Reducen a escombros la casa del último emperador chino
- Puyi residió en el edificio hasta su muerte en 1967
- La casa ha sido derruida por motivos de seguridad
- Será reconstruida en el mismo lugar, según las autoridades
La antigua residencia en Pekín de Aisin-Gioro Puyi (1906-67), el conocido como último emperador chino, ha sido reducida a un montón de escombros según el periódico China Daily quién asegura que fue derruida por cuestiones de seguridad.
Puyi, último emperador de la dinastía Qing, habitó esta vivienda con su esposa, Li Shuxian desde 1963 hasta su muerte en 1967. Su abdicación en el año 1912 marcó el fin de siglos de dominio imperial en China.
Asegura el rotativo oficial chino que la casa, ubicada en el antiguo distrito de Xicheng (oeste), era de estilo occidental y fue levantada durante el período de la República de China (1912-49).
Su derribo se ha producido como consecuencia de los daños ocasionados por las recientes tormentas que sólo en Pekín causaron 79 muertos.
La vivienda de Xicheng fue la que Puyi ocupó en los últimos años de su vida, tras haber sido venerado como un dios viviente y tras convertirse, según el maoísmo, en un hombre normal y trabajar para sus sustento como jardinero en el parque botánico de Pekín.
La historia del último emperador fue llevada a la gran pantalla por el realizador italiano Bernardo Bertolucci y además de conseguir de las autoridades chinas el poder rodar por primera vez dentro de la Ciudad Prohibida, consiguió en 1987 nueve premios Oscar.
La vivienda será reconstruida
Según declaraciones de responsables municipales recogidas por el China Daily “la casa no pertenecía al grupo de edificios históricos y no estaba incluida como una unidad de conservación de patrimonio, pero a pesar de ello será reconstruida en el mismo sitio”.
Desde el punto de vista cultural varios artistas e intelectuales han mostrado su pesar por la destrucción de la vieja casa, ya que, según el periódico, fue testigo del tránsito y conversión de un emperador a ciudadano de la República Popular de China.
Sea como fuere la destrucción de la casa de Puyi es para muchos ciudadanos de Pekín un ejemplo más de la nula conservación de los vestigios del pasado nacional. Hace pocos meses otra casa, la del arquitecto Lian Sicheng, también fue derruida por cuestiones de seguridad.
Se da la paradoja de que Sicheng, diseñador junto a Le Corbusier del edifico de Naciones Unida en Nueva York, fue uno de los principales activistas contra la destrucción de la antigua muralla de Pekín.
Sobre el trazado de gran parte del muro de casi nueve metros de altura y que protegía en primera instancia la entrada a la Ciudad Prohibida o el Palacio de Verano se construyo uno de los anillos circulatorios de la capital.
Lian Sicheng, autor junto a su esposa del monumento a los Héroes del Pueblo en la Plaza de Tianamen reunió en la casa derruida a gran parte de la intelectualidad de la llamada “nueva China” a la que años después pidió protección para las murallas de Pekín y que, como ha quedado patente, no consiguió.
Especulación inmobiliaria
A pesar de las medidas correctoras que el gobierno asegura poner en marcha, son los agentes inmobiliarios los que en Pekín siguen marcando el futuro diseño de esta ciudad de más de 13 millones de habitantes.
Con la excusa de la ausencia de seguridad y la falta de higiene los constructores han conseguido derribar grandes extensiones de hutongs (antiguos barrios poblados de miles de casas con patio) para construir gigantescas torres de viviendas.
En cualquier caso también es destacable el que el gobierno chino haya dictado recientemente una nueva reglamentación que permitirá que los inversores privados puedan hacerse con las viviendas históricas de las antiguas aldeas y pueblos para preservar el patrimonio nacional.
Según datos de la Sociedad de Literatura y Arte Popular, 300 aldeas desaparecen cada día en China debido a la urbanización de sus terrenos. Un total de 900.000 fueron destruidas en los últimos diez años y un buen número de ellas poseían valor histórico.
Las nuevas normativas posibilitarán la protección de las aldeas, sus viviendas, enseres y amueblamiento gracias a la entrada de capital privado para inversión en zonas históricas. Uno de los primeros lugares donde se aplicará esta norma será Suzhou, en la provincia oriental de Jiangsu y en el que se concentra el mayor número de aldeas centenarias.
Según las nuevas regulaciones, las viviendas históricas podrán ser adquiridas a sus inquilinos originarios por el Gobierno o por empresas estatales, que a su vez podrán cederlas a inversores privados para renovación o recompra respetando sus estructuras.