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La Compañía Nacional de Danza rinde homenaje al genial coreógrafo checo Jirí Kylián

  • 'Una noche con Kylián' en el Teatro de la Zarzuela hasta el 27 de junio
  • 'Sleeples' utiliza música de Dirk Haubrich y 'Petite Mort', de Mozart
  • 'Sinfonía de los salmos' crea una 'oración física' para 'completar' a Stravinsky

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Hasta el 27 de junio podemos ver el magnífico trabajo que los bailarines de la Compañía Nacional de Danza están realizando en torno a Jirí Kylián, uno de los coreógrafos internacionales más destacados de nuestro tiempo. Con el título Una noche con Kylián podemos disfrutar de tres coreografías muy distintas y pertenecientes a distintas etapas de este artista checo. Por este orden: Sleepless, Petite Mort y Sinfonía de los salmos.

Nacido en Checoslovaquia en 1947, Kylián trabajó para el Sttutgart Ballet y el Nederlands Dans Theater, del que fue director artístico. Fundó los Nederland Dans Theater II y III. Es autor de casi cien piezas que se han representado por todo el mundo y que forman parte del repertorio de las más prestigiosas compañías de danza de todo el mundo.

"Un mago de la ilusión que crea efectos transcendentes en el escenario", así de claramente explica Francisco Lorenzo -primer bailarín de la CND que participa Petite Mort y Sinfonía de los Salmos- quién es, para él, Kylián. Lo de la "ilusión", lo dice por ejemplo, a la forma en que hace que los cuerpos aparezcan y desaparezcan de forma sutil.

Bailar a Kylíán, explica, es al principio "muy difícil" debido al hecho de conjugar el control, o de manejar el peso de la bailarina, manteniendo esa delicadeza. Pero una vez que se controla "el disfrute es absoluto, puedes bailar y conseguir la sensación de clímax".

Sleepless: 'cortar e lienzo' con Dirk Aubrich

Los tajos o incisiones que Lucio Fontana realizó en muchas de sus pinturas influyeron indirectamente en Kylián a la hora de crear esta coreografía en La Haya, en 2004. Una pieza moderna, joven y fresca que habla de "las noches blancas en las que damos vueltas a miles de ideas", en palabras de Iván Pérez, responsable junto a Gerald Tibbs y Nina Botkay, de la actual puesta en escena.

Un panel con varias de estas incisiones en medio del escenario, por el que aparecen y desaparecen partes de la anatomía de los bailarines es la huella más clara de esta influencia pictórica. "La acción de cortar el lienzo, dejando claro que el lienzo no es lo único a contemplar (...) fue una revelación y un logro que dejo una cicatriz muy profunda en mi mente", escribió Jirí Kylián, en 2010.

La espléndida música original del alemán Dirk Haubrich, compositor con larga experiencia en composición para ballet. Música electrónica (futurista, sincopada y con destellos que parecen cortar el ambiento como cuchillos) ayuda a que esta pieza siga viéndose como algo rabiosamente nuevo y actual.

Petite Mort: lenguaje clásico y sensualidad

Con sofisticada pero ligera y fresca corsetería danzan las bailarinas de la CND esta pieza creada en 1991, con motivo del segundo centenario de la muerte de Mozart, en 1991. Seis hombres y seis mujeres, en ropa interior (ellos, con una especie de calzoncillos de talle alto y color carne) recreando la música de Mozart; pasajes de movimientos lentos de los conciertos para piano.

La elección de esta música es "mi forma personal de constatar el hecho de que estar viviendo (...) en una parte del mundo, donde nada es sagrado, donde la brutalidad y la arbitrariedad son lugares comunes", escribió el coreógrafo.

Y además de Mozart y los 12 bailarines, hay 6 floretes con los que, en un ejercicio bellísimo de danza y esgrima, los bailarines toman en algunos momentos como pareja de baile. Y no olvidemos que ellas, juegan a entrar y salir de unos polisones que, con vida propia, se mueven (hasta solos) vertiginosamente por el escenario.

Petite Mort (pequeña muerte), que hace alusión en francés al orgasmo, es uno de los ballets más serios de Kylián presente en el repertorio de las compañías más importante del mundo. En él, mezcló, asegura Pino Alosa, director artístico adjunto de la CND, "un lenguaje clásico con su vocabulario personal". El resultado lo define Luisa María Arias, bailarina principal de la CND que participa en la pieza, como "sensual y de una claridad musical absoluta".

Sinfonía de los Salmos: un cuerpo en constante movimiento

La última de las piezas de 'Una noche con Kylián', Sinfonía de los Salmos (Estocolmo, 2004) puede dar la impresión -en cualquier caso, y no en razón de la sinfonía coral de Stravinsky que la arropa y le da título- la más antigua y menos sorprendente de las tres coreografías presentas. Por otra parte, el vestuario -en gris y negro- no parece sintonizar con ese carácter espiritual de la obra.

La idea de Kylían fue "completar" la obra de Stravinsky; puesto que ésta no se realizó para ser bailada, bailarla. Alabar al Señor con la danza con una "oración física". Aunque la alabanza puede ser vista también como "un lamento por un mundo imperfecto".

Igual que esta obra musical del periodo neoclásico de Stravinsky se interpreta, en sus tres movimientos, sin interrupción, la danza aquí esta estructurada "como un cuerpo en constante movimiento, sin descanso". De hecho, ningún bailarín hace una entrada ni salida a escena hasta la "lenta y última despedida" en que van desapareciendo casi a cámara lenta.