La arriesgada apuesta de Rakatá por traer 'Enrique VIII' a España
- Es la primera vez que una compañía española representa la obra
- El montaje estrenado en el londinense Globe ahora en los Teatros del Canal
- Pone el acento en los juegos del poder y el papel histórico de la reina
- Ernesto Arias explica a RTVE.es las claves de una apuesta arriesgada
Por sus exigencias de reparto –casi 40 personajes- y escénicas –incluso cañonazos como los que provocaron el incendio del londinense teatro Globe- ninguna compañía española había representado Enrique VIII de William Shakespeare.
Ernesto Arias, al frente de la compañía Rakatá (Fundación Siglo de Oro) ha sido pionero al representarla en el propio Globe -donde el propio Shakespeare estrenó la obra en 1613-, en el curso de las Olimpiadas culturales celebradas este pasado verano.
La elección no fue casual. A cada país se le asignó una obra de Shakespeare. Si a Israel le tocó en suerte El mercader de Venecia, a España Enrique VIII por el origen de Catalina de Aragón, primera esposa del monarca.
Las características del teatro londinense (1500 personas de público de pie rodeando en círculo el escenario) condicionaron el montaje que ahora tenemos la suerte de poder ver en Madrid, en los Teatros del Canal, hasta el 23 de septiembre.
Arias ha querido mantener en un espacio distinto la proximidad de los actores con el público. Algo que podemos ver en detalles como el hecho de colocar sillas en el proscenio (a ambos lados del escenario) o en el hecho de que los actores entren, salgan y circulen libremente por el patio de butacas.
En cuanto a la propia versión también influyó el condicionamiento del espacio original. Se ofreció en español, sin subtítulos, con tan solo unos resúmenes de actos que guiaban al público anglófono, y con un descanso necesario al no estar el público sentado.
Ahora, en Madrid, ese descanso ya no es necesario. Pero la duración de la obra –unas dos horas sin descanso- es resultado de esas exigencias que impuso en su día el Globe.
Esas exigencias, la falta de recursos, y la necesidad de buscar un enfoque –la obra original tal cual no llegaría a un público actual- han marcado el resultado, la versión firmada José Padilla, Rafa Labin y el propio Ernesto Arias. Una versión que narra la historia de un modo muy ameno, con un punto de vista novedoso, y 16 actores -algo no demasiado habitual en las compañías privadas- sobre las tablas.
Las danzas en torno al poder
“La obra original, encargada por Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, para una celebración, una fiesta, tiene mucho de espectacular, pero dramáticamente no tiene tanto interés”, explica a RTVE.es, el director.
Por eso, en esta adaptación muy libre –que ha suprimido varias escenas, fundido otros pasajes o cambiado lugares- se ha puesto el acento en un asunto tan universal como en vigor: el juego del poder, sus intrigas y “mecanismos”.
La “volatilidad de las posiciones y los estatus” es, explica Arias, lo que se ha querido poner de manifiesto. Algo que se pone de manifiesto muy gráficamente en la caída en desgracia de personajes como Buckingham y especialmente en la del poderoso Wolsey.
Este Lord Canciller –el hombre más poderoso tras el rey- llega a despojarse de sus ropajes y transformarse en un hombre corriente casi liberado de la carga, ante los ojos del espectador.
Otro asunto que se ha destacado es el papel histórico trascendental de Catalina de Aragón, así como su drama personal. Un personaje que mantiene sus principios morales hasta el final, a pesar de las consecuencias fatales que ello entraña.
"Fue la mujer que más le duró a Enrique VIII, durante cerca de 20 años y creo que queriéndose bastante. Su grandeza fue que jamás consintió la mentira de la anulación de su matrimonio y por eso la dejaron absolutamente abandonada, casi en la indigencia", explicó Elena González, la actriz que la encarna, durante la presentación de la obra en Madrid.
"Si ella hubiera concedido la anulación, Enrique VII no hubiera tenido que divorciarse y, por ello, renegar de la Iglesia Católica. La historia sería muy distinta", explicó también González.
Fernando Gil tiene al menos un 50% del papel resuelto tan solo con un físico perfecto para encarnar a un Enrique VIII aún joven, caprichoso, colérico y autoritario. Elena González también posee un físico más que adecuado para encarnar a la católica, digna y humana Catalina. Su forma de hacer suyo el papel en definitiva más destacado (y por tanto más complicado) emociona.
Hacer de la necesidad virtud
El hecho de que los condicionantes económicos a veces, llevan a los creadores a encontrar soluciones adecuadas es idea constante que aparece en la charla en la que Ernesto Arias nos relata como su Enrique VIII ha llegado hasta España y hasta aquí.
Con un presupuesto limitado, con una escenografía y un vestuario reciclados de montajes previos, iluminación fija, y ayudados por la financiación colectiva del crowdfunding, han llegado hasta los Teatros del Canal.
Capítulo a parte merece la música. Música original compuesta por Juan Manuel Artero quien la interpreta al órgano en el propio escenario” Esa austeridad –hubiera habido un grupo de cámara de haber contado con más presupuestos- es aparente.
Un acompañamiento discreto y sutil que ayuda a introducir los cambios escénicos y que depara –gracias a partes grabadas- curiosas sorpresas musicales en las que intervienen todos los actores.
“La compañía va a taquilla, no tiene subvención, los actores se han rebajado el sueldo”, explica Arias, satisfecho por el esfuerzo realizado y por la buena acogida que el montaje está teniendo también aquí (y antes en Inglaterra) por parte de crítica y un público que está llenando la sala verde de los Teatros del Canal.
La otra palabra que reitera es “riesgo”. “Vamos superando etapas, el hecho de ir al Globe era un riesgo…la presentación en Madrid era otra etapa, y quizás si todo sale bien podríamos asumir un tercer riesgo, el de llevar la obra de gira por España”.