El 'nido' de cuervos del Vaticano supera la ficción
- Nuevos 'topos' señalan que el 'Vatileaks' va más allá del mayordomo
- Roma sigue la investigación pero niega que haya cardenales implicados
- La lucha entre la transparencia y el poder se sitúa como trasfondo del conflicto
- La curia y su máximo dirigente, Bertone, se sitúan en el centro de la lucha interna
"Observe esta piedra. Ha estado en el agua durante muchísimo tiempo. Sin embargo, el agua no le ha penetrado. Está completamene seca. Lo mismo les ha ocurrido a los hombres en Europa. Durante siglos han estado rodeados por el cristianismo pero Cristo no les ha penetrado. Cristo no vive en ellos."
Con estas palabras el cardenal Lamberto, luego Juan Pablo I, trata de explicar a Michael Corleone en una escena inolvidable de El padrino III por qué los miembros de la más alta jerarquía eclesiástica le han traicionado en sus operaciones con el Banco Vaticano.
Se trata de un episodio de ficción inspirado en una historia muy real: la del escándalo del Banco Ambrosiano, en 1982, cuya caída con más de 1.000 millones de dólares en activos tóxicos, con lazos con la mafia y lavado de dinero, salpicó de lleno al banco de la Santa Sede.
El arzobispo Paul Marcinkus, por aquel entonces gobernador del Banco Vaticano, fue la reconocida inspiración de Francis Ford Coppola para el personaje del arzobispo Gilday, el contacto de los Corleone en Roma que los traiciona finalmente.
Pero, en realidad, la historia más intrigante es la del presidente del propio Banco Ambrosiano y centro del escándalo, Roberto Calvi, conocido como el 'banquero de Dios', que apareció ahorcado en el puente de Blackfriars en Londres, en un caso en el que nunca se resolvió si se suicidó o fue asesinado.
¿Protectores del Papa?
Treinta años después, otro presidente del Banco Vaticano, el italiano Ettore Gotti Tedeschi, un católico conservador muy cercano al Papa Benedicto XVI, era destituido por el propio consejo del banco acusado de negligencia y por no cumplir con sus obligaciones.
En unas escuetas palabras, Tedeschi denunció que fue laminado de la institución por su deseo de instaurar una mayor transparencia, algo que se hace fundamental si el Vaticano quiere entrar este verano en la "lista blanca" de estados que cumplen sus obligaciones internacionales en cuanto a la evasón fiscal y el lavado de dinero.
Preguntado por más datos acerca de su salida, Tedeschi se limitó a decir de manera enigmática que no hablaba más "para proteger al Papa".
Esa misma fórmula ha sido empleada de manera sospechosa por dos supuestos "cuervos", palabra como se conoce a los autores de la filtración de documentos confidenciales del Vaticano por la que fue detenido la pasada semana el mayordomo personal del papa, Paolo Gabriele, en uno de los mayores escándalos del Vaticano precisamente desde la Banca Ambrosiana.
"Quien lo hace (la filtración de documentos) actúa a favor del papa. Porque el objetivo del 'cuervo', o mejor dicho, de los 'cuervos' -ya que se trata de más personas- es que emerja el movimiento que existe dentro de la Iglesia en estos últimos años, a partir de 2009-2010", afirma un supuesto "topo" en declaraciones al periódico La Repubblica.
Otro de esos supuestos 'cuervos', citado por el diario La Stampa, añade: "Somos muchos, y muchos niveles. Nos decidimos a tomar medidas para ayudar al Papa".
El origen: las disputas por corrupción
Pero, ¿por qué y de quién habría que proteger al Papa? Para saberlo hay que remitirse a un libro, escrito por el periodista italiano Gianluigi Nuzzi, llamado "Su santidad" que reveló una serie de documentos secretos que contienen filtraciones sobre el papel del Banco Vaticano o la lucha contra la corrupción en el seno de la Santa Sede.
Nuzzi, que publicó el libro hace apenas unos días, no ha querido revelar sus fuentes, pero defiende que, en todo caso, se trata de gente devota "verdaderamente preocupada por la Iglesia católica".
Según esta interpretación, los 'topos' estarían haciendo un favor al Santo Padre, más aún, actuarían como "agentes de Benedicto", según el que habló con La Repubblica.
El origen de este movimiento estaría en los años 2009 y 2010, cuando algunos cardenales "comienzan a percibir una pérdida de control central". En otras palabras, que Benedicto XVI empieza a perder peso en los asuntos internos frente a su secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
La gota que colma el vaso se produce en el verano de 2011, cuando las investigaciones del monseñor Carlo María Viganó, por aquel entonces secretario general del Governatorato de la Ciudad del Vaticano, sobre episodios de corrupción se interrumpen de manera abrupta por disputas con Bertone.
En una carta remitida a Benedicto XVI y hecha pública por estos topos, Viganó le relata estos episodios de corrupción y le pide seguir al frente de la investigación, pero el Papa le aleja de Roma y le convierte en nuncio en Estados Unidos.
Según indica el supuesto "topo", el papa no pudo hacer nada porque "significaría una fractura pública con su brazo derecho".
Esta versión la confirma el topo del periódico La Stampa, que considera que a partir de ese momento se comprueba que Benedicto XVI "no sería capaz de imponerse a Bertone".
"Los cardenales entienden así que el papa es débil y van a buscar la protección de Bertone (...) El papa entiende que debe protegerse y convoca a cinco personas de su confianza, cuatro hombres y una mujer, que son los llamados relatores, los agentes secretos de Benedicto", afirma la fuente de La Repubblica.
Esa mujer "es la estratega. Después está quien materialmente recoge las pruebas. Otro prepara el terreno y los otros dos permiten que todo sea posible. En este asunto el papel de estas personas ha sido el de informar al papa sobre quiénes eran amigos y quiénes enemigos, para poder así saber contra quién luchar", añade.
La salida de Tedeschi y la detención del mayordomo
El segundo episodio de esta batalla es el cese del presidente del Banco del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, que se habría producido por los "celos" de Bertone por el hecho de que este solo dé cuentas de su actividad al papa, quien tras conocer la noticia de la destitución, según el supuesto "cuervo", se puso a llorar por su "amigo Ettore".
"Después se enfadó muchísimo y reaccionó diciendo que la verdad sobre este asunto tendría que salir", afirma el entrevistado, quien dice que el papa no impidió ese cese porque "habría significado una fractura clamorosa con su secretario de Estado".
Apenas 24 horas después era detenido el mayordomo del Papa en posesión de documentos confidenciales, en un caso que ha desatado las especulaciones de la prensa italiana: ¿Es realmente Gabriele un traidor, una especie de Judas del siglo XXI que traicionó al hombre al que servía el desayuno y la cena cada día?¿O es quizá víctima de un complot que quiere echarle unas culpas que no eran suyas?¿Quizá fue un simple ingenuo que quiso con las filtraciones poner en solfa a la corrupción vaticana?
Los datos personales de este romano de 46 años que vive en el Vaticano con su mujer y tres hijos arrojan dudas sobre su papel en esta historia.
"¿Por que pondría en riesgo la buena vida familiar que ha construido?", se preguntaba en voz alta un sacerdote no identificado en palabras al cronista vaticano de La Stampa, Andrea Tornielli tras definir al conocido como 'Pauletto' como un "hombre de simplicidad".
Según los "cuervos, el mayordomo sería un miembro más de esa célula de próximos al papa que tratan de protegerlo de la Curia. Para la comisión especial que ha ordenado su detención, creada por el propio Benedicto XVI el pasado mes de abril, es sospechoso de "robo agravado", al tratarse de documentos de un jefe de Estado.
Las intrigas vaticanas
La tercera teoría es más mundana pero fiel a la historia de intrigas vaticanas y luchas de poder dentro de la Curia.
El historiador eclesiástico Alberto Melloni escribía en el Corriere della Sera: "Esto no es una filtración de documentos que pueda calificarse como traición; es una estrategia de tensión, una orgía de vendetas y de vendetas preventivas que ahora se han escapado del control de aquellos que pensaban que podían orquestarlas".
Según esta teoría, el mayordomo no sería más que un instrumento de un grupo no identificado de "cardenales, arzobispos y monseñores" que preparaban "un auténtico golpe de estado" en el Vaticano, según La Repubblica.
"Los cerebros que han concebido este plan son los mismos que han filtrado los documentos a los medios de comunicación a través de topos con el objetivo de sembrar la discordia y hacer caer al gobierno vaticano", añade el rotativo.
Los máximos sospechosos estarían dentro del Colegio cardenalicio y en concreto en el grupo de cardenales de la "vieja guardia" de Juan Pablo II, que se han visto aislados del grupo de poder de Bertone.
Así que, tras los cuervos no habría más que una conjura para "eliminar a Bertone" en un contexto muy concreto: escándalos de pederastia, problemas con los integristas católicos y los Legionarios de Cristo y un pontífice en avanzada edad, con la consiguiente necesidad de situarse bien en el cónclave futuro.
"Hay algunos que se oponen al secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Hay quienes piensan que Benedicto XVI es demasiado débil para llevar la Iglesia. Quienes consideran que es el momento adecuado para dar un paso adelante. De este modo se ha convertido en un todos contra todos, en una guerra en la que no se sabe ya quién está con quién y quién contra", reconocía el topo.
Mientras, el Vaticano calla más que habla y se limita a negar que haya un cardenal o una mujer entre los sospechosos. El mayordomo, por su parte, muestra su disposición a colaborar tras cuatro días encerrado en las bóvedas vaticanas, consciente de que se puede convertir en un cabeza de turco.
Y por último, Benedicto XVI solo responde a través de sus sermones. El último, el del pasado domingo de Pentecostés.
"Debemos elegir si permanecer bajo la bandera del diablo o bajo la de Jesús. Bajo la primera bandera nos unimos en busca de riqueza, el vano honor, el orgullo y por lo tanto todos los vicios. Bajo la de Jesús amando la pobreza -espiritual y material-, la humillación, la humildad y todo lo que se llama virtud", aseguraba citando a San Ignacio de Loyola, aunque sus palabras las podría haber suscrito el cardenal Lamberto.