Las tablas en el debate y el apoyo de Bayrou a Hollande dejan a Sarkozy a un paso de la derrota
- El presidente francés no logra vencer a un rival que resiste sus ataques
- El líder centrista respalda a los socialistas aunque no da consigna de voto
- Sarkozy lanza una última apelación desesperada al voto ultraderechista
Tras el debate electoral del pasado miércoles, Nicolás Sarkozy se encuentra ante el mayor reto de su vida política: con una desventaja de al menos cinco puntos en las encuestas -equivalente a dos millones de votos- el partido que puede darle la victoria, el Frente Nacional, ha pedido el voto en blanco, mientras ha perdido la oportunidad de vencer a su rival, François Hollande, en el único cara a cara entre ambos.
En un movimiento que puede desequilibrar la balanza, el líder del partido centrista MoDem, que consiguió un 9,1% de voto en la primera vuelta, François Bayrou, anunciaba que votaría al líder socialista pese a que se abstenía a dar ninguna recomendación a sus votantes.
"No estoy haciendo ninguna recomendación de voto. Cada uno de mis amigos, de mis seguidores, votará de acuerdo a su propia consciencia", ha declarado Bayrou, que con sus palabras, junto con la decisión de la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, de votar en blanco el próximo domingo y pedir a sus seguidores que hagan lo propio, deja a Sarkozy en un callejón sin salida.
"No quiero emitir un voto en blanco, porque eso supondría una indecisión por lo que votaré por Hollande y esa es la elección que estoy haciendo", ha subrayado Bayrou, que precisamente ha justificado su decisión en el giro a la ultraderecha en inmigración y al abandono de los valores europeos por parte de Sarkozy en la campaña de la segunda vuelta para cautivar a los 6,4 millones de votantes del Frente Nacional.
Aritmética en contra
Los analistas calculan que el presidente saliente necesita a un 80% de esos votantes y a un buen puñado de los centristas de Bayrou para batir a un Hollande que cuenta con los apoyos seguros del Frente de Izquierdas, que consiguió más de un 11% de apoyos en la primera vuelta, y de los verdes, que lograron un 2,5%.
Los sondeos predicen una media de entre cinco y diez puntos de ventaja a Hollande, aunque los últimos apuntan a que la distancia entre ambos se estaría estrechando.
Ante esta situación, Sarkozy ha optado por tres salidas salidas. Una, la negación: "Desde hace semanas, los sondeos mienten" (aunque prácticamente clavaron los resultados de la primera vuelta).
Otra, que aún hay partido: "Nunca una elección ha estado tan indecisa, incluso más tras el debate" y se decidirá "en el último momento".
La tercera, más a la desesperada, una última llamada a los votantes del Frente Nacional: "Si quieren la política de François Hollande, la sistemática legalización de inmigrantes, el derecho de voto a los inmigrantes, adelante y absténganse".
El resultado del debate del pasado miércoles, sin embargo, no anima al optimismo en el bando del presidente saliente. Los datos de los primeros sondeos incluso muestran que Hollande ha visto reforzada su postura.
Un debate sin KO
Según un sondeo realizado por el instituto LH2, el candidato socialista fue más convincente (un 45%) que Sarkozy (que obtuvo un 41%). También le consideraro más serio y más empático, más sincero y más próximo a los votantes.
Sarkozy en cambio ha ganado en los criterios de mñas dinámico, más creíble y más competente, así como las presidencial.
"Sarkozy era el favorito para el debate y no pudo ganar: Hollande ganó a los puntos", ha setenciado el analista político y de comunicadión Christian Delporte en declaraciones a Reuters.
"Después de ayer, no puedes decir que François Hollande no podría ser presidente, por lo que es el ganador", ha añadido también a reuters Dominique Reynie, profesor del instituto Sciences-Po de París.
En los medios franceses e incluso en algunos círculos políticos de derecha e izquierda constatan un simple dato: ante un empate o, al menos, no una victoria arrolladora, el presidente saliente tiene muy difícil conservar su sitio en el Elíseo.
"Fue un empate pero Hollande comenzó como favorito y sigue siendo el favorito", escribía Françoise Fressoz en un editorial de Le Monde, que ha señalado que Sarkozy "no ha sido capaz de desestabilizar a Hollande, que era su objetivo desde el principio".
Más radical en su planteamiento, el izquierdista Liberation hace un juego de palabras para decir que Hollande "preside el debate" mientras que el derechista Figaro se limita a hablar de "Alta tensión" aunque mantiene la esperanza de que Sarkozy pueda librarse de la caída en cadena de líderes de la eurozona desde 2008 gracias "al lenguaje trasnochado y a la izquierda disparatada" de Hollande.
"Eso va a convencer a los que se puedan dejar llevar en la primera vuelta por una especie de antisarkozismo primario", defendía el ministro de Presupuesto, François Baroin.
Hollande resiste
Para los analistas televisivos, el debate fue la lucha entre dos tipos de combatientes, el "boxeador" Sarkozy, que trataba de noquear a su rival frente al "judoka" Hollande, que buscaba desequilibrar a su rival poniendo en solfa su balance pasado y su estilo presidencial.
En realidad esa fue la principal sorpresa de la noche: que Hollande pasase a la ofensiva y que desprendiese además cierto aire presidencial.
La estrategia de Sarkozy fue, desde el principio, conseguir con Hollande lo mismo que hizo con Royal hace cinco años: ponerle nervioso con un estilo agresivo en el que le acusaba de formar constante de mentir (de hecho llegó a llamarle "pequeño calumniador").
Sin embargo, Hollande no perdió los estribos e imitando el estilo de François Mitterrand en el debate contra Giscard en el 81 le acusó de no hacerse responsable de su legado.
"Con usted es muy simple: nunca es su culpa", le espetó en uno de los momentos álgidos del debate.
Luego, la forma en la que llevó a Sarkozy a debatir los temas que le interesaban -fundamentalmente su perfil de presidente- hizo que incluso abusase de la anáfora en una sucesión de frases que empezaban con la fórmula "Yo, presidente de la República".
"Pensé que el debate iba a ser duro y así ha sido (...), pero el debate ha estado en torno a mis propuestas", se ha felicitado Hollande esta mañana.
Unidad de la izquierda; cuchillos en la derecha
En la jornada de resaca electoral una imagen, la de la ex candidata presidencial y ex pareja de Hollande, Segolene Royal, sentada junto a su enemiga interna y primera secretaria, Martine Aubry, viendo el debate y aplaudiendo a su candidato muestra hasta qué punto la cercanía de poder ha unido a este espectro ideológico.
"Hemos descubierto a un hombre de estado", ha declarado su portavoz, Manuel Valls.
"El debate ha opuesto un presidente saliente con un presidente entrante", ha considerado el ex primer ministro socialista, Laurent Fabius.
Por su parte, la que fue rival de Hollande en las primarias y candidata ahora a ser su primera ministra si se confirman los sondeos, Martine Aubry, ha asegurado que Hollande no ha cometido "ningún error".
No solo eso: el izquierdista Mélenchon o la ecologista Eva Joly no han dudado en dar a Hollande como ganador, mientras que el centrista Bayrou, cuyo 9,1% puede ser clave de cara al domingo anuncia que se pronunciará esta tarde.
Mientras, en las filas de la derecha, el ministro de Interior, Claude Gueant, ha acusado a Hollande mostrarse "lleno de arrogancia, lleno de suficiencia", aunque ha reconocido que estudo "muy belicoso".
En el Frente Nacional, con Marine Le Pen a la cabeza, se cuenta con el voto en blanco de sus seguidores provocar la caída de Sarkozy y convertirse en la fuerza hegemónica de la derecha en las legislativas.
Las elecciones "están hechas" decía tras el debate la líder ultraderechista en referencia a la derrota de Sarkozy, que a su juicio llevará a la ruptura o desaparición del partido hegemónico de derecha, la UMP.
Los candidatos siguen su campaña: Sarkozy tiene un mitin en Toulon, en el sudeste, y Hollande en Toulouse, en el sudoeste. Mientras, los sondeos siguen cabezones señalando la misma tendencia: Hollande, con entre un 53 y un 54% y Sarkozy que no pasa del 47%, una situación que exigía un "seísmo electoral" tras el debate, que han visto más de 17 millones de personas en un país con 45 millones de electores.