'Holmes&Watson Madrid Days' de Garci: De Madrid, el cielo
- La producción recrea con detalle el Madrid decimonónico
- Holmes y Watson viajan a España para investigar un crimen en serie
- Gary Piquer y José Luis Gª Pérez, protagonistas
- Con cameo de Ruiz Gallardón e Inocencio Arias, como ministro de Fomento
"Se suele decir que de Madrid, al cielo pero yo diría: de Madrid, el cielo", susurra una mujer al oído de Sherlock Holmes. Ocurre en Londres. Ella es Irene Adler, una cantante de ópera española -Belén López- y él -un templado Gary Piquer- el detective más famoso del mundo, a finales del XIX; al menos en las novelas escritas por Sir Arthur Conan Doyle.
Él le pregunta que por qué el cielo de Madrid. Y ella, que mantiene una aventura por entregas esporádicas con el investigador, contesta: "Porque es caliente". Y le anima a viajar algún día hasta España. Esa proposición unida a una serie de sueños en los que Holmes ve las calles de Madrid, será la que le impulse a hacer las maletas.
Acompañado por su inseparable doctor Watson -José Luis García Pérez- cruzará La Mancha y se presentará en ese Madrid que seguía siendo un poblachón castellano.
La capital de un país tan exótico y enigmático como Japón, para un personaje como Holmes, producto de la literatura romántica. Allí, Holmes investigará una serie de crímenes de mujeres que recuerdan mucho en forma, intención, y oscuros motivos a los asesinatos de Jack el Destripador.
Retratar ese Madrid -a partir de lo queda de él en la actual villa- y sus personajes (Galdós, Albéniz, la administración burocrática, su oscura aristocracia inmersa en turbio negocios) parece haber sido el objetivo de esta última cinta de Garci, producto de una idea del propio director y Eduardo Torres Dulce, actual Fiscal General del Estado. Y todo lo demás -los crimenes en serie que Holmes intenta esclarecer o la corrupción urbanística ligada a esos sucesos- una mera excusa para hacerlo.
Como cualquier película, ésta se presta a múltiples intepretaciones, pero el hecho de haber querido entrar en diferentes ramificaciones de la presunta trama principal nos hace dudar de cuál es el tema principal y cuáles, los accesorios.
Madrid y sus gentes
Una forma de entenderla podría ser la ya apuntada: una colección de estampas -encadenadas por continuados fundidos en negro- de aquel Madrid, cuna del esperpento, y sus gentes. Ministros, marqueses, literatos amantes de las tertulias de café y meretrices, todos juntos e incluso a veces, revueltos, reviven ante los ojos del espectador.
Desde el principio de la película, el ambiente reconstruido con detalle -gracias a los decorados de Gil Parrondo, la ambientación de Julián Mateos y el vestuario firmado por Lourdes de Orduña- recuerda al Madrid relatado en Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós. Mucho antes de que aparezca el propio Don Benito (Carlos Hipólito) o incluso la portada de la novela mencionada.
Don Benito, el garbancero, como le llamaba Valle Inclán, era, y así lo retrata el film, uno de los mejores conocedores de los vericuetos de aquel Madrid. Se entrevista con Holmes y le transmite su compasión por todas las "Milagros" que pululan por la noche madrileña. "Milagros la jerezana (una de las prostitutas asesinadas) era alegre como un jilguerillo, hay muchas pobres chicas como ella", le cuenta a Holmes.
Holmes, Watson...y las mujeres españolas
Otra interpretación (o propósito) de Holmes&Watson sería desarrollar la siguiente teoría: si Watson y Holmes se hubieran confrontado a esa España finisecular, sus vidas habrían cambiado para siempre. Holmes podría haberse rendido por fin a una vida marital -de la que por principio siempre había rehuido- y Watson -aunque tentado por una dama española- habría vuelto al redil londinense, eso sí, tan enamorado del cocido, que lo pondrá de moda para los fríos días londinenses.
Por fin, la película podría tener como motivo principal, exponer la sagacidad de los intelectuales diálogos del detective y su ayudante, confrontados a pintorescos personajes españoles a los que dan vida con solidez Enrique Villén (el comisiario de polícía) y Victor Clavijo (un periodista).
La larga duración de la cinta (131 minutos) y su tempo reposado ponen en evidencia que los dialogos entre ambos personajes -quizás contagiados por el entorno-no siempre son tan ingeniosos e incluso pueden incurrir en lugares comunes y obviedadades.
Aunque es posible que todo esto sea intencionado y que el director haya querido reflejar fielmente las características y defectos del eterno carácter español, entre las cuales está el "hablar por hablar", el hablar por no hacer, el perderse en la plática en innumerables detalles, o el filosofar en cualquier lugar posible.
Un café, un cabaré. O ante la belleza proporcionada del Palacio de Cristal del Parque del Retiro. Allí Holmes, ante Watson, elogia la libertad de un boceto frente a un original, y concluye: "en la belleza está incrustado también el mal, el motor de nuestro tiempo, el motor quizás de todos los tiempos..."