¿Dejarías que tu coche controlara el volante para girar ante un choque inminente?
- Esta tecnología es capaz de frenar y maniobrar ante una colisión inevitable
- El coche lleva cámaras, radares y escáneres láser para controlar su entorno
- Pilotos automáticos o robots cirujanos funcionan "mejor" que algunos humanos
Los coches que circulan por ciudades y carreteras son cada vez más "inteligentes" y autónomos; no solo tenemos ejemplos normales y corrientes como el control de la "velocidad de crucero" o de los que incluyen el aparcamiento automático como opción, sino que los coches de Google han demostrado que pueden circular miles y miles de kilómetros sin asistencia y sin problemas: pronto será posible viajar en ellos en algunos lugares de Estados Unidos.
Pero, ¿hasta dónde llegará la inteligencia artificial de nuestros vehículos? Y, lo que puede ser más importante, ¿confiaremos en ellos a la hora de incorporar esos avances tecnológicos? Es un buen momento para revisar esta pregunta ahora que Nissan ha anunciado que trabaja en el desarrollo de un sistema de control del volante autónomo para situaciones de emergencia.
El sistema se basa en la siguiente idea: muchas veces la distancia de seguridad que hay entre dos vehículos es insuficiente como para evitar una colisión por alcance simplemente frenando. En estos casos hay dos opciones: o chochar contra el vehículo que va delante, o pegar un volantazo hacia la izquierda o la derecha. La segunda opción puede parecer mejor, pero requiere –en una una fracción de segundo– comprobar que el remedio no va a ser peor que la enfermedad: asegurarse de que los laterales están despejados, que no hay otros vehículos al lado y realizar la maniobra con total precisión.
La máquina toma el control
La idea de los investigadores es que sea el ordenador del vehículo el que realice todos estos cálculos y, en un momento dado, tome incluso el control del volante para realizar la maniobra. Las pruebas se están realizando con un coche que tiene montado un radar y una cámara en la parte frontal, además de dos radares más a cada lado y en la parte posterior del vehículo, junto con cinco escáneres láser en todo el perímetro. Con ese despliegue de sensores se calcular a cada instante las distancias y velocidades de los objetos que rodean al vehículo propio y los que están alrededor.
Si existe la posibilidad de colisión con el vehículo precedente, el sistema actúa frenando y emitiendo una señal sonora y luminosa en el salpicadero. Si un instante después calcula que este "frenado parcial" no va a ser suficiente para evitar la colisión, activa el "frenado de emergencia", y emite un sonido diferente y una señal luminosa con una flecha indicando hacia dónde debería dirigirse el vehículo (izquierda o derecha). El ordenador puede llegar incluso a tomar el control del volante y realizar la maniobra de giro a tiempo de evitar el choque, siempre que compruebe antes que no hay obstáculos a los alrededores.
Otros sistemas automáticos que controlan los movimientos del coche y el volante, incluyendo los de aparcamiento o incluso los de los Google Cars nos resultan atractivos e interesantes porque se realizan a baja velocidad y en situaciones que no deberían causar ningún problema: estacionando tranquilamente o circulando con normalidad dentro de los límites de velocidad permitidos o incluso más lento si el tráfico no lo permite. Pero de ahí a entregarle el control del vehículo -aunque sea por unos instantes- a un ordenador, mientras circula quizá a 100 o 120 kilómetros por hora, hay un gran salto.
La precisión de los sistemas tecnológicos
Sin embargo, si nos atenemos meramente a lo que sabemos sobre estas tecnologías, es probable que este sistema salve más vidas que problemas cree. Aunque no es muy conocido, basta recordar que hoy en día otros aparatos mucho más grandes, con más gente abordo y que circulan a más velocidad realizan todas prácticamente todas sus maniobras en función de los dictados de un ordenador: los aviones comerciales. Sus perfectos aterrizajes están marcados por las señales de posición de las pistas; los controles autónomos de las aeronaves pueden lidiar con el viento, los cambios inesperados de posición, potencia y otros problemas. Y si un ordenador puede controlar un Airbus o un Boeing, ¿por qué no podría hacerlo con un coche?
Lo mismo sucede con la inteligencia artificial que controla máquinas que hoy en día nos resultan relativamente cotidianas y delicadas para las personas, como los robots que realizan operaciones quirúrgicas. Su "habilidad" supera a la de las personas en muchas situaciones, especialmente en las que requieren tiempos de reacción ultra rápidos. Es probable que un sistema como el que se está investigando sea más capaz que una persona anciana con menos reflejos que el conductor típico, que alguien que esté despistado o tecleando SMSs o que un irreponsable que haya bebido antes de sentarse al volante.
Nuestro sentido común nos dice que "sí": deberíamos dejar que estas nuevas tecnologías, una vez comprobadas y recomprobadas, hagan las tareas que nosotros hacemos peor que ellas, incluso aunque de vez en cuando pueda haber algún accidente -igual que lo los hay en ascensores, escaleras mecánicas o máquinas industriales-. Pero no por ello dejaremos de preocuparnos: al fin y al cabo somos humanos y con cierta tendencia al miedo irracional.