Aida Folch: "Trueba dijo que Dios es Billy Wilder; para mí es Fernando"
- Trueba presenta 'El artista y la modelo', una obra personal en blanco y negro
- Jean Rochefort deslumbra con su interpretación de anciano escultor
“Películas lentas donde todo el mundo galopa y gesticula; películas rápidas donde casi nada se mueve”. El aforismo de Robert Bresson, referente confesado de Fernando Trueba, podría ser la divisa de El artista y la modelo. La película número 15 del director madrileño, última de las tres películas españolas a competición, ha desembarcado en San Sebastián con su ecléctica troupe: Jean Rochefort, Aida Folch, Claudia Cardinale y Chus Lampreave.
Dedicada a su hermano Máximo, escultor y pintor fallecido en los años 90, El artista y la modelo es un nuevo giro para un director que ya ha alternado comedias, cine negro, películas de animación y documentales. Rodada en francés y en blanco y negro, y ambientada en la Francia colaboracionista de la segunda Guerra Mundial, Trueba sosiega el ritmo y la mirada para exponer el proceso en el que un anciano y deprimido escultor (inspirado en Aristide Maillol) recobra el pulso vital gracias a una joven que huye de la dictadura franquista.
“Si me dedico a esto es porque tenía un hermano que era artista y le quería imitar, si no probablemente no estaría aquí”. Trueba ha conseguido su película más puramente visual, en la que lo sustancial se narra con imágenes y sonido ambiente, renunciando a muchos diálogos y, sobre todo, a una de sus grandes obsesiones: la música. Un ascetismo que es una invitación a mirar.
Rochefort es pura vida
Jean Rochefort, 81 años, deslumbrante en la pantalla, es ya el favorito a batir para la Concha de plata al mejor actor. “El arte es una necesidad, ya desde las grutas prehistóricas estaba el arte. Una civilización sin arte significa una civilización que se destruye”, explica el actor francés antes de presentar a su personaje: “Ha visto guerras y tiene una mirada desesperada; esta película es un encuentro y un himno a la vida. De pronto llega la juventud y hay un despertar en el deseo de este anciano. Y eso es algo que nos devuelve el gusto por la vida.”
La juventud corre a cargo de Aida Folch, que vuelve a ponerse a las órdenes de su descubridor (El embrujo de Shanghai). “Me encanta hablar de arte desde que he hecho esta película. El arte es una manera de embellecer la vida”. Folch, que tuvo que aprender francés para un papel escrito para ella, se muestra agradecida: “Trueba dijo que Dios es Billy Wilder, para mí es Fernando”.
Rodaje en comunión
No es extraño que una película sobre la placidez de la creación haya tenido su correlato en el rodaje. “Desde que Fernando y yo nos reunimos –recuerda Rochefort – pudimos constatar que teníamos muchas similitudes. Rodamos esta película en felicidad, alegría y comunión. Por la noche íbamos a dormir satisfechos de nosotros mismos”. Una idea que secunda el director: “Me importa el resultado y me importa el proceso. Cada rodaje es una pequeña vida y no la vuelves a vivir. Es muy importante el trayecto. Nunca he sabido separar el arte de la vida. Y más el cine, que es un arte que se hace con vida”.
Y para ese trayecto se ha acompañado de Claudia Cardinale, el amor “sin competencia” de su infancia y adolescencia, que interpreta a la mujer del escultor. “Mi personaje encuentra a Aida para que su marido pueda vivir. El arte es muy importante y extraordinario. Es inmortal, es esencial”. El sex symbol de los 60 y 70 forma una improbable pareja con Chus Lampreave, “la única artista” de la película para el director.
El reposo de El artista y la modelo ha demostrado ser muy oportuno en el eléctrico movimiento del festival. “La película te pide parar el tiempo para pensar. Vivimos una época en la que una palabra se resume en una letra y si algo tiene diez líneas es una tesis doctoral. Volvamos a disfrutar de lo denso, de lo largo y profundo porque solo en eso hay placer”, expone Trueba como conclusión.