Holanda vota un matrimonio sin amor con la UE
- El euroescepticismo de la extrema izquierda y derecha contagia al resto
- Los liberales y laboristas se encaminan a un gobierno de coalición
- De la victoria de uno u otro dependerá su inclinación a Alemania o Francia
- El europeísmo ha dejado paso al pragmatismo y la desconfianza hacia la UE
Tras las elecciones que se celebrarán este miércoles, Holanda tendrá perfilado un nuevo gobierno más europeísta que el anterior, alejado de los extremos que provocaron el ascenso por la derecha de Pym Fortuyn y Geert Wilders primero, y del socialista Emile Roemer por la izquierda en los últimos meses.
El liberal Mark Rutte, primer ministro saliente, y el laborista Diederik Samsom se juegan estar al frente del gobierno (tradicionalmente el más votado se convierte en el primer ministro tras arduas negociaciones que implican a varios partidos) casi empatados en las encuestas, pero sea quien sea el ganador estarán condenados a entenderse.
Ambas formaciones ya lo hicieron en los 90, la época en que Holanda estaba a la vanguardia de la integración europea, hasta el punto de ser el escenario de la firma del Tratado de Maastricht, clave para el paso de la unión económica a la política.
Sin embargo, justo 20 años después el panorama es el opuesto: ambas formaciones se oponen a una mayor integración europea, al igual que la mayoría de las formaciones políticas, en un reflejo de cómo la sociedad holandesa ha desarrollado una doble desconfianza hacia el proyecto europeo.
El inicio del fin del sueño europeo en Holanda se produjo en 2005, cuando el rechazo a la Constitucióbn Europea puso en evidencia una desconfianza casi epidérmica a una mayor integración que supusiera la cesión de competencias a Bruselas.
"Hay una aversión emocional de una parte de la gente en Holanda contra el proceso de integración europea", reconocía en declaraciones a Reuters Alexander Rinnooy Kan, expresidente del Consejo Económico y Social del país.
Esa aversión se ha podido comprobar en buena parte de las decisiones del gobierno de centro-derecha liderado por Rutte, calificado por algunos en Bruselas como el 'señor No' por su rechazo a asuntos como la ampliación del acuerdo de libre circulación de personas a Rumanía y Bulgaria, la adhesión de Serbia a la Unión Europea o la supervisión bancaria y la tasa a las transacciones financieras.
Dos euroescepticismos
Por presión de su entonces socio de extrema derecha, el Partido de la Libertad de Geert Wilders, ha buscado recuperar competencias en temas de justicia e interior para frenar la reagrupación familiar y otros derechos de trabajadores de la Unión Europea, pese a que Holanda fue la impulsora del tratado que hizo posible esta integración, el propio Maastricht.
Además, su ejecutivo se ha caraterizado por ser el 'duro entre los duros' a la hora de tratar con los países que piden ayuda financiera, hasta el punto de impulsar medidas que luego se reconocieron como contraproducentes como la implicación del sector privado en la quita de la deuda griega o convertirse en la auténtica némesis del país heleno, como ocurrió con el ministro de Finanzas democristiano, Jan de Kees Jager.
Precisamente los presupuestos presentados por de Kees este año, que recogían un recorte sustancial para cumplir con el objetivo de estabilidad impuesto por Bruselas, reflejaron el euroescepticismo del otro lado del espectro ideológico, el de una izquierda que no está dispuesta a asumir el coste social de unos recortes que ni se acercan a los que Países Bajos ha impulsado en los países rescatados o bajo la presión de los mercados.
Con la ayuda indirecta de Wilders, socialistas y laboristas tumbaron las cuentas y forzaron el adelanto electoral, aunque luego el gobierno de Rutte consiguió salvar el presupuesto con los partidos minoritarios.
"En los últimos 20 años, Europa ha estado ahí para las grandes empresas y los mercados financieros; no para el pueblo de a pie", decía Emile Roemer, líder del Partido Socialista, tradicional euroescéptico y situado a la izquierda del Partido Laborista, convertido en la sensación de buena parte de la campaña.
Tanto Roemer como Wilders forman una 'pinza' euroescéptica que por motivos opuestos reflejan hasta qué punto se ha transformado en el siglo XXI una de las sociedades más creyentes en el sueño europeo.
Como reconoce Rinnooy Kan, "un análisis objetivo nos dice que Europa ha funcionado extremadamente bien para Holanda y el coste de preservar el euro tiene un peso empresarial muy fuerte detrás".
Según añade a Afp Bert van den Braak, politólogo de la Universidad de Leiden, es cierto que muchos holandeses de quejan de unas instancias europeas llenas de funcionarios "muy bien pagados" que se meten demasiado en sus asuntos internos, pero un país tan orientado a la exportación "no puede permitirse marcharse de Europa".
Tentar a los extremos
Es lo que los expertos Adriaan Schout y Jan Marinus Wiersma calificaban como la "paradoja holandesa". Un país que parece pro-europeo, pero que se muestra excepcionalmente celoso de su soberanía; que es de los más abiertos económicamente pero que expresa una creciente desconfianza hacia el extranjero.
Esta paradoja se refleja también en los últimos mensajes de Rutte y la auténtica sorpresa de la campaña, el líder laborista Samsom, que ha ido brillando debate tras debate dando una imagen cercana y familiar pese a haberse hecho con el liderazgo del partido hace apenas unos meses.
"No tengo tiempo para una Europa de banderas azules y pequeñas estrellitas, de ideales elevados", subrayaba Rutte en un claro llamamiento a los seguidores del Partido de la Libertad, que ha vivido una fuerte caída en las encuestas que le colocan por detrás de los socialistas en intención de voto.
Pero el primer ministro liberal, que no ha dudado en presentarse él mismo como el "señor No" que se opone a más poderes en la Unión Europea, también ha sido defensor de medidas que suponen una cesión considerable de soberanía a Bruselas, como el llamado 'Six Pack', y se ha convertido en uno de los mayores apoyos para que la Comisión Europea gane poder frente al duopolio de Francia y Alemania.
En el otro lado, Samsom se ha acercado a Roemer para defender que su país "necesita un enfoque comunitario en vez de la política de 'cada hombre por su cuenta' de los liberales".
Consenso, pese a todo
Las últimas encuestas le colocan empatado a 36 escaños o uno por debajo de Rutte en un parlamento muy fragmentado donde la suma de los 75 diputados que forman la mayoría absoluta requiere de complejas coaliciones que a veces tardan meses en concretarse.
En todo caso, las empresas de sondeos consideran que la situación está demasiado ajustada para dar un claro favorito.
Rutte ya ha calificado de "políticamente improbable" un acuerdo con los laboristas y ha asegurado que existen "multitud de combinaciones posibles".
En realidad, se trata más de un gesto para conseguir atraer a los votantes de Wilders, lo que garantizaría su victoria.
Pero dado que ni Roemer ni Wilders parecen dispuestos a entrar en el gobierno, lo más probable es que ambos partidos acuerden un ejecutivo con los demócratas socioliberales de centro (D66) o con los democristianos, aunque éstos últimos pueden llevarse el mayor batacazo electoral y podrían decidirse quedarse al margen.
"Aún somos una sociedad de consensos. Hya un gran interés en la cooperación, está más o menos en nuestro genes", concluía Schout a Reuters.