Hollande o el socialismo tranquilo llegan al Elíseo
- Ha sido el hombre en la sombra del Partido Socialista francés hasta ahora
- Su giro a la izquierda es el contrapunto a las políticas de austeridad de Merkel
- Sus partidarios destacan de él su carácter afable, moderado y pragmático
Soñaba con convertirse en un "presidente normal" y lo ha conseguido. François Hollande ha devuelto el poder de Francia a la izquierda, 17 años después de la marcha de Mitterrand, tras vencer a Nicolas Sarkozy en la segunda vuelta de las presidenciales. Y tras proclamarse vencedor se ha dado un baño de multitudes en un utilitario alemán. Guiño a la austeridad de Merkel.
Su deseo de llegar al Elíseo sin armar ruido encaja con sus 30 años de trayectoria política constante, pero en la sombra. Hollande lo ha sido todo en el Partido Socialista (PS) francés, donde ha librado más de una batalla intestina desde la serenidad y el pragmatismo, cualidades que le han valido el apodo del "candidato tranquilo". Sus detractores, en cambio, han preferido tacharle de mediocre, blando e indeciso.
Y el enemigo lo tenía en casa. "¿Qué ha hecho François Hollande en estos últimos treinta años? Nada", sostenía sin miramientos en plena campaña de las primarias socialistas su ex pareja sentimental, madre de sus cuatro hijos y ex candidata presidencial Ségolène Royal. Luego, sin embargo, se prodigó en los mítines y ha tenido que reconocer que al final ha sido él y no ella el único capaz de vencer a Sarkozy en las urnas.
Amor y política, de la mano
Nacido el 12 de agosto de 1954 en Rouen (Normandía), Hollande creció en el seno de una familia conservadora, descendiente de protestantes holandeses que en el siglo XVI se refugiaron en Francia huyendo de la persecución religiosa. Hijo de un médico cercano a la extrema derecha y de una asistente social, su expediente académico se forjó en las escuelas más elitistas de la República: Instituto de Estudios Políticos de París, la Escuela Nacional de Administración (ENA) y la prestigiosa escuela de negocios HEC.
Su paso por la ENA fue decisivo a la hora de encarrilar su vida profesional y personal. Allí conoció al ex primer ministro Dominique de Villepin y se enamoró de Royal, una compañera de clase con la que iniciaría una relación que duró más de 30 años sin pasar por la vicaría.
Juntos empezaron en política. Fue a comienzos de los 80 y en el gabinete de François Mitterrand en el Elíseo. En 1988, ambos entraron en la Asamblea Nacional como diputados electos. A partir de ahí, Hollandes asistió al ascenso de Royal -ministra de Medio Ambiente en 1991-mientras él quedaba relegado a un segundo plano. Entonces, encontró en el partido lo que le era vetado en el Gobierno. Portavoz del PS, el inesperado triunfo de la izquierda en 1997 y el nombramiento de Lionel Jospin como primer ministro le auparon a la primera secretaría del partido, un cargo que ostentó durante 11 años con tesón haciéndose un hueco y un nombre.
En 2006, el sorpasso de Royal, flamante candidata presidencial, y el sonoro rechazo del electorado francés a la Constitución Europea le dieron la puntilla. Pero el europeísta Hollande resurgió entonces de sus cenizas y comenzó a preparar secretamente su carrera hacia el Elíseo.
La carrera hacia el Elíseo
Pasó el testigo de la primera secretaría del partido en 2008 a Martine Aubry, a la que apoyó en la guerra fratricida que mantuvo con Royal tras la derrota electoral socialista en 2007, para luego vencerla en 2011 en las primeras primarias abiertas del PS. El escándalo protagonizado por Dominique Strauss-Kahn meses antes le había dejado vía libre y Hollande aprovechó la oportunidad.
Acabó entonces por terminar con una gran transformación personal. Moderó su afición a las bromas, aunque sin perder su carácter afable y esa sonrisa imperturbable, de la que se mofan los guiñoles franceses. Amante de la buena mesa y del fútbol, moldeó su figura, se tiñó el pelo, y se decidió por las gafas sin montura. Algunos dicen que, quizás, en ese cambio de imagen tuvo algo que Valérie Trierweile, la periodista de Paris Match con la que Hollande mantiene una relación desde su ruptura con Royal en 2007.
"Lo que se ve de él es real, no hay un Hollande escondido. Será un jefe de Estado digno y honesto. Los franceses no lamentarán nunca haberlo elegido, y yo tampoco", afirmó Trierweile en una entrevista publicada el pasado 7 de abril por el diario de izquierdas Libération.
Siempre por delante en las encuestas, al final la mayoría no ha sido tan holgada como pronosticaban pero sí suficiente para aunar a un electorado de centro-izquierda y 'anti-sarkozysta' en torno a su candidatura bajo el lema "El cambio es ahora".
Con un programa basado en subir los impuestos a las grandes fortunas, invertir en políticas de creación de empleo y renegociar el pacto fiscal europeo, Hollande se ha presentado como el contrapunto a las políticas de austeridad de Angela Merkel y ha conseguido revolucionar los pasillos de Bruselas. Su discurso de cambio de rumbo en la dirección de la crisis de la eurozona ganó cada vez más y más adeptos durante la campaña y Berlín se tuvo que rendir, en parte, a sus exigencias al admitir una "agenda de crecimiento".
"El perro de Miterrand"
Su equipo dice de él que es un hombre apegado al consenso y la moderación y que no tendrá problemas en llegar a acuerdos con sus colegas europeos. Su biógrafo, Serge Raffy, dice que cuando comenzó a los 26 años con el asalto (en vano) a la circunscripción de Jacques Chirac, Correze, ya comentó a la derecha: "Yo soy el que ustedes llaman el perro de Mitterrand". Y un asesor de Sarkozy auguró recientemente: "es un perro que puede morder".
"Hace dos años en Tulle, la ciudad de Hollande, cuando anunció que iba a ser candidato a las primarias socialistas, los 40 periodistas que estábamos allí no nos lo creíamos y nadie se lo creía. Todos veíamos a Dominique Strauss-Kahn como el verdadero líder del PS, recuerda el editorialista político de France TV, Michel Mompontet, en una entrevista en el Canal 24 Horas de TVE. "Hoy todos hemos recibido la lección de que el destino de un político está lleno de sorpresas", asegura.