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'Hara-Kiri: Muerte de un samurai', otra lección de cine y honor de Takashi Miike

  • Su nuevo acercamiento al cine de samurais tras la exitosa '13 asesinos'
  • Es una versión de uno de los grandes clásicos del cine japonés
  • Se estrena este miércoles, 15 de agosto

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Días de cine: Tráiler de 'Hara-kiri: Muerte de un samurai', de Takashi Miike

La película Harakiri (Seppuku) (1962) es uno de los grandes clásicos del cine japonés, dirigido por uno de sus maestros: Masaki Kobayashi (Kwaidan, Samurai Rebelión, la trilogía de La condición humana). Una película que ganó el premio del jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes.

Por eso sólo otro clásico vivo del cine japonés, un director tan genial y arriesgado como Takashi Miike podría atreverse a realizar una nueva versión. Y además triunfar en el intento. Un director que en 2010 ya nos sorprendió con otra película (13 samurais) sobre los mismos temas: samurais, honor y venganza. Una de las grandes películas de 2010, nominada a casi todos los premios de la Academia del Cine Japonés.

Pero a pesar de tener tantos puntos en común, ambas son muy diferentes, porque en 13 asesinos predominan los espacios abiertos, la acción, las peleas interminables, un ritmo endiabado, el humor y la violencia como espectáculo; mientras que en Hara-Kiri todo es drama, contención, espacios cerrados, diálogos geniales, un ritmo incluso lento, y también mucha violencia, pero contenida, de la que se lleva por dentro y nos desgarra las entrañas.

Una película dura y sin concesiones

Una película intensa, de principio a fin, que gira en torno a tres grandes temas: Honor, el de unos samuráis que anteponen su familia a lo más valioso que poseen (sus espadas); el Amor, de una familia; y la Venganza por las injusticias cometidas por los grandes señores que olvidan las cosas importanes y rinden homenaje a una armadura vacía, vestigio de una época de grandes batallas, pero olvidan a los que las ganaron, los samurais que ahora son despreciados y humillados por todos.

Consciente de que no podía superar la versión original, Miike la actualiza, mostrando un respeto casi excesivo, pero incrementa el melodrama añade dureza a la trama y presta más atención a los flashbacks que ya eran el centro del clásico de Kobayashi. Además, cuida la puesta en escena de forma magistral y añade una fuerza visual que lo sitúa por encima de la mayoría de los directores actuales.

Una película con un arranque y un final espectaculares y que solo se ve lastrada en su parte central, quizá de excesiva duración, pero que nos mantiene pegados al asiento.

Morir con honor

La historia está ambientada en una época de paz cuando los Samuráis se quedaron sin trabajo (y por tanto sin dinero) y se presentaban en las casas de los Señores Feudales pidiéndoles permiso para morir con dignidad, practicándose el Harakiri. En realidad era una artimaña que usaban para sacarse unas monedas, ya que ningún señor quería muertes en su casa y les daba una limosna para que se fueran.

De esta forma un Samurai, Hanshiro, pide llevar a cabo ese suicidio ritual en la residencia del Clan li. Pero el líder del Clan intenta hacerle desistir de su idea contándole la trágica historia de un joven ronin que tres meses antes había llegado a ese lugar con las mismas intenciones. Hartos de los pedigüeños, le ayudaron a practicar el Sepukku, obligando al joven a suicidarse con una espada de Bambú, ya que había tenido que vender las de verdad (la posesión de mayor valor de un samurai) para mantener a su familia. Una larga escena que ya era dura en la versión de Kobayashi pero que Miike hace casi insoportable, aumentando la tensión de una forma que recuerda a sus mayores logros en el film Audition. Una de las escenas más duras e impactantes del cine reciente.

A pesar de la dureza de la historia el samurai insiste en el suicidio ritual y pide al señor el apoyo de tres asistentes. Pero, cuando llega el momento, ninguno de ellos aparece. Curiosamente fueron los que participaron en el Hara-Kiri del joven ronin, con lo que el señor de la casa sospecha de las verdaderas intenciones del misterioso Samurai. Unas intenciones, relacionadas con el ronin fallecido, que no tardarán en revelarse.

Un director de culto

Nacido en 1960, cerca de Osaka, Takashi Miike es un director de culto que aprendió el oficio como ayudante de grandes directores como Shohei Imamura y Onchi Hideo. El éxito de las películas para video posibilitó su salto a la dirección en los 90. Y durante años alternó esas producciones para video con otras de gran presupuesto, siendo uno de los directores japoneses más prolíficos (se le llegó a denominar el Ed Wood japonés)

Audition, una película tan fascinante como perturbadora, en la que un viudo se enamoraba de una jovencita que resultaba ser peor que Annibal Lecter, fue un éxito en todo el mundo (y causo polémica por sus escenas de tortura).

Le seguirían títulos como Ichi the Killer o la trilogía yakuza Dead or alive, que lo consagrarían como el maestro del exceso, el humor negro y la violencia extrema. Sin embargo demostó su versatilidad con películas de todos los géneros, desde el terror (con otro gran éxito como Llamada perdida), el musical, las historias de época e incluso el cine para niños (Zebraman). Y uno de los más taquilleros gracias a películas como Crows Zero (adaptación de un famoso manga)

Y poco a poco se hizo un nombre imprescindible en los grandes festivales. 13 asesinos (2010) se estrenó en Venecia y consiguió el premio del público y el del Mejor Diseño de Producción en el Festival de Sitges. Y acaparó las nominaciones a los premios de la Academia del cine japonés.

Un director de culto con miles de admiradores en todo el mundo, como Quentin Tarantino que estuvo encantado de ser uno de los protagonistas del interesante western Sukiyaki Western Django, de Miike.

Ya no rueda ocho películas al año, como en sus tiempos más prolíficos, y parece que las cuida más. Pero sigue dispuesto a sorprendernos, porque después de Hara-Kiri ha rodado otras dos arriesgadas películas, Ninja Kids (Otro remake protagonizado por niños ninja) y Phoenix Wright: Ace Attorney, (basada en un popular videojuego de juicios de la Nintendo).

Pruebas de que Takeshi Miike sigue siendo el director más versátil de la actualidad, capaz de hacer películas tan modernas como clásicas y tan arriesgadas como interesantes.