Matisse vuelve a Nueva York para buscar la pintura verdadera en el Metropolitan
- 'Matisse: en busca de la pintura verdadera' se exhibe hasta el 17 de marzo
- En 49 obras se estudia el proceso perfeccionista que siguió el pintor
La obra de Henri Matisse (1869-1954) es siempre una apuesta segura para atraer al gran público a los museos. No han pasado apenas dos años después de la última gran exposición que Nueva York dedicó al genial pintor francés -en el MoMA y sobre sus años más experimentales-, y ahora vuelve a la Gran Manzana, en esta ocasión al Metropolitan.
Con 49 obras de Matisse, el Museo de Arte Metropolitano explora el proceso repetitivo de motivos que seguía el artista en la elaboración de muchas de sus pinturas con la exposición "Matisse: En busca de la pintura verdadera", que podrá verse del 4 de diciembre hasta el 17 de marzo de 2013.
A lo largo de su carrera, el considerado como uno de los más grandes artistas del siglo XX, fue también su peor crítico: cuestionó, repintó y reevaluó su obra en multitud de ocasiones para intentar mejorar sus lienzos comparando efectos y repitiendo composiciones para introducirse "más adentro y profundamente en la pintura verdadera", como él mismo decía.
El perfeccionismo, un fin en sí mismo
La exposición del Metropolitan pretende demostrar que, para Matisse, el proceso de creación no era simplemente un medio para alcanzar un fin, sino una dimensión de su arte tan importante como el propio lienzo terminado.
La muestra, organizada en colaboración con el Museo del Statens Kunst de Copenhague y el Centro Pompidou de París, donde se exhibió entre marzo y octubre, recoge varios ejemplos de este proceso perfeccionista con parejas como los cuadros Joven marinero I y Joven marinero II, que pintó en 1906 en la aldea de pescadores de Collioure. El primero es una oda a los colores vivos del fauvismo característico del inicio de su carrera, mientras que en la segunda versión recurre a los colores planos y la deformación para conseguir un efecto drástico diferente -su objetivo era "condensar el significado de un cuerpo buscando sus líneas esenciales", según diría después-.
Otros ejemplos de esta repetición fueron el trío de desnudos cerca del mar de Le Luxe, que pintó entre 1907 y 1908, o las vistas de Notre-Dame desde su estudio de París que plasmó en 1914, también presentes en la exposición.
En años posteriores, Matisse realizó series más amplias sobre un mismo modelo, como los cuadros dedicados a la modelo italiana Laurette durante un periodo de seis o siete meses entre 1916 y 1917, coincidiendo con su renovado interés en el impresionismo: Laurette con un vestido verde sobre fondo negro, Laurette sentada en un sillón rosa; o Meditación (Retrato de Laurette). También buscó repetidamente la esencia del interior de una habitación en sus series Habitación en el hotel Beau-Rivage o los acantilados característicos de Étretat.
Un fotógrafo en el estudio
En 1930, en lugar de repetir composiciones en lienzos de tamaño idéntico, como había hecho entre 1900 y 1910, Matisse contrató un fotógrafo para que documentara el progreso de algunas de sus pinturas. Según contaba su modelo y asistente Lydia Delectorskaya, el fotógrafo era requerido "cuando, al final de una sesión, a Matisse le parecía haber llegado al final de su trabajo o cuando creía que había llegado a una etapa significativa". Luego recurría a estas fotografías mientras trabajaba para compararlas con su pintura.
Incluso, en diciembre de 1945 Matisse expuso seis de sus obras recientes en la Galería Maeght de París acompañadas de grandes fotografías que documentaban su evolución y con el objetivo de hacer más comprensible su obra para el espectador. Algunas de estas fotografías también estarán en Nueva York.
La exposición "Matisse: En busca de la pintura verdadera" se cierra con una serie sobre el recurrente motivo del estudio interior pintada por un Matisse septuagenario entre 1994 y 1948 en La Villa Le Rêve de Vence, en un momento de su vida en el que se sentía preparado para utilizar el color como un modo de íntima expresión. Son lienzos como Interior con cortina egipcia, Interior con helecho negro o Gran interior rojo, obras que, según escribió a su hijo Pierre, "impresionan a todo el mundo que las ha visto porque son vivas y ricas".
Más de 60 años después, las obras de Matisse seguirán impresionando al público del Metropolitan.