Ben Affleck: "El sacrificado trabajo de los diplomáticos merece un homenaje"
Presenta, fuera de concurso, su tercera película como director, Argo
- Está basada en la crisis de los rehenes de la embajada americana de Irán
No está claro si Ben Affleck tiene el don de la oportunidad o es, llanamente, un gafe. Adiós, pequeña, adiós, su debut en la dirección, postergó su estreno en Reino Unido al coincidir con el caso Madeleine.
Ahora presenta Argo, la historia real de seis empleados de la embajada americana de Therán en 1979 que, primero, huyeron durante el asalto que desembocó en la crisis de los rehenes, después se refugiaron en la embajada canadiense y, finalmente, abandonaron el país haciéndose pasar por un equipo de rodaje de una película de ciencia ficción. Todo gracias a un agente de la CIA, héroe americano que interpreta el propio Affleck.
“Cuando realicé la película no esperaba la resonancia que iba a tener”, contesta a la pregunta obligada vinculada a la actualidad. “Es un homenaje a los diplomáticos, que muchas veces ponen en peligro su vida y ahora, trágicamente, hemos visto un ejemplo de por qué merecen esta clase de homenaje. Es un trabajo que exige mucho sacrificio y, a veces, el último sacrificio”.
Argo tiene el material de una obra maestra: un argumento entre un millón que, durante una hora es una mezcla improbable pero perfecta entre el terror de los refugiados de la embajada, la tensión de los trabajadores de la CIA y, sobre todo, la comedia que destila el retrato del productor de Hollywood reclutado para dar verosimilitud a la coartada.
“Pensé que potencialmente, la comedia podía destruir la seriedad y la tensión que el público tiene que sentir con los rehenes”, confiesa Affleck. “Tuve la suerte de contar con dos actores (Alan Arkin y John Goodman) que parecen muy reales en todo lo que hacen”. Los dos actores tienen líneas de diálogo chispeantes y apuntan directamente a los premios secundarios importantes de 2013.
¿Peliculón o ‘americanada’?
Sin embargo, la narración se va encauzando hacia una estructura más común de intriga y suspense: la llamada que tiene que ser contestada pero el receptor no llega, el contacto del coche que no arranca. “El final es la parte de la película con más elementos de ficción. Es muy difícil encajarlo en tres actos. No puedes hacer un cine documental, mantener un ritmo y llegar a un clímax para captar la atención”, se disculpa Affleck antes de añadir que, esencialmente es una historia basada en hechos reales: “Está basado en personas que siguen vivas, he sido muy meticuloso con los acontecimientos”.
Este debate ha dividido las opiniones en los primeros pases, polarizadas entre quienes piensan que Argo es modélica y quienes solo ven una ‘americanada’.
Lo cierto que es que Affleck recrea con maestría el asalto a la embajada americana y el cinismo de la meca del cine. No es que la intriga final no funcione, es que parecía que Affleck se había adentrado en un terreno incierto y fascinante para luego regresar a la vereda. El actor-director señala como referentes La batalla de Argel de Gillo Pontecorvo, el cine de los 70 en general (buscado en la fotografía de Rodrigo Prieto, habitual de Iñárritu), el cine político de Sidney Lumet y Costa-Gavras (que el viernes pasa por San Sebastián) y, por último, el humanismo de Jean Renoir.
Affleck, huelga decirlo, no ha rodado en Irán y sostiene que la política exterior de EE.UU está llena de claroscuros. “Es cierto que Reino Unido y EE.UU instalaron al Sha por petróleo, pero no todo lo que hace EE.UU. tiene efector perniciosos”. En última instancia, su interés está en personas “que se juegan el tipo por otras personas”. Me hubiera gustado rodar en Irán, hubiera sido más realista. Cuesta mucho dinero recrear, pero no me apoyo nadie, ni siquiera el departamento de Estado.