Juliette Binoche se suelta la melena en 'Ellas', una película sobre la prostitución estudiantil
- Se estrena en España este viernes 22 de junio
- La actriz interpreta magistralmente el papel de una periodista
Cuando Juliette Binoche leyó el guión de Ellas se quedó sorprendida por el enfoque que la realizadora polaca Malgoska Szumowska había dado al tema de la prostitución estudiantil. A la actriz francesa, soberbia –como en tantas otras ocasiones– en su interpretación, le gustó que, en lugar de juzgar, se cuestionara una realidad tal vez incomprendida y, sin duda, desaprobada durante tanto tiempo.
Una vez adoptado como suyo el prisma con el que se quería tratar el tema, ambas se pusieron a trabajar mano a mano en esta historia que narra la vida de Anne, una periodista parisina y acomodada que tiene que hacer un reportaje sobre este tipo de prostitución para la revista en la que trabaja.
Para ello, entrevista a dos jóvenes que la ejercen para pagar sus estudios y alcanzar también un estatus social al que no podrían llegar de otro modo.
Anne, infelizmente casada y con dos hijos, se inmiscuye en la vida de las chicas, Lola (Anaïs Demoustier) y Alicja (Joanna Kulig), que le cuentan en las entrevistas lo que sienten cuando trabajan, lo que les dicen los clientes o lo que ellas tienen que hacer con tal de satisfacer el deseo sexual de ellos, en unos casos, y su soledad, en otros.
Flirteos poco claros y matrimonio que sigue
El filme recurre al flashback continua y desordenadamente para mostrar las dudas que surgen en Anne sobre conceptos que antes le parecían delimitados y, que de pronto, empiezan a hundirse en arenas movedizas como la familia, el sexo o la educación de los hijos.
Así, la protagonista, que duda de su relación pero no se atreve a ponerle fin, se deja atrapar por un mundo que a veces le sorprende –quizás exageradamente– y que le lleva a reir, a beber, a bailar y a dejarse llevar, conductas a las que parece no estar demasiado acostumbrada.
El flirteo que Anne tiene con las jóvenes es más que evidente pero no llega a concretarse, así como tampoco se llega a ninguna solución para mejorar el matrimonio vacío que le une a su marido y que parece, a juzgar por la última escena, que seguirá sujetando con hilos la familia.
Un poco extraña, aunque divertida, es también la escena en la que Anne y su marido cenan con el jefe de este y los comensales empiezan a convertirse en los clientes de las chicas, uno de ellos completamente desnudo y cantando Les feuilles mortes en la más pura versión de Yves Montard, como hizo una de las veces que tuvo sexo con una de ellas.
En definitiva, una película recomendable en la que sobre todo lo demás brillan las tres actrices y cuya intención única parece cuestionar –sin ofrecer ningún punto de vista– un tema tan antiguo como la existencia del ser humano.