Francia echa el cierre al 'show' de Sarkozy
- Sarkozy ha ejercido una Presidencia basada en su personalidad
- Ha batido los récords de impopularidad de un presidente en el cargo
- En la escena internacional recuperó protagonismo con la guerra de Libia
A las 11.00 de la mañana del 16 de mayo de 2007, Nicolas Sarkozy tomaba el relevo de Jacques Chirac en el Elíseo. Nada más terminar la ceremonia oficial palaciega, en su primer día como sexto presidente de la V República cogía un avión rumbo a Berlín para entrevistarse con la canciller alemana, Angela Merkel. Comenzaba entonces una alianza de poder bautizada como 'Merkozy' que lo vincula a la primera potencia de Europa y a la que el candidato conservador se aferró para librar la batalla de los comicios presidenciales más importantes de su vida. Pero de poco le ha servido.
Sarkozy ha devuelto el poder de Francia a los socialistas 17 años después, convirtiéndose en el único presidente de la República francesa que no consigue la reelección desde que Valéry Giscard d'Estaing perdiera en 1981 frente a Mitterrand.
Para entender por qué el presidente conservador ha batido todos los récords de impopularidad basta echar un vistazo a su legado económico y personal.
La "gran ruptura" y la revolución liberal prometidas por Sarkozy al inicio de su mandato se han quedado en un balance mediocre tras cinco años de legislatura. El paro ha crecido en más de un millón de personas hasta el 10%, la deuda pública es de 89% del PIB, el déficit se sitúa en el 5,2% mientras el país crece al 1% y el balance comercial cayó en 2011 hasta su peor marca. Estas cifras demuestran hasta qué punto el vagón francés ha descarrilado de la locomotora alemana.
Sarkozy trató de maquillar el crespúsculo de la grandeur mirando a sus vecinos del sur, engullidos por la crisis y los mercados. Pero si España, Grecia o Italia son el antimodelo en París, Francia no es el espejo en el que hoy se miran los alemanes.
El varapalo más clamaroso de esta legislatura -con permiso de aquella desafortunada predicción de "reinvención del capitalismo" en pleno colapso financiero en 2008- llegó precisamente a 100 días de las presidenciales con la pérdida de la preciada triple A el pasado 13 de enero. "Si perdemos la triple A estoy muerto", había afirmado días antes el presidente galo, que vinculaba la reelección con el mantenimiento de la máxima nota de su deuda.
Presidencia personalista
Con todo, Francia es todavía capaz de mantener el estado del bienestar más caro de Europa y no es el país que ha salido peor parado de la coyuntura económica. De hecho, muchos analistas creen que la derrota electoral de Sarkozy se debe más a su personalidad de político hiperactivo que a su gestión, a pesar de que once presidentes europeos han pagado antes que él en las urnas los embates de la crisis.
Los ciudadanos no le han perdonado haber banalizado la solemnidad del Elíseo, un error que él mismo reconoció durante la campaña. "No entendí la dimensión simbólica del cargo", confesó en declaraciones a la radio RTL.
"Cuando De Gaulle creó la V República, creó una presidencia que era muy parecida a una monarquía. Y desde entonces todos los presidentes, de izquierda y de derecha, lo han respetado", señala André Bercoff, autor de La Chasse au Sarko (La caza de Sarko). "Pero luego vino Sarkozy, que dijo: No quiero ser un rey. Quiero ser un político. Quiero ser un entrenador de fútbol'. Y a la gente realmente le molesta eso", añade en declaraciones a la BBC.
Sarkozy ha sido en estos cinco años el 'hiperpresidente' anulando toda capacidad de decisión de su primer ministro y el resto del gabinete. Todo, para lo bueno y lo malo, lo ha decidido él y lo ha ejecutado él. Ambicioso, hiperactivo, arrogante y egocéntrico, ha confeccionado una Presidencia a su estatura "con un apetito insaciable de acción, sin dudar de nada y menos aún de sí mismo", tal y como le definió Chirac.
Ha ocupado portadas en The Economist y The Wall Street Journal, pero también en las revistas del corazón, que se han hecho eco de su lujoso estilo de vida y su glamouroso matrimonio con la modelo Carla Bruni. El concepto bling-bling (el sonido que hacen sus ostentesos Rolex por los pasillos del Elíseo) resume, para Hugh Schofield, de la BBC, la 'sarkofobia' de muchos franceses hacia un presidente al que ven como "vulgar, obsesionado con el dinero, semiracista y peligroso".
"La imagen que Sarkozy tiene en Europa como líder fuerte, eficaz, es contraria a la que tiene en Francia. La opinión pública aquí le considera un líder pobre, chabacano, que no se ha educado en los mejores centros", señala a RTVE.es desde París, la investigadora de Fride, Cristina Barrios.
"A veces es un odio hasta irracional porque las encuestas demuestran que si tú preguntas a la gente por una u otra política de Sarkozy pero no mencionas su nombre, ellos tienden a apoyarla", afirma Jean-Sebastien Ferjou, director de la página web Atlantico.
Reformas y escándalos
Algunas de esas políticas que reivindican sus partidarios comos sus mayores logros son el retraso de la edad de jubilación de 60 a 62 años, la relajación de la semana laboral de 35 horas (aún inconclusa), la reforma de las universidades y el reajuste de la Administración con el bloqueo del contrato de funcionarios. Sin embargo, su lema "trabajar más para ganar más" de 2007 ha quedado enterrado, después de que no se haya producido un aumento del poder adquisitivo de los trabajadores en un país donde el proceso de deslocalización industrial es llevado con gran pesar ante el rechazo social que sigue despertando la globalización.
La prohibición del velo islámico con la consiguiente reapertura del debate sobre la identidad nacional coincidió en 2010 con la expulsión masiva de gitanos rumanos. Dos medidas que se ganaron el visto bueno de la ultraderecha, cuyo voto trató de cortejar en el último tramo de la campaña para derrotar (en vano) a François Hollande en las urnas. Su discurso sin complejos sobre inmigración y seguridad siempre le habían funcionado y, de hecho, la ofensiva anti-islamista anunciada tras la matanza de Toulouse le impulsó durante algunos días en las encuestas.
Sin embargo, el voto del electorado del Frente Nacional que le llevó al poder en 2007 ha sido su tumba en estas elecciones. Los dos millones de franceses que votaron en blanco -la mayoría de ellos acatando los deseos de Marine Le Pen- le han privado de una segunda legislatura.
A pesar de sus coqueteos frecuentes con la extrema derecha, su gabinete ha estado compuesto por figuras de todo el espectro político. Reclutó nada más ganar las elecciones en 2007 a Bernard Kouchner, el fundador de izquierdas de Médicos Sin Fronteras, como ministro de Asuntos Exteriores y nombró en 2009 a un consejero de Ségolène Royal, Eric Besson, titular de Inmigración. Además, incluyó en su equipo a Rachida Dati, la primera mujer del norte de África en servir a la República como ministra.
A la primera polémica de su legislatura -los lujosos fastos de su victoria electoral, crucero en yate por el Mediterráneo incluido- se sumaron algunas otras durante estos cinco años. Por ejemplo, el nombramiento de su hijo Jean Sarkozy, de 23 años y con la carrera de Derecho aún por terminar, a la presidencia de la EPAD (organismo público que regula y ordena el barrio de los negocios de La Défense) en 2009. Las acusaciones de nepotismo hicieron que el vástago del presidente renunciara al cargo pese a la indignación de Sarkozy.
Alguno de sus ministros también le proporcionaron algún que otro disgusto. La supuesta financiación ilegal de la campaña presidencial de 2007 con el dinero procedente de la multimillonaria Lilliane Bettencourt, heredera de L'Oreal, le valió el cargo a su titular de la cartera de Trabajo, Eric Woerth. Y el tampoco se libró de las acusaciones que señalaban que el exlíder libio, Muamar el Gadafi, también aportó buenas sumas de dinero para su campaña.
Líder en la escena internacional
Y es que Sarkozy pasó de cederle los Campos Elíseos a Gadafi para que instalara su jaima a bombardeo su palacio en Trípoli. "Francia está decidida a asumir su papel ante la historia", declaraba el 19 de marzo de 2011 mientras aviones de guerra francesas destruían los primeros objetivos del régimen del dictador. Fue la forma de enmendar los errores y titubeos en las revueltas populares previas en Túnez y Egipto. Al final, la guerra se decantó por los aliados y él fue el primer líder occidental en reconocer y recibir a los rebeldes del Consejo Nacional de Transición como los únicos interlocutores legítimos del pueblo libio.
Antes ya había dado muestras de su habilidad negociadora en momentos de crisis. Por ejemplo, en 2008 cuando, sin consultar con el resto de sus socios europeos, negoció un cese el fuego entre Rusia y Georgia o durante la Presidencia de turno de la UE entre julio y diciembre de 2008.
Al poco de llegar al poder, también se encargó de que Gadafi liberara a unas enfermeras búlgaras condenadas a cadena perpetura y negoció con el entonces presidente colombiano Álvaro Uribe la puesta en libertad por las FARC de su compatriota Ingrid Betancourt .
Pero a Sarkozy se le ha acabado el tiempo de repetir nuevas hazañas. Los franceses han hablado y le quieren lejos del Gobierno. Aseguró que se retiraría de la política si no ganaba las presidenciales, pero en su discurso tras confirmarse el bacatazo electoral no aclaró cuál será su futuro a partir de ahora. Lo que sí confirmó es que no dirigirá la campaña de las legislativas que se celebrarán el próximo mes de junio, dejando huérfana a su formación, la Unión por un Movimiento Popular (UMP).
Antes de conocer los resultados, dijo que no le importaría disfrutar de una prejubilación anticipada para cuidar de su recién nacida hija Giulia. Lo cierto es que a los franceses les parecerá mentira no ver cada día al hombre que ha copado las portadas y las pantallas de televisión durante cinco años. Au revoir Nicolas.