El caso Sarajevo en los tribunales
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- El Tribunal para la antigua Yugoslavia ya ha dictado 145 condenas
No hay justicia sin verdad
Slavenka Drakulic
Si antiguos combatientes de los tres bandos enfrentados en la guerra no tienen problema alguno para manifestarse juntos en Sarajevo ante la sede del parlamento, algunos de sus antiguos jefes tampoco tienen problemas de convivencia en la prisión holandesa de Scheveningen.
En este centro, pegado a la antigua cárcel donde los nazis encarcelaron a los resistentes holandeses, viven juntos, sin mayor problema e incluso en un ambiente de camaradería, los antiguos enemigos que comparten un destino común: ser reclamados por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia por crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio.
El Tribunal para la Antigua Yugoslavia
Desde su creación, en mayo de 1993 por Naciones Unidas, el tribunal ha abierto unas 160 causas y ha dictado 145 condenas. Por sus celdas y salas han pasado o pasarán algunos de los grandes responsables del asedio y crímenes guerra y contra la humanidad cometidos en Sarajevo: Stanislav Galic, condenado a cadena perpetua; Miloševic Dragomir, condenado a 29 años de cárcel; Dorde Dukic, que falleció antes de terminar su proceso; Momcilo Perišic, que ha apelado la condena inicial. Y el proceso está abierto en los casos de Radovan Karadzic, Ratko Mladic y Vojislav Šešelj.
Cabecillas en la Corte de Estado de Bosnia Herzegovina
Por su parte, la Corte de Estado de Bosnia Herzegovina han procesado a 240 personas y condenado a 90. Todos ellos fueron los “cabecillas”, pero no están todos ni mucho menos.
“Demasiada gente estuvo implicada en la guerra y demasiados se aprovecharon de ella“
En su libro dedicado a algunos procesos de este tribunal ("No matarían ni una mosca. Criminales de guerra en el banquillo"), la escritora Slavenka Drakulic indica que “Demasiada gente estuvo implicada en la guerra y demasiados se aprovecharon de ella. Es más fácil y mucho más cómodo vivir con las mentiras que enfrentarse a la verdad, y con ella, a la posibilidad de la culpa individual y a la responsabilidad colectiva”.
Y concluye que “mirar hacia el otro lado o quedarse callado frente a la injusticia y el crimen significa colaborar con una política cuyo programa es la muerte y la destrucción. Y el que sea una colaboración voluntaria o involuntaria no importa tanto, porque el resultado es el mismo”.