Cómo Bankia puede cambiar Europa en 4 pasos
- La nacionalización del banco español cambia el discurso europeo
- El uso del fondo de rescate de manera directa obliga a cambiar tratados
- El BCE lo sitúa en un plan global de unión bancaria que transformaría la UE
- Berlín pone como condición la cesión de soberanía, a lo que se resiste Francia
- Si no se refuerza la Eurocámara este plan supondría un déficit democrático
Para el ministro de Economía, Luis de Guindos, es cuestión de semanas. Para el inversor multimillonario estadounidense, George Soros, son tres meses. De acuerdo con el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, tendrá que llegar de aquí a final de año. En el caso de la canciller alemana, Ángela Merkel, se trata de un plazo de entre cinco o diez años.
Se trata ni más ni menos de la mayor transformación de la Unión Europea desde el Tratado de Maastricht, que podría suponer una unión fiscal, bancaria y política tras los problemas evidenciados por la crisis de deuda en la unión monetaria.
Y, sin embargo, si llega será, paradójicamente, cuando la propia UE esté a un paso del precipicio contrario, el de la desintegración y la ruptura del euro.
"La crisis ha alcanzado un nuevo nivel. Los políticos se están dando cuenta de que solo hay dos opciones: más integración o la ruptura", añadía en palabras al New York Times Jens Nordvig, especialista en monedas de la consulta estadounidense Nomura.
Esta nueva fase de la crisis de deuda se manifiesta el pasado mes de mayo, justo dos años después de que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero iniciase los primeros grandes recortes ante la presión de Bruselas y Berlín ante el temor a un contagio de la crisis griega.
Veinticuatro meses después y tras varias oleadas de recortes, estrategias europeas, reformas de tratados e incluso de las constituciones nacionales, el foco sigue siendo el mismo: la crisis política griega, con el triunfo de los partidos antirrescate, ha puesto en jaque su pertenencia al euro mientras la nacionalización de Bankia vuelve a colocar a España bajo la mirada de los mercados ante los rumores de un posible rescate.
Bankia y el círculo vicioso
En ambos casos, como en los de Italia e Irlanda, el director del think tank europeo Bruegel, Jean Pisani, observa una serie de potenciales "círculos viciosos" y de "crisis autocumplidas".
"Las preocupaciones sobre la solvencia soberana han contaminado a los bancos y las preocupaciones sobre la solvencia de la deuda de los bancos han contaminado a los países. La explicación es que los bancos tienen cantidades masivas de la deuda emitida por sus países y los países son los únicos responsables de rescatar a los bancos en su territorio", señalaba en un artículo en su blog la semana pasada.
Con Bankia, esta situación llega a su extremo: un país en recesión con tipos de interés sobre su deuda soberana insostenibles a largo plazo tiene de repente que afrontar el coste de rescatar a una entidad sistémica, hasta el punto de que para muchos analistas puede pasar de tener un problema de liquidez a otro de solvencia.
El propio ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, reconocía este martes que "la prima de riesgo muestra que España tiene los mercados cerrados". El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, abundaba en esa idea: España tiene "un problema financiación, liquidez y sostenibilidad de la deuda.
Ante esta situación, los líderes europeos empiezan a esbozar una solución, resumida por Ángela Merkel de la siguiente manera: "Más Europa, no menos".
Pero, ¿qué significa más integración? ¿Es lo mismo para España, que necesita el apoyo urgente de sus socios para recuperar la confianza; para Francia, ansiosa de más crecimiento sin perder su estado social a través de los recortes, o para Alemania, que considera fundamental que se implante su modelo de reformas y austeridad para seguir apoyando a sus vecinos del sur?
A corto plazo: la recapitalización directa de la banca
Cuando el ministro De Guindos hablaba de semanas y ponía el foco en España e Italia no era ni mucho menos casual: la situación en los dos grandes países periféricos del euro es ahora lo que más preocupa a ambos lados del Atlántico y empieza a clamarse por soluciones urgentes, tal y como muestra la cumbre convocada por el G-7.
"Si los países de la zona euro de manera colectiva inyectan dinero directamente en los bancos españoles, el rescate sería menos dañino para las finanzas públicas españolas y la relación viciosa entre los debilitados bancos del país y el empeoramiento de su deuda soberana sería roto", señalaba el semanario The Economist en su última edición.
Esta visión es más o menos compartida por países como Francia e Italia, e incluso por la propia Comisión Europea, que sin embargo reconoce que requeriría el cambio del pacto fiscal, que ya está siendo debatido por los parlamentos nacionales, lo que supondría reiniciar un proceso ya de por sí penoso según el cual algunos países, entre ellos Alemania, están encontrando resistencia interna para dar visto bueno a la versión acordada a finales del año pasado.
Como elemento de transición, la Comisión Europea propondrá la creación de una red de fondos nacionales de resolución bancaria, según el cual los fondos nacionales se prestarían entre sí en caso de una crisis como la actual.
El ministro de Finanzas francés, Pierre Moscovici, se reúne esta semana con su homólogo español, Luis de Guindos, que ya mantuvo un encuentro con el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, que según el semanario Der Spiegel, le ofreció acceder al fondo de rescate europeo, eso sí, a través de la petición de ayuda de España como estado soberano.
España no quiere pedir el rescate por el estigma que supondría para su prestigio como país y el coste político que conllevaría, con una 'troika' de prestamistas internacionales (Unión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo) aprobando nuevos tramos de ayuda a cambio de más reformas.
"España quiere el dinero para rescatar a sus bancos pero no quiere las condiciones pero al final tendrá que aceptar las condiciones porque, por ahora, estas son las reglas", defendía Charles Wyplosz, experto en finanzas internacionales del Graduate Institute en Ginebra en declaraciones al New York Times.
A medio plazo: la unión bancaria
Ante los problemas que podría desencadenar para toda la eurozona rescatar a una economía del tamaño de España por los problemas de su sector financiero, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, lanzó una idea la semana pasada: la unión bancaria, en la que la recapitalización a través del fondo de rescate estaría integrada en una oleada de reformas mayor.
Draghi, junto al presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y el del Eurogrupo, Jean-Paul Juncker, forma el llamado "grupo de los cuatro", los dirigentes europeos que tendrán que esbozar el comienzo de una nueva etapa de la unión monetaria en la cumbre de final de mes para que quede rubricada a finales de 2012.
El panorama que los 'federalistas' europeos están esbozando sería el siguiente: Un sistema bancario común para la eurozona, bajo supervisión del BCE, con un fondo de rescate que actue como una especie de Fondo Monetario Internacional europeo que ampliaría de manera considerable sus fondos, quizá incluso con la emisión de eurobonos.
Para el columnista del Financial Times, Wolfgang Munchau, la ventaja para España es evidente: "La noción de un banco español dejaría de existir. Bankia estaría en España pero ya no sería español".
A su juicio, la recapitalización debería ir unida a la garantía europea de depósitos y a un regulador central con capacidad de supervisión a nivel europeo.
En la misma línea, la canciller alemana, Ángela Merkel, sostenía tras reunirse con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso: "a medio plazo tenemos que aclarar la cuestión de la supervisión bancaria y en qué medida ponemos los bancos de importancia sistémica bajo un control específico".
El problema de esta supervisión es que supondría dejar a los bancos centrales de los países de la eurozona apenas sin competencias y que genera reticencias en los gobiernos nacionales "por temor a que exponga a los contribuyentes nacionales a más inyecciones de capital", según el analista del Financial Times Gavyn Davies.
El problema para Merkel llega por el otro lado: un fondo de rescate que se use para recapitalizar la banca y otro para garantizar los depósitos requiere sumas enormes de dinero que plantean una pregunta evidente: ¿Quién pone el dinero?
"Los países con sistemas bancarios más fuertes son de manera natural reacios a subsidiar a aquellos cuyos sistemas bancarios son percibidos como más débiles", reconoce Pisani, que cree que en efecto "aunque los países del norte de Europa son reacios a embarcarse en el apoyo a España (...) al final la supervivencia del euro hará que merezca la pena esa transferencia".
Desde Alemania, la cuestión la reformulan de otra manera: "¿Nuestro socios realmente quieren más Europa o solo quieren más dinero alemán?", resumía a Reuters una fuente oficial de Berlín.
A largo plazo: la unión fiscal patrocinada por Merkel
Para responder a estas medidas de carácter bancario, Merkel tieme una respuesta, resumida en un documento llamado "Más crecimiento para Europa: Empleo, inversión e innovación", que refleja cuál es su credo fundamental para el futuro de Europa, la llamada "unión fiscal".
El calendario que maneja Berlín para este asunto supone una eternidad para Washington y los mercados -la cumbre de primavera de 2013, dentro de poco menos de un año- pero se antoja difícil de evitar ante las limitaciones a la hora de tomar decisiones y a la necesidad de la participación de Berlín en cualquier proyecto de unión bancaria.
La solución de la canciller es similar a la que esbozó hace apenas un año el ahora expresidente del BCE, Jean-Claude Trichet: un superministerio de Finanzas europeo con poder de supervisión sobre los presupuestos naconales, con más poderes sobre política fiscal para la Comisión Europea y con posibles sanciones a los países incumplidores por parte de la Corte Europea de Justicia.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hizo un claro gesto a Merkel al apoyar esta idea el pasado fin de semana al proponer una gran autoridad fiscal europea.
Sin embargo, el principal obstáculo que se va a encontrar Merkel para su propuesta no es España ni a los países periféricos del euro, sino a Francia, reacia tradicionalmente a cualquier cesión de soberanía y que cuenta con fuerzas internas con cada vez más poder -la extrema derecha de Marine Le Pen y el Frente de Izquierdas de Jean-Luc Mélenchon son un ejemplo- no solo contrarias a dar más soberanía, sino que quieren recuperar poder para los estados.
"Es un gran reto para Hollande, creo que él está preparado para una mayor integración fiscal pero creo que el resto de la clase política -tanto la izquierda como la derecha- no lo está", decía una fuente oficial frances a Reuters.
El futuro lejano: la unión política
El problema que tiene una cesión de soberanía del nivel que contempla esta unión fiscal es que se produce precisamente en un momento en el que la confianza en la Unión Europea y en sus instituciones está en sus horas más bajas mientras que la desconfianza hacia el poderío alemán no deja de crecer.
Ese escenario posible lo dibujaba Soros el pasado fin de semana: "Una eurozona dominada por Alemania en la que las divergencias entre los países acreedores y deudores continuaría aumentando y la periferia se convertiría en áreas permanentemente deprimidas en una constante transferencia de pagos. Eso convertiría a la Unión Europea en algo muy diferente de lo que era ese "fantástico objeto" que encendía la imaginación de los pueblos. Sería un imperio alemán con la periferia como su área de influencia".
Para tratar de aliviar esa visión, Alemania propone de dotar de más poderes al Parlamento Europeo, una institución elegida directamente por los ciudadanos europeos, que tendría que controlar a una Comisión de un marcado perfil tecnocrático.
Pero todo este proceso -que además sería largo y tedioso, con multitud de consultas y aprobaciones de infarto en parlamentos nacionales- tiene el riesgo de crear un efecto boomerang: reforzar el auge del populismo que ya se está manifestando en algunos países europeos si no se complementa con una democracia real a nivel europeo, donde proyectos políticos realmente distintos se enfrenten en las urnas con igualdad de posibilidades.
"El tradicional 'método Monnet' de integración europea (...) ha estrechado dramáticamente el espectro político en los estados miembros sin crear una ampliación del espacio para la política a un nivel europeo", denunciaba en un artículo reciente Marc Leonard, del European Council of Foreign Relations, donde alertaba del riesgo de que la unión política se convierta de facto en un dominio de la tecnocracia.
Para Leonard, "este enfoque de imponer reglas sobre la base de que no hay alternativa de hecho corre el riego de crear una rebelión a gran escala, que haría más difíciles a países como Grecia llevar a cabo las reformas".
"Sería una trágica paradoja si la culpabilidad del 'establishment' alemán sobre el extremismo pasado daña su habilidad para superar el populismo del futuro", concluía.