Obama y Romney, solos ante los ciudadanos
- El formato del debate, con preguntas de ciudadanos, multiplica la interdidumbre
- Obama ya vivió un momento crítico hace dos años en un momento similar
- 80 votantes indecisos reflejarán las inquietudes del americano medio
- Sigue en directo en el Canal 24 horas el debate a partir de las 03:00 horas
"Soy uno de sus estadounidenses de clase media. Y, para ser franca, estoy cansada. Cansada de defenderle, de defender su gobierno, de defender el mantra del cambio por el que voté. Mi marido y yo hemos bromeado durante años sobre lo que pensábamos que era una etapa superada de nuestras vidas, de perritos calientes y frijoles, pero está llamando a nuestra puerta. Señor presidente, necesito que responda honestamente, ¿ésta es mi nueva realidad?".
Si hay algo que los asesores del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, temen en el segundo debate con Mitt Romney, donde debe empezar su recuperación tras el desastroso primer cara a cara de Colorado hace dos semanas, es una pregunta como ésta.
La realizó una mujer afroamericana que trabajaba de responsable financiero en una empresa en un evento similar al "Tengo una pregunta para usted" de TVE hace ya dos años, pero tanto la realidad económica de Estados Unidos como el formato de este segundo debate, que se celebrará Universidad de Hofstra en Nueva York, le ponen de máxima actualidad.
En octubre de 2012, como en septiembre de 2010, cuando se celebró el programa, la clase media sigue siendo el eje del programa económico del Partido Demócrata y tanto ahora como entonces la débil recuperación económica y el desempleo ponen en solfa las promesas de cambio que llevaron a Obama a convertirse en el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos.
Más aún, la propia respuesta del candidato demócrata muestra hasta qué punto se maneja mejor en grandes discursos ante audiencias amplias que a la hora de resolver las dudas concretas de una ciudadana que ansía que calme sus temores.
“Los tiempos son duros para todos ahora. Entiendo su frustración”, terminaba diciendo Obama tras dar una respuesta de cuatro minutos de duración llena de rodeos y de palabras intelectuales.
Historia de meteduras de pata
La historia de los debates conocidos como ‘town hall’, en los que un grupo de 80 ciudadanos indecisos seleccionados por la empresa Gallup hacen preguntas a los candidatos y éstos tienen que darles respuestas rápidas, de unos dos minutos, esta llena de ‘gafes’ similares, tanto por acción como por omisión.
Desde el deambular perdido de McCain mientras hablaba Obama en 2008 hasta la excesiva cercanía física de Gore con Bush en 2000 y la incapacidad de éste para decir tres decisiones equivocadas que había tomado, el debate ciudadano pone a los candidatos en la situación más extrema, con millones de personas detrás de las cámaras y sin un guión establecido.
El más grave quizá se produjo en 1992, cuando las cámaras captaron al presidente George H. Bush mirando de manera insistente a su reloj, en lo que se interpretó como una falta de respeto a las preguntas de los ciudadanos.
Cuando una de ellas se dirigió a Bush para preguntarle cómo le afectaba personalmente la crisis económica y él fue incapaz de responder de manera convincente.
Entonces, el joven gobernador de Arkansas Bill Clinton supo cogerle hábilmente el testigo y contarle cómo las leyes aprobadas en Washington empeoraron la situación de sus ciudadanos.
Como en esa cita, el debate será moderado por una mujer –la primera desde entonces-, la editora política de la CNN, Candy Crowley, que revisará las preguntas de los ciudadanos y determinará quiénes intervendrán.
Formato establecido
Además, podrá, si así lo considera, realizar preguntas de seguimiento sobre cualquier asunto y dar un minuto más a Obama y a Romney. Esas preguntas de seguimiento preocupan a ambas campañas, que han argumentado sin éxito que están "fuera" de las reglas del debate.
Y es que el formato de esta noche añade una dificultad: no solo hay que conectar con los que están detrás de la pantalla; también con los que preguntan.
"Te permite hablar directamente a la gente y mirarles a los ojos y tratar de conectar con ellos, lo que no ha sido una fortaleza para ninguno de ellos", recuerda a Reuters Andrew Taylor, de la Universidad de Carolina del Norte.
Políticos como Clinton, que saben bajar a la tierra y hablar de manera llana a los ciudadanos, se manejan mejor que un Obama proclive a adoptar el tono de profesor universitario y un Romney que ha conseguido dar con el tono presidencial tras el primer debate, pero que aún es visto como una persona que no empatiza con los intereses de los ciudadanos con su historial de multimillonario.
Más aún, mientras que los políticos pueden rechazar las preguntas de los periodistas o esquivarlas con evasivas, no pueden hacer lo propio con los ciudadanos, a los que se supone que sirven.
Juego de expectativas
Como es habitual, desde ambos bandos se señala al contrario como el que tiene ventaja con el formato.
"Creo que el formato está más adaptado a Obama. Las expectativas están bajas para él por lo que tan solo con que esté despierto probablemente se anotará una victoria, pero no descarto la habilidad de Romney para aumentar su nivel en estos debates. Lo ha hecho una y otra vez en las primarias y lo hizo hace dos semanas", aseguraba en declaraciones a la CBS Mark McKinnon.
Pero, como recuerdan los demócratas, Romney estaba más acostumbrado a este formato y ha tenido relativo éxito en encuentros tipo 'town-hall', pese a que en esos casos no contaba con límite de tiempo y el moderador era él mismo.
De hecho, en las primarias de 2008 lanzó un formato llamado 'Pregunta cualquier cosa a Romney' y en su campaña de primarias mantuvo algunos encuentros similares.
En el otro lado, Obama cuenta con una ventaja clara con este formato, tal y como señala el analista de la CNN David Sergen: "Le ofrece una oportunidad de comunicarse de manera diferente y más efectiva. Todo el mundo espera que salga con mucha marcha...Yo esperaría algo más creativo y efectivo si se centrase en los miembros de la audiencia de clase media y sus planes para el futuro".
"Creo que Obama asume que lo hará mejor en los debates ciudadanos porque tiene una ventaja en empatía", añade la profesora de Ciencias Políticas de la Univerisdad de Emory, Andra Gillespie, en declaraciones a la cnn.
Pero, como en el caso de la respuesta a la ciudadana hace dos años, arrastra el problema de la empatía personal que tan bien manejaba Clinton.
"Parece ser mejor ante una audiencia de miles cuando da un discurso que en el formato del debate", señala a Reuters James Thurber, profesor de Ciencias Políticas la American University.
Obama se la juega
Sea como fuere, Obama tiene que guardar un delicado equilibrio: ni caer en la pasividad del primer debate ni en el exceso de agresividad del vicepresidente Biden en el segundo, que le quitaría su tono presidencial y le asimilaría a un político vulgar.
"Deberían esperar que sea firme, pero respetuoso a la hora de corregir el historial de sus propias políticas que Romney tratará de ocultar", se ha limitado a asegurar un portavoz demócrata.
Romney, por su parte, evitará el tono agresivo tras ganar el primer debate e intentará fortalecer su imagen ante los ciudadanos, a los que les sigue resultando más simpático Obama.
"Si alguien se gasta 100 millones de dólares en anuncios de televisión llamándole mentiroso, timador, con políticas que matan a gente también tendrías un problema de empatía y conexión, pero cada vez que puede mostrar quién es y su experiencia vital directamente al pueblo americano, el péndulo se inclina más a su favor", ha subrayado el estratega republano Jim Dyke, en palabras a la CBS.
Lo que parece claro es que, si en el primer debate toda la presión estaba sobre un Romney que estaba cuatro puntos por debajo en las encuestas, quince días después es Obama, que pierde unas décimas con su rival en la media de Real Clear Politics, el que tiene que demostrar cosas, al menos a sus partidarios cansados de no tener argumentos para defenderle.
"Esperaba que respondiese. Por un segundo pensé 'Oh, Dios, ¿cómo voy a explicar esto a la gente con la que tengo que hablar, demócratas e independientes, que tienen que ir a votar?", resumía Ana Canales, activista demócrata en Nuevo México su sensación tras ver el primer debate a "The Wall Street Journal". "Un escalofrío recorrió mi espalda", concluía.