

Mientras, solo algunas voces como la del centrista Bayrou y o la del ex primer ministro Dominique de Villepin se preguntan en voz alta hasta qué punto es legítimo que la campaña electoral gire en torno a las preocupaciones y la ideología de seis millones de electores.

“Hoy todo ocurre como si en Francia no hubiese otra cosa que electores del Frente Nacional, como si no hubiese otra cosa que el halal, la inmigración ilegal o los horarios de las piscinas municipales. Mientras, la competitividad, la educación, la agricultura y la innovación han desaparecido”, denunciaba Villepin en un reciente artículo en Le Monde.