Assange completa el 'remake' del caso Pinochet
- Su detención en 2010 arrancó un proceso judicial similar al del ex dictador
- Un país latinoamericano también busca acogerle entre la reticencia de Londres
- Garzón pasa de acusador a defensor catorce años después
- Si Pinochet impulsó la justicia universal, Assange abraza el asilo diplomático
"Bienvenido al club de los perseguidos". Con estas palabras el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se despedía por videoconferencia de Julian Assange en una entrevista en la televisión rusa hace apenas tres meses sin saber que sus palabras se convertirían en una profecía autocumplida.
Un mes después, Assange entraría en la embajada de su país, en el selecto barrio londinense de Knightsbridge. Tras casi dos meses de encierro y con la patata caliente de su petición encima de la mesa, el ministro de Exteriores ecuatoriano finalmente comunicaba su decisión: Assange tenía el asilo diplomático y era considerado, ya oficialmente, un perseguido
Esa conversación dentro del programa "El mundo del mañana" era el prólogo de la tercera parte de la serie de intriga política -o culebrón- en la que se ha convertido la vida del ex hacker australiano desde que adquirió fama internacional.
La primera parte la vivió en 2010: Del ascenso a la fama gracias a la publicación de diferentes documentos secretos, especialmente los cables diplomáticos de Estados Unidos, pasando a la denuncia por acoso sexual en Suecia.
La segunda, a partir de 2011 y la primera mitad de 2012, con la estancia en la cárcel y el largo arresto domiciliario -"400 días", le comentaba a Correa al inicio de la entrevista- hasta llegar al último fallo del Tribunal Supremo británico y la huida de Assange a la embajada ecuatoriana.
Por el camino han quedado varios personajes relevantes: desde Bradley Manning, el soldado estadounidense arrestado por las filtraciones sobre Irak a los antiguos socios de Assange que dejaron al australiano por diferencias respecto a la forma en llevar WikiLeaks, desde las sospechosas 'fans' suecas que denunciaron el acoso al idilio roto con su periódico de referencia, 'The Guardian', que ahora incluso bromea con las formas que tendría Assange de huir de la embajada.
Los nuevos personajes de la trama son, además de Assange y el propio Correa, el ministro de Exteriores británico, William Hague, como guardián de la orden de extradición, y el ex magistrado español Baltasar Garzón, convertido ahora en abogado del 'hacker' encerrado en una curiosa ironía del destino: si hace catorce años luchaba para que Reino Unido no dejase huir a un detenido a un país latinoamericano, ahora su mandato es justo el contrario.
Los paralelismos entre el llamado 'caso Pinochet' y el actual 'caso Assange' no se quedan en el magistrado, convertido ahora en abogado defensor. Éstas son las semejanza y las diferencias.
Londres, del cielo al infierno
En septiembre de 1998 el viejo dictador quería viajar a Europa. En tiempos previos a la Corte Penal Internacional y al concepto de justicia universal -que su caso ayudaría a perfilar- Pinochet decidió ir con pasaporte diplomático a Londres para ser operado de una hernia discal y reunirse, entre otros, con su amiga Margaret Thatcher.
Assange pasaba el otoño de 2010 en Londres, la ciudad en la que contaba con buena parte de la infraestructura de WikiLeaks, convertido en una especie de ciudadano del mundo pero con la complicidad de 'The Guardian', que desde un principio abrazó las filtraciones de su red como una manera innovadora de acceder a la información.
Pinochet sabía que el juez Garzón y otros magistrados tenían abiertos casos por la llamada Operación Cóndor; Assange conocía el sumario que existía en Suecia desde agosto, pero ninguno pensó que sería detenido y que viviría un singular proceso de extradición.
Eso sí, por casos bien diferentes: de las desapariciones de 1.000 adversarios políticosen Chile al posible delito sexual contra dos mujeres en Suecia.
La polarización ideológica
Desde un principio, la detención de ambos fue vista por sus partidarios como una especie de conspiración: de los 'comunistas', como el propio Pinochet llegó a calificar al juez Garzón, a los 'imperialistas', que según buena parte de los partidarios de Wikileaks estarían detrás de la denuncia sueca, que sería una simple tapadera para forzar una extradición a Estados Unidos que podría acarrear la cadena perpetua e incluso la pena capital para el australiano.
Como trasfondo está la propia desconfianza a que fuesen sometidos a un juicio justo: si el canciller ecuatoriano no dudaba en justificar la concesión de asilo en las dudas que le genera el proceso en un país con el 'pedrigrí' democrático de Suecia, los contrarios al traslado de Pinochet a Chile consideraban que en su propio país nunca podría ser juzgado realmente por los crímenes cometidos.
La espera y la maraña judicial
Los abogados de Pinochet empezaron una lucha sin cuartel contra Garzón utilizando diferentes argumentos en diferentes instancias judiciales para conseguir que no fuese juzgado en España.
En primer lugar, consiguieron que el Alto Tribunal de Londres dictase que tenía inmunidad diplomática como ex jefe de estado pero la Cámara de los Lores canceló este fallo en una sentencia histórica, asegurando que no puede acogerse a ese beneficio.
Entonces Pinochet empieza un particular encierro en una lujosa mansión al suroeste de Londres a la espera que se resuelvan los recurso y contrarrecursos en los Lores mientras Thatcher le llega a calificar como "el único preso político del Reino Unido". Finalmente la justicia británica autoriza su extradición en octubre de 1999.
Más de una década después, un 'hacker' australiano vive una historia similar al dictador octogenario: metido en una serie de apelaciones que le llevarán al Supremo de Londres, Assange pasa su tiempo en arresto domiciliario en casa de unos amigos cerca de Londres hasta que a mediados de 2012 se decreta su extradición definitiva.
El dilema del Gobierno británico
Tras 503 días, el entonces ministro de Interior británico, el laborista Jack Straw, revoca la orden de extradición de Pinochet por motivos de salud en una particular pirueta política, que salva la cara a todas las partes, aunque supone que Garzón tiene que renunciar a juzgar al dictador.
Más de 600 días después de su arresto, otro ministro de Interior británico, en este caso el conservador William Hague, no tiene otro remedio que reconocer lo evidente: por ahora y probablemente hasta dentro de algún tiempo no habrá extradición de Assange a Suecia, en este caso porque Ecuador le ha dado asilo diplomático.
Hague ahora se encuentra en un particular dilema: si entra en la embajada apelando a una ley de 1987 puede extraditar a Assange, pero estableciendo un peligroso precedente al violar una embajada. Si deja que se vaya y le da un salvoconducto la credibilidad de Reino Unido en todo este caso quedará seriamente dañada, no solo respecto a Suecia sino, sobre todo, Estados Unidos.
Garzón, de nuevo en lucha
Y aquí entra de nuevo el magistrado español, principio de la historia de Pinochet al atreverse en octubre de 1998 con una peticion de extradición sin precedentes.
Ahora, terminada su carrera en la Audiencia Nacional tras ser inhabilitado, es el abogado escogido por Assange para evitar su extradición y conseguir un salvoconducto que le traslade a Ecuador, en una irónica revancha respecto a lo ocurrido hace doce años en Londres: conseguir que el australiano emule a Pinochet y termine sorteando a la Justicia europea, camino de América Latina.