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Análisis

El euro cae preso de su pecado original

  • Grecia paga los errores de la construcción de la moneda única
  • En los tratados no hay ninguna claúsula que contemple la salida del euro
  • Documentos del Gobierno alemán revelan que Italia no debió entrar

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La dificultad de abandonar el euro

La hemeroteca

"El euro será un moneda débil, la inflación aumentará en toda Europa, tendremos inestabilidad en los mercados internacionales de divisas y enfrentamientos políticos (...). Europa sufrirá problemas de ajuste interno debido a su incapacidad para reformar su mercado laboral", vaticinaba en febrero de 1997 en el Foro Económico de Davos el director del Dresdner Bank, Ernst -Moritz Lipp. En cambio, si la UEM se limitaba "a los países situados al norte de los Alpes, incluyendo Francia, la estabilidad del euro está prácticamente asegurada", añadía.

"La cuestión que se plantea es si un país con un extremadamente alto nivel de deuda pone en riesgo los esfuerzos de consolidación presupuestaria,  perjudicando no solo a él mismo sino a la unión monetaria en un conjunto". Esta frase no la ha pronunciado ni el presidente del Eurogrupo Jean Claude-Juncker, ni el ministro alemán de Finanzas Wolfgang Schüble, ni el comisario europeo de Asuntos Económicos Olli Rehn, aunque han hecho declaraciones similares en los últimos días. Hay que retroceder en el tiempo para encontrar a su protagonista, concretamente a 1998, pocas semanas antes del lanzamiento de la moneda común.

Por aquel entonces, Italia era el eslabón más débil de los 11 países llamados a formar parte del exclusivo club del euro, y el agregado financiero de la Embajada alemana en Roma expresaba sus recelos sobra la viabilidad de la unión monetaria en un certera y profética advertencia al Gobierno de Berlín.

Documentos del Ejecutivo alemán desclasificados recientemente revelan que la Cancillería de Helmut Kohl tenía profundas dudas sobre el euro en el momento de su nacimiento. Así lo recogía la pasada semana el diario Der Spiegel en un extenso reportaje en el que desgrana los defectos congénitos de la moneda única. De las centenares de cartas que se cruzaron Berlín y Roma entre 1994 y 1998, así como de los informes internos del propio Gobierno alemán se deduce que Italia nunca debería haber entrado en la Unión Económica y Monetaria (UEM) y que, si lo hizo, fue en base a consideraciones exclusivamente políticas a expensas de los criterios económicos.

La entrada de Italia sentó un peligroso precedente para, según Der  Spiegel, cometer "un error mucho más grande dos años después", con la  inclusión de Grecia. Las informaciones de prensa de aquellos años recogían esa desconfianza. Los titulares que deja la  hemeroteca de 1998 no distan demasiado de los que podemos leer estos  días. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre sobre el proyecto más  ambicioso de la Unión Europea, nadie pensó o no quiso pensar en que la moneda común podía fracasar.

¿Salirse del euro es posible?

Con los tratados internacionales que dan forma a la Unión Europea y también a la Unión Monetaria en la mano, se puede afirmar que no hay ningún mecanismo que recoja la salida del del euro por parte de los Estados, al margen de los países que firmaron la cláusula opt-out (entre los que están Reino Unido y Dinamarca), cuya pertenencia a la UE no les obliga a integrarse en el euro, algo que sí opera para el resto.

Con la llegada del Tratado de Lisboa (2007), el artículo I (50) recoge por primera vez una claúsula legal que permite el abandono voluntario de la UE,  pero no hace ninguna referencia a la salida del euro. En este caso, el país debería presentar su solicitud ante el Consejo Europeo y ésta tendría que ser aprobada por una mayoría cualificada de los Veintisiete, previo respaldo del Parlamento Europeo.  ¿Significa esto que Grecia no podrá salir del euro sin salirse también de la Unión Europea?

"El Tratado no prevé una salida de la eurozona sin una salida también de la Unión Europea", explicó claramente este otoño una portavoz de la Comisión Europea, Karolina Kuttova, en Bruselas. Y, recordó, además, que un país sí puede pedir la retirada de la UE, pero los Estados miembros no pueden solicitar el abandono de otro socio.

El silencio legal sobre esta posibilidad refleja que el euro nació con vocación de irreversabilidad, o bien con una intencionada ambigüedad porque nadie quiso abrir la espita de un escenario tan traumático. "Nunca se pensó en el derecho a abandonar el euro por las dificultades jurídicas y trastornos económicos que supone", afirmaba el analista económico y colaborador de la Fundación Ideas al diario Cinco Días, Alejandro Inurrieta.

Asfixia financiera

Sin embargo,  ahora que la salida de Grecia del euro es un escenario más  probable que hipotético, los juristas de la UE tendrán que encajar como  puedan este imprevisto legal.

“Algo de ese tipo se sabe como empieza pero no como acaba”, subraya a RTVE.es la subdirectora de Fride, Cristina Manzano, que no tiene nada claro que, como sostiene el ministro alemán de Finanzas, la zona euro pueda superar la salida de Grecia, aunque sí cree que, llegado el momento, los líderes europeos encontrarían una fórmula alternativa que pasase por que Atenas abandone la eurozona pero no la UE.

"Si un miembro del club no respeta las reglas,  lo mejor es que se vaya del club", advirtió recientemente el presidente de la CE, José Manuel Durao Barroso, sin sopesar la crisis institucional que una actuación de este tipo desencadenaría.

Lo cierto, es que se han roto los tabúes sobre la salida de Grecia del euro. Según informa la agencia Reuters, el ministro de Finanzas alemán reconoció la pasada semana que se están elaborando planes de contingencia y que a Grecia podría no quedarle otra opción que pedir su abandono. O, mejor dicho, forzarla a que lo pida ahogándola financieramente.

Grecia ya está con el agua al cuello y si la troika cumple su amenaza de bloquear el rescate por la falta de acuerdo del Ejecutivo heleno sobre el paquete de austeridad, la deriva de Atenas será inevitable. De hecho, el miércoles pasado la eurozona ya le retuvo parte del siguiente tramo de ayuda ante la incertidumble política generada tras las elecciones legislativas.

Al margen de las consecuencias económicas de una eventual salida de Grecia del euro -fuga de capitales, 'corralito', contagio a los países del sur y un híper devaluación de la nueva moneda, entre otras- diplomáticos y legisladores llaman la atención sobre los efectos sociales y las implicaciones políticas.

El coste social de dejar a Grecia en el camino

"No estoy oyendo apenas discutir sobre lo que significa para Grecia como sociedad, o para la paz y la seguridad en Europa", ha subrayado un alto funcionario comunitario, que ha advertido del riesgo de una inmigración descontrolada, el auge de la extrema derecha o movimientos políticos violentos, incluso un golpe de Estado.

“La situación en los Balcanes no está cerrada y con una Croacia dentro  de la UE y Grecia fuera algunos actores pueden buscar ejercer  influencia, como Rusia”, señala también a RTVE.es la subdirectora de Fride, que insta a los líderes europeos a reflexionar sobre la importancia geoestratégica del país mediterráneo.

Pero lo urgente no impide ver, por ahora, el cuadro completo y la mirada de la eurozona se centra estos días en el corto plazo y en contener los ataques especulativos de los mercados contra Grecia y los eslabones más débiles de la UE, entre ellos España, que ha visto cómo este lunes se ha disparado su prima de riesgo hasta rozar los 500 puntos básicos y el parqué madrileño se ha desplomado.

A la UE le toca una vez más apagar un fuego por no haber podido controlar una pequeña hoguera. Y es imposible predecir si el incendio va o no a devorar todo el bosque. Como ha asegurado este lunes el presidente del Banco Central Irlandés y legislador del BCE, Patrick Honohan "la salida del euro no estaba en la legislación y pueden ocurrir cosas que no están en los tratados". 

Grecia es la primera víctima de los errores de una Unión Económica y Monetaria que echó a andar sin políticas fiscales ni instituciones compartidas. Desde entoces, las medidas que se han tomado han sido meros parches y pasos a ninguna parte que han abocado a Europa a un callejón sin salida.  Y todo apunta a que tendrá que volver a desandar esos pasos para, o volver al punto original, o tomar, ahora sí, il cammino virtuoso.