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Natalia Millan, una digna sucesora de Lola Herrera para 'Cinco horas con Mario' de Delibes

  • El montaje dirigido por Josefina Molina vuelve a Madrid
  • El público del Arlequín, en pie ovacionó a la actriz este miércoles
  • La obra lleva 33 años representándose, desde 1979

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Cinco horas con Mario' ha pasado en esus 33 años de vida teatral por los teatros Príncipe, Gran Vía, Real Cinema, Reina Victoria y ahora Arlequín
Cinco horas con Mario' ha pasado en sus 33 años de vida teatral por los madrileños teatros Príncipe, Gran Vía, Real Cinema, Reina Victoria y ahora Arlequín.

«Mario y Carmen —escribe Edgar Pauk— representan las dos Españas, las eternas diferencias entre dos formas de enfocar la realidad» 

(Miguel Delibes. Desarrollo de un escritor. Madrid, Editorial Gredos, 1975, p. 99).

El público del Teatro Arlequín -sin una butaca libre- aplaudió durante varios minutos a Natalia Millán en este montaje de Cinco horas con Mario de Miguel Delibes -siempre dirigido por Josefina Molina-que ha interrumpido su gira para poder abrir la temporada madrileña, en este septiembre de 2012.

Un montaje tan sobrio como lo fue el anterior (el mítico protagonizado por la gran Lola Herrera) y en el que la mayor novedad es la propia Millán.

Carmen no es Angélica

Desde hace tiempo, Natalia Millán encarna en la serie de TVE , Amar en tiempos revueltos, a Angélica Valdés, una mujer aún joven liberal y a veces, algo frívola a la que le gusta apurar la noche madrileña- en la serie de TVE. Aquí, sobre las tablas es una mujer no mucho mayor que la de la serie pero totalmente diferente.

Una esposa de clase media que solo ha querido en su vida tener cierto brillo social y vivir conforme a las normas. Pero eso no quiere decir que no tenga sentido del humor en incluso suelte alguna perlas frívolas, que despiertan grandes carcajadas en el público.

Con un sobrio traje chaqueta negro y ante el cuerpo sin vida de Mario, su marido, la nueva Carmen Sotillo va repasando los muchos sinsabores y pocas alegrías de una chica de buena familia que se casó con un chico delgado, hijo de un prestamista, "con carrera" y originario de una familia de clase media, "baja", termina por precisar ella.

Ella iba para señora (es lo que siente que es) pero es difícil ser señora siendo siete de familia y con la ayuda tan solo de "una asistenta" por horas. Es tan sólo una de una larga lista de reproches que Carmen le lanza -sin acritud, con cariño, podríamos decir- a su difunto como si éste estuviera vivo. Ella hubiera preferido un hombre más grande más apuesto (el hermano de Mario lo era).

Y sobre todo más tradicional. El hecho de que Mario, catedrático de instituto, no quisiera tener ni siquiera un seiscientos ("lo tienen hasta las porteras") y fuera en bici a trabajar, le "arruinaron" en cierto modo la vida a Carmen. Ese repaso por una vida en común recorre (y vuelve una y otra vez a lo ya dicho, como ocurre con las mujeres de cierta edad que hablan mucho) todos los asuntos.

La forma de educar a los hijos, la vida sexual dentro la alcoba, las amistades, las convenciones sociales, los amigos de su marido que no le convenían, lo que su vida podría haber sido con otro hombre, y hasta la confesión de un casi desliz (una proposición por parte de otro hombre)....

Dos formas de la vida dentro de una misma pareja

En este monólogo-diálogo, bordado perfectamente (como si no hubiera hecho otra cosa en la vida) por Natalia Millán no sólo hay reproches, hay fundamentalmente la visión de la vida recta de una mujer -como muchas de aquella época- educada en el nacionalcatolicismo. Queecree en ciertos valores, principios que van quedando antiguos. También el pragmatismo de una esposa de clase media que no ve sentido al liberalismo-idealismo de su esposo.

Que cree firmemente en un orden y unas clases sociales, que sabe que siempre hubo ricos y pobres, y ella, sin complejos, prefiere estar entre los primeros. Y que a veces opone el sentido común frente a los excesos progres de su marido.

«Mario, cariño, lo que pasa es que ahora os ha dado la monomanía de la cultura y andáis revolviendo cielo y tierra para que los pobres estudien, otra equivocación, que a los pobres los sacas de su centro y no sirven ni para finos ni para bastos, les echáis a perder, convéncete, enseguida quieren ser señores y eso no puede ser»

Y aunque algunas referencias ( a Mario le cambiaron la palabra "guerra" por cruzada en un "artículo") remiten a una época ya pasada, todo el fondo de la obra sigue actualmente vigente.

Este pensamiento de Carmen resume perfectamente todo su discurso, vivo, lleno de frescura, a veces ligereza, y también ternura, y en definitiva desamor y amor. Y en el que por supuesto, escuchamos sin oírla -como muchas veces se ha insistido- la voz de Mario.