Mayte Martín lleva a Madrid el flamenco, la sensibilidad y el sentimiento
- El público ovacionó a la barcelonesa durante cinco minutos
- Interpretó temas que casi nunca canta en concierto, como Vidalita
Mayte Martín cantó en la noche del miércoles el flamenco más clásico, más sensible y más sentido que imaginarse pudo a la sombra plateada que la luna lunera, llena y entera, dibujó con el perfil del Palacio Real madrileño en sus Veranos de la Villa.
En la intimidad de un enorme escenario, acompañada por la guitarra de Juan Ramón Caro y el silencio devoto de mil doscientas personas la barcelonesa regaló una antología del flamenco clásico que le dio de beber Pastora Pavón, la Niña de los Peines. La más grande cantaora que en el mundo jondo ha habido, a su gusto y al de tantos más.
Un regalo a través del Cante Grande
Con una granaína, buscando una flor, se encontró con la luz argentina reflejada en las caras del respetable, agradecidas por la reiteración en la cita a la que año tras año acude Mayte con la emoción de preparar un concierto que tanto le gusta.
Se gustó, cantó íntima, haciendo temas que casi nunca hace en concierto, como la Vidalita de Marchena y Valderrama, donde una sola nota de su voz valió más que doscientas palabras cualesquiera.
"Mi pena es más grande, vidalitaporque va por dentroy en ella te canto, vidalitael dolor que siento"
La cantó con una gran sensibilidad en todos los tonos, con notas precisas, preciosas, sentidas como el dolor de la pena que va por dentro. Una canción que bien valió un concierto.
Una nota de Mayte vale más que 200 palabras
Repuesta de todo lo que entregó en ese cante, repuesto el auditorio de todo lo que recibió, siguió por los de ida y vuelta con otra obra de arte, Mi mulata, guajira que ofreció en homenaje a los maestros Marchena y Valderrama.
Esto ocurría cuando ya llevaba una hora de complicidad íntima, de comunión en el arte que te deja con la cara pasmá y la piel de gallina. Un soplo antes acarició la templada noche madrileña por peteneras, ese palo con el que tan pocos cantaores se atreven y que Mayte Martín domina como pocos.
Siguió por malagueñas y abandolaos con Serenoke, dedicada al productor del disco Querencia, José Luis Garrido, a su esposa Amparo y a sus tortillas de patatas y los asistentes evocaron la imagen de las labores de grabación de un disco grande en el trabajo de la cantaora catalana.
"Se dormíaen la cruz alta del barrioun sereno se dormíay la cruz le daba voces¡Sereno, que viene el día!"
"El flamenco es mi origen, no mi yugo"
Como los discos que se hacían en otros tiempos y que Mayte añora a pesar de haberse lanzado a la autoproducción a través de la captación de compradores colaboradores para editar su último trabajo, Cosas de dos, grabado en directo en la sala barcelonesa Luz de Gas, con el que pretende seguir haciendo lo que le guste, lo que quiera, sin imposiciones de productoras porque como dice ella: El flamenco es mi origen, no mi yugo.
La noche mágica continuó por fandangos de Huelva: yo vivo para divertirme, ¿para qué quiero los dineros?, más que divirtiendo subyugando a los que atendían a su voz, a sus palmas tejidas con las cuerdas de la guitarra, a los jaleos íntimos de Juan Ramón, a las definiciones de soleá, que no es estar solo sino quererse, y su dedicatoria a quien se quiere: "¡Juana, esta soleá es pa ti!"
Cuando la luna estaba en todo lo alto Mayte dejó el escenario para que su luz lo bañara mientras al cercano Teatro Real, un magnífico escenario para volver a sentir a la maestra, llegaba rotundo el sonido de cinco minutos de aplausos serenos y agradecidos, gratitud que la cantaora devolvió con un bis precioso que marcó a fuego al flamenco cuando Lole con Manuel alumbraron Un cuento para mi niño.
"Sobre un clavel se posó, una mariposa blancay el clavel se molestó, blanca la mariposa y rojo el clavel, rojo como los labios de quién yo sé
rojo como los labios de quién yo sé"