Enlaces accesibilidad

Apoteosis de la literatura en off

  • Javier Rebollo divide con la fascinante épica de El muerto y ser feliz
  • Francois Ozon convence con la dramática de En la casa

Por
El director Javier Rebollo (i), junto a los actores José Sacristán y Valeria Alonso
El director Javier Rebollo (i), junto a los actores José Sacristán y Valeria Alonso

Dos juegos de encaje de la literatura en imágenes elevan el nivel en la tercera jornada del Festival.

Javier Rebollo, ganador de la Concha de Plata al mejor director en 2009 con La mujer sin piano, presenta El muerto y ser feliz, una road movie de huida y morfina en la que un asesino moribundo interpretado por Javier Sacristán emprende un viaje sin retorno desde Buenos Aires al interior de Argentina.

Ozon,  Premio especial del jurado en 2009 con El refugio, adapta El chico de la última fila, la brillante obra teatral del español Juan Mayorga.

Las dos coinciden en su uso (Ozon) y genial abuso (Rebollo) de la voz en off. La primera conjuga una obra metanarrativa sobre la creación de las novelas con el tema preferido del cine francés: la clase media. La segunda, explora los límites del lenguaje cinematográfico en un relato sobre el nacimiento de la épica.

Rebollo viaja a la creación del mito

Un letrero sobre un muro reza “Casas fundada en 1874” y por encima una voz dice “la casa está fundada en 1898”.

El cine magnético de Rebollo polariza al espectador: atrae o repele. La voz en off masiva de la película es al comienzo redundante y descriptiva para luego abrirse y formar un relato múltiple sobre la creación del mito.  “Es una manera de aprovechar mis propias dudas a la hora de contar, entró en un terreno de la suposición que me interesa mucho”, afirma  Rebollo.

El efecto es una atención total hacia lo que sucede en la pantalla. “Mientras hacía la película, no he pensado en cine, pensaba en Onetti y El astillero, en Cervantes o en novela negra humorística francesa”. Disonancia es el concepto clave que explica el cine de Rebollo: la voz en off contradice a las imágenes; la cámara no sigue a los personajes.

José Sacristán presta su cuerpo al cansado sicario que huye para olvidar su pasado. El director madrileño se encuentra especialmente orgulloso de la interpretación de su protagonista para el que escribió el guion.

“No he dirigido a Pepe ¿Cómo voy a dirigir a Pepe Sacristán? No puedes. Yo solo le decía más alto más bajo, más rápido, pero no puedes dirigir a Pepe Sacristán. Es un genio”.

El muerto y ser feliz, como era previsible, ha dividido en Zinemaldia, pero si el jurado entra en la propuesta es una aspirante a todo.

Sherazade en la última fila

François Ozon venía a San Sebastián con todos los ases. En la casa gustó mucho en el festival de Toronto; parte de una obra redonda e inteligente de Juan Mayorga, el mejor dramaturgo español vivo; y ha reclutado a Fabrice Luchini, Kristin Scott Thomas y Emmanuelle Seigner para su reparto.

El resultado es brillante, perturbador y divertido. Ozon ha respetado cada coma de la obra sobre el alumno que escribe, solo a su profesor, redacciones sobre su intromisión en la vida de otro alumno.  “He encontrado mi perversión habitual en Juan, me gustó ese lado irónico y que abordé cuestiones existenciales que entroncan con el arte”, confiesa Ozon. “Me ha ayudado a sacar cosa que estaban en mí”.

Mayorga, tímido y modesto, ha visto por primera vez en el festival  la trasposición en imágenes de su obra. “Si no estuviese aquí, nadie me echaría en falta. Invitarme es un gesto generoso y gratuito de un creador hacia otro”, agradece Mayorga. “La he visto esta mañana conteniendo el aliento.   No es una película que confirme lo que yo escribí, lo adapta y lo desplaza. Es una adaptación en el sentido más noble. Hace de cada espectador un narrador y un crítico”.

El tema que recorre En la casa es la relación entre autor y espectador. “La vida no basta. Todos necesitamos ser como el sultán de Sherezade. Todos necesitamos que nos cuentan historias”, explica Mayorga.

Ozon aprovecha el diamante para tallar un resultado redondo e indiscutible. Todo el mundo está encantado con En la casa, quizá porque su argumento y su fondo es, sencillamente, apelar a la inteligencia del espectador.