Miguel Ángel Fernández Ordóñez, o el coste de no tomar las medidas a tiempo
- El gobernador del Banco de España abandona el puesto entre grandes críticas
- La burbuja inmobiliaria, que el regulador no contuvo, ha marcado su mandato
- Los balances de las entidades se tambalean cinco años después del pinchazo
Miguel Ángel Fernández Ordóñez sale este fin de semana por la puerta de atrás del Banco de España, donde ha ejercido como gobernador desde 2006, justo un año antes del pinchazo de la burbuja inmobiliaria que ha asfixiado al sector financiero... y amenaza con hacerlo al Estado según va cubriendo este los agujeros que se destapan en las entidades y cuya aparición debería haber impedido el regulador.
MAFO (por sus iniciales), deja el puesto un mes antes de lo previsto y con España en el foco de los medios internacionales por la situación de su sistema financiero tras el escándalo de Bankia, la entidad en la que el Estado va a tener que poner 23.500 millones de euros para garantizar su solvencia y cuya constitución, por la fusión de varias cajas con grandes problemas por sus malas inversiones inmobiliarias, autorizó el Banco de España.
¿De partido o muy independiente?
Este economista de 67 años, con una brillante carrera de funcionario, ha dado que hablar mucho durante su mandato, desde su polémico nombramiento a su dimisión. Fue el primer gobernador designado sin acuerdo con el principal partido de la oposición, entonces el PP, que criticó la elección de un afiliado del PSOE que había ejercido hasta entonces como secretario de Estado de Hacienda a las órdenes de Pedro Solbes.
Después, hizo gala de su independencia hasta el punto de que era aplaudido por los conservadores y criticado por el Ejecutivo, al que instaba repetidamente a acometer una reforma laboral; una cuestión en principio secundaria para el Banco de España. Al final, las cosas han cambiado y el PSOE ha acabado defendiendo su gestión y ha sido el PP, desde su llegada al poder en diciembre, el que le ha criticado ante la escalada de la crisis financiera y ha terminado forzando su salida.
Mientras los medios centraban la atención en los discursos políticos de MAFO, el banco estudiaba pero no llegaba a concretar una regulación que podría haber acotado la extensión de la crisis financiera; aunque el problema venía de atrás.
Desde el nacimiento del euro, el crédito concedido por los bancos y cajas se dobló en solo ocho años: en 2000 suponía el 88% del PIB y en 2008 el 171%, con lo que la exposición al riesgo de impago de promotores y compradores de vivienda (la cartera que más creció en ese periodo) era muy grande. Es cierto que el regular español ya no manejaba la política monetaria (tipo de interés), en manos del Banco Central Europeo desde la formación de la moneda única, pero sí tenía competencias para haber exigido más provisiones al sector y frenado la burbuja.
De cincuenta cajas a solo dos
Y también para haber vigilado más estrechamente sus cuentas, así como para ordenar el proceso de fusiones incluso para limitar algunas prácticas (incluidas las remuneraciones, y siempre de acuerdo con el Gobierno). La mayoría de analistas coinciden en que Fernández Ordóñez no supo enfrentarse a los políticos que lucharon por mantener cuotas de poder en las sucesivas fusiones de cajas; aunque el proceso, aún inacabado, ha acabado superando las expectactivas.
En el caso de las cajas, han pasado de medio centenar a media docena y ni siquiera, pues en puridad bajo esa forma jurídica solo quedan dos pequeñas; el resto son bancos, que también se han concentrado mucho. Y todo eso en dos años y medio, ya que las uniones no empezaron hasta finales de 2009, tras la intervención de Caja Castilla La Mancha.
Entonces ya habían pasado tres años desde que la Comisión Europea pidió “más cautela” a las entidades financieras a la hora de conceder hipotecas y de la advertencia de la ONU de una “especulación desenfrenada” en España; dos años desde que estalló la burbuja financiera en Estados Unidos; y uno desde que se contagió a todo el sistema financiero por la quiebra de Lehman Brothers.
Después, la delicada situación de las finanzas de otros países europeos, las evidentes deficiencias de la unión monetaria y el debate entre los gobiernos han complicado mucho un problema en cuya solución tiene más responsabilidad que un banco nacional el BCE.
Presión y visión del exterior
Y más allá, depende de una coordinación global en un sistema donde el capital no tiene fronteras y de decisiones políticas para salir de la crisis económica.
Este martes, el sucesor de MAFO, Luis María Linde, recibirá el informe quinquenal definitivo del Fondo Monterario Internacional, que inevitablemente se interpretará como una evaluación de su mandato y debería despejar las incógnitas sobre los maltrechos balances de la banca española... sin olvidar que esa misma institución se deshacía en elogios hasta hace poco por la labor del Banco de España.
Desde entonces, una y otra reforma financiera (al menos cuatro grandes cambios entre los dos últimos gobiernos) han puesto en entredicho las valoraciones del Banco hasta el punto de que a los pocos días de aprobar la última, y por sugerencia de la UE, el Gobierno ha encargado una auditoría del sector a empresas extranjeras.
El reto ahora es enorme, y no solo por el volumen de activos a sanear ni por su complejidad, sino porque se trata de que la institución vuelva a ganarse el prestigio para regular el sistema fiduciario, es decir, el que se basa en la confianza.