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Afganistán y su futuro pasan por Chicago

  • La OTAN determinará cómo se producirá la retirada final de las tropas
  • Se centrarán en la formación y el adiestramiento de las fuerzas afganas

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¿Cómo están divididas las tropas de la OTAN en Afganistán?

Si bien Afganistán siempre ha estado presente en las cumbres de la OTAN desde que la organización asumiera en 2003 el mando de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad), en ésta de Chicago el país asiático es el elemento central, como ya ocurriera en la de Lisboa de 2010. Entonces, la Alianza Atlántica fijó la retirada de sus para finales de 2014 y decidió iniciar un proceso de transición en el que se ha venido traspasando la responsabilidad de la seguridad al ejército y policía afganos en más y más zonas –ya hay prácticamente tres cuartas parres de la población bajo responsabilidad de las fuerzas de seguridad afganas-.

En Chicago, los jefes de estado o gobierno de los países de la OTAN han de determinar cómo se va producir la retirada final del grueso de las tropas y han de diseñar y establecer cómo será la nueva misión aliada que sustituirá a la actual, en enero de 2015. Será una misión con una tarea distinta a la de ISAF y mucho más reducida. No habrá fuerzas de combate y se centrará en la formación, adiestramiento y asesoramiento de las fuerzas afganas.

Difícil relación con las tropas internacionales

No han sido fáciles las relaciones entre Afganistán y los países aliados en estos últimos meses en el que han seguido habiendo “daños colaterales”, pero, sobre todo, incidentes en los que han estado envueltas las tropas de Estados Unidos como la aparición en enero de un video que mostraba a marines orinando sobre los cadáveres de unos talibanes o la quema accidental de coranes en una base norteamericana en febrero o en marzo la matanza de 17 personas en la provincia de Kandahar provocada por un sargento. Pero las tropas internacionales también han perdido a 23 militares asesinados por insurgentes infiltrados entre los solados afganos que están siendo entrenados por los militares extranjeros.

Todo esto no ha impedido que los presidentes de Estados Unidos y Afganistán, Barack Obama y Hamid Karzai, firmaran un acuerdo militar estratégico  a principios de mayo en la capital afgana coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Bin Laden, acuerdo que presentarán a los aliados en Chicago. Obama quiere que sus socios se comprometan a compartir responsabilidades y gastos en la nueva etapa.

En cualquier caso, está ya claro que seguirá habiendo militares foráneos en suelo afgano más allá de 2014. No se sabe su cantidad pero sí que no serán fuerzas de combate directo. Serán fundamentalmente asesores, técnicos e instructores. El acuerdo estratégico entre afganos y norteamericanos se había hecho imprescindible.

Estados Unidos buscaba una “salida digna” para las tropas pero también se quiere evitar una nueva guerra civil o el retorno de los talibanes, a la vez que se asegura el futuro económico del país asiático. Las alternativas en el caso de una retirada total de las tropas extranjeras eran poco halagüeñas y podrían conducir directamente a un rápido deterioro de la seguridad y a un retroceso de los avances obtenidos en estos más de 10 años de intervención extranjera en el país.

Por eso, la administración norteamericana ha decidido variar su decisión y ha pasado a sustituir el plan inicial de Obama de retirar totalmente las tropas por un una reducción de las mismas y una nueva misión que ahora debe perfilar la OTAN.

Washington no renuncia a la lucha contra Al Qaeda

Es importante destacar que Washington no renuncia a seguir controlando la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda. Por eso, sus tropas podrán continuar con las operaciones antiterroristas. La duda a resolver en Chicago es si estas fuerzas especiales quedarán integradas bajo el paraguas OTAN, a lo que se oponen Francia, Italia y Alemania.

En la ciudad norteamericana se va a diseñar y organizar fundamentalmente la retirada ordenada de las tropas de combate y a asegurar que no se eche por tierra lo conseguido y no se dé alas a los talibanes. Que se consigan o no estos objetivos es otra cuestión. La insurgencia no está sino esperando la retirada de las fuerzas internacionales para intentar recuperar el poder.

Habrá que ver también cómo consigue la organización no romper totalmente el principio de “entramos juntos, salimos juntos” que se ha marcado. Francia, como algunos otros miembros, desean adelantar el calendario de salida de sus tropas. El nuevo presidente francés, François Hollande, se comprometió a ello durante su campaña electoral. Pero el objetivo de la OTAN es que el grueso de la salida de las tropas se produzca en 2013, pero no antes. 

Y seguro que el debate en torno a la financiación de las fuerzas a partir de 2014 tampoco será fácil. La crisis económica y financiera no hace sino complicar las cosas sin olvidar que es una de las razones fundamentales que ha llevado a la decisión de retirar las tropas. Estados Unidos aporta en la actualidad la práctica totalidad del presupuesto pero Washington no está dispuesto a seguir haciéndolo después de 2014. Sí asumiría alrededor de la mitad de los 4.100 millones de dólares al año del coste calculado si el resto de la comunidad internacional se hace cargo del resto. Sin una financiación suficiente y una formación adecuada del ejército y la policía afganos no será viable que se hagan cargo de la seguridad del país, algo vital para Kabul.

Cooperación necesaria de Pakistán

En la cumbre de Chicago va a haber que hacer un encaje de bolillos entre los intereses, necesidades y capacidades de los distintos aliados de la OTAN y el gobierno de Afganistán. Pero no se pueden dejar de lado a otros actores fundamentales como Pakistán, cuya cooperación es más que necesaria. En el santuario paquistaní están los talibanes afganos y la central de Al Qaeda.

El presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, está presente en la ciudad estadounidense. Ya habría acuerdo para la reapertura de las rutas de suministro de las tropas aliadas a través de Pakistán, después de haber permanecido bloqueadas durante seis meses en respuesta a la muerte accidental de 24 militares paquistaníes tras un bombardeo de la OTAN en una zona fronteriza con Afganistán. Las vías alternativas usadas por la Alianza son bastante más caras y dificultosas. Sin la colaboración paquistaní -hay que redoblar esfuerzos para conseguirla- no se puede conseguir una solución duradera y estable para el conflicto en Afganistán, para la que la que hay que contar también con otros actores regionales como India, Irán o China.

En Chicago, sin duda, se “leerá la cartilla a Karzai” y se le exigirá que luche de forma contundente y eficaz contra la corrupción. Además, y no menos importante, está la viabilidad económica del país asiático. La drástica reducción de tropas es un grave perjuicio para la débil economía afgana que se calcula está ligada hasta un 90% a la presencia de las fuerzas y las donaciones exteriores. La ayuda internacional deberá prolongarse durante mucho tiempo, incluso varias décadas.

La cumbre de Chicago debe ser también un respaldo importante para el desarrollo del difícil proceso de reconciliación nacional afgano. Hay que reactivar las opciones de negociación política, enviar un claro mensaje a los enemigos políticos del gobierno, sobre todo los talibanes, y a las potencias regionales de que Occidente con Estados Unidos a la cabeza no va a abandonar al pueblo afgano a los intereses de unos y otros. Se enmendará así el error cometido por Obama al anunciar prematuramente la retirada total de las tropas y ponerle fecha concreta, 31 de diciembre de 2014.

El pacto estratégico con Estados Unidos abarca hasta 2024, los compromisos adquiridos por los aliados de ayuda económica hasta ahora también. Los afganos no están dispuestos a retroceder al pasado y tener la paz a cualquier coste y hay unas líneas rojas que no están dispuestos a que se traspasen, como la Constitución o los derechos de la mujer, en posibles negociaciones con los talibanes, suspendidas oficialmente de momento.

El tono de las críticas de Karzai a Estados Unidos y los aliados y viceversa ha bajado últimamente. Es probable que ninguna de las partes olvide una cruel lección de la historia afgana. El gobierno apoyado por la antigua URSS, y presidido por el presidente Najibulá no colapsó cuando se retiraron las tropas soviéticas en 1989, sino tres años después cuando la URSS se había desintegrado y se acabó su ayuda. Karzai no necesita que le recuerden que Najibulá fue torturado y asesinado por los talibanes y su cadáver colgado a la vista de todos.

Los aliados tampoco deben olvidar que el abandono de Afganistán a su suerte después de la Guerra Fría llevó a una guerra civil, a la llegada de los talibanes al poder y de Al Qaeda a Afganistán.

Para Afganistán ha llegado probablemente la hora de la verdad. De Chicago -una vez más se decide fuera del país sobre su futuro- debe salir un plan viable, firme y comprometido que permita ver a los afganos algo de luz al final del túnel. Si no, se está condenado a un nuevo fracaso en el país asiático.

* Pilar Requena es redactora del programa "En Portada" y autora del libro "Afganistán".