El Eurogrupo, obligado a salvar a Grecia para conjurar la amenaza sobre el euro
- El FMI rechaza dar más plazo a Atenas sin un plan creíble para su deuda
- Los países del euro discrepan sobre las formas de reducir la deuda griega
- Alemania se niega a cualquier fórmula que le suponga pérdidas
Evitar la quiebra de Grecia es el reto más urgente al que se enfrenta la eurozona, si quiere aparentar la unidad y la determinación suficientes para salvar la moneda única. Su acuerdo interno podría frenar las apuestas de los mercados contra el euro y sus eslabones más frágiles, entre ellos, España. Pero hasta ahora, los 17 países del euro han fracasado en ese desafío. Este lunes, los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro se reúnen por enésima vez para tratar de ponerse de acuerdo en una solución creíble, que aleje definitivamente el riesgo de la quiebra griega.
A continuación, se resumen las claves de la negociación abierta, por un lado, entre los miembros del euro, y por otro, entre la eurozona y el otro contribuyente de los dos rescates griegos, el Fondo Monetario Internacional (FMI).
¿Qué está en juego?
El resultado más inminente sería desbloquear antes del 5 de diciembre el tramo de 31.200 millones de euros que debería haberse entregado a Grecia el pasado junio. Su entrega se aplazó porque los países del euro consideraron que el Gobierno del tecnócrata Papadimos no estaba aplicando las reformas y los recortes exigidos por la troika. Después, se retrasó por las dos elecciones que tuvieron que convocarse en Grecia hasta que se formó un nuevo Ejecutivo dispuesto y capaz de llevar a cabo los ajustes impuestos.
A ese tramo debería sumarse ahora otro paquete de 13.300 millones de euros del segundo rescate heleno, que tendría que desembolsarse antes de finales de este año.
Pero más allá de la entrega de la ayuda, lo que está en juego es frenar el aumento de la deuda pública griega para que no se convierta en algo impagable para un país con una profunda recesión económica.
Si Grecia no puede hacer frente a sus compromisos de deuda y quiebra, podría verse obligada a abandonar el euro, lo que pondría en entredicho la existencia de la moneda única. Además, su suspensión de pagos ocasionaría enormes pérdidas a sus acreedores, entre los que están los grandes bancos europeos, pero también los Estados del euro, el BCE y el FMI.
¿Qué están negociando la eurozona y el FMI?
Una vez que Atenas ha cumplido con las exigencias que le impuso la troika –Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI- para recibir la ayuda internacional, estos organismos han accedido a ampliar el plazo marcado a Grecia para reducir su déficit al 3% (tendrá hasta 2016, en lugar de 2014) y estabilizar su nivel de deuda pública en el 120% de su PIB (hasta 2022, en vez del límite inicial de 2020).
El FMI ha aceptado ese retraso a regañadientes y, siempre, condicionándolo a que se adopte una solución creíble que haga que la deuda griega sea sostenible a medio plazo. Encontrar esa solución es ahora la clave de la negociación.
Además, la ampliación del plazo para cumplir los objetivos implica que, al retrasar la aplicación de algunas medidas, se abre un agujero adicional de 32.600 millones de euros en las finanzas públicas helenas. Tapar ese agujero es otra de las tareas pendientes.
¿Qué soluciones se manejan?
La propuesta del Fondo Monetario Internacional es realizar una nueva quita sobre la deuda griega, esta vez, a cargo de los acreedores públicos (BCE, Estados, FMI).
Pero el BCE la rechaza, al igual que varios países, sobre todo, Alemania, que la considera “ilegal” porque implicaría transferencias de fondos a un Estado, algo prohibido por la legislación comunitaria. Además, el ministro de Finanzas germano rechaza cualquier mecanismo que ocasione pérdidas económicas a su país.
Esa negativa ha obligado a buscar alternativas mucho más complicadas, ya que ninguna de las medidas que se manejan, por sí sola, bastaría para estabilizar la deuda helena en el 120% de su PIB en lo que queda de década. Según los cálculos de la troika, si no se hace nada, la deuda pública griega alcanzaría el 144% en 2020, con lo que se necesita recortar entre 40.000 y 50.000 millones de euros de esa carga.
Para lograrlo, se barajan una rebaja en los tipos de interés aplicados a los préstamos ya concedidos a Grecia o la devolución a Atenas –de forma indirecta- de los beneficios obtenidos por el BCE a través de los títulos de deuda helena que posee.
Pero estas medidas tampoco cuentan con el respaldo de Berlín, que insiste en verlas como transferencias de fondos encubiertas. Otras medidas que no implicarían pérdidas para Alemania, como el aplazamiento del pago de esos intereses o la ampliación de la duración de los créditos serían insuficientes por sí solas.
Así, la posición germana solo dejaría una vía de salida: prestar a Atenas 10.000 millones de euros adicionales del fondo europeo de rescate temporal, que podría ampliarse en esa cuantía, ya que la limitación impuesta por el Constitucional alemán a las aportaciones de su país afecta solo al fondo permanente, el MEDE.
Con ese dinero, Grecia podría recomprar su propia deuda a inversores privados en el mercado secundario, donde las rentabilidades actuales de esos títulos son más bajas que las comprometidas cuando se emitieron. Eso facilitaría una rebaja indirecta de los costes de la deuda.
Pero esta solución tampoco es fácil: necesitaría pasar por parlamentos que ya se han demostrado hostiles a las ayudas a países del sur, como los de Alemania, Finlandia y Holanda. Para tratar de allanar el camino, los negociadores estudian la posibilidad de que los nuevos préstamos tengan como garantía los beneficios del programa de privatizaciones de Grecia, que planea recaudar 50.000 millones de euros.
Además, al ser un nuevo préstamo a Grecia, conllevaría la devolución del mismo con los consiguientes intereses, lo que se sumaría como nueva deuda del país.