'Mensajes en una botella' los mejores trabajos de un clásico del cómic, B. Krigstein
- Un volumen recoge historias del mítico dibujante de EC Comics
- Su obra sigue siendo vanguardista y revolucionaria, 60 años después
La editorial Diábolo Cómics sigue deleitándonos con los mejores clásicos del cómic norteamericano que permanecían inéditos en España. Así, tras la publicación de Los archivos de Steve Ditko 1 y 2, Four color Fear, Alex Toth: Las mejores historias de los años 50 y Four color FearAlex Toth: Las mejores historias de los años 50La Biblia de Wolverton, le llega el turno a uno de los mayores artistas de la historia del noveno arte, con el volumen: Mensajes en una botella: Lo mejor de B. Krigstein.
Krigstein es uno de esos autores adelantados a su tiempo, que realizó algunas de las mejores páginas de la historia del cómic, y que ha influido en varias generaciones de dibujantes por lo novedoso de su grafismo y su maestría narrativa, que todavía nos sorprende, 50 años después de la publicación de las historias que figuran en este volumen.
Krigstein condensaba tanto la historia que casi se volvía claustrofóbica, algo a lo que también contribuía su capacidad para dibujar atmósferas opresivas. E inventó nuevos hallazgos visuales que le permitían ampliar el escaso espacio que le daban para contar la historia (unas 8 páginas). Lo malo es que, tras diez años dibujando cómics, se sintió decepcionado y se volcó en la pintura, no sin antes dejarnos obras maestras como las que figuran en este volumen.
Uno de los mejores narradores de la historia
Krigstein (1919-1990) entró en el mundo del cómic por necesidad. En 1942 había terminado la carrera y no conseguía trabajo como pintor ni como dibujante comercial, así que comenzó a trabajar para un agente que colaboraba con distintas editoriales. Después, sirvió dos años en el ejército y a su vuelta siguió haciendo cómics.
"Si tengo en cuenta la maduración de ideas y estilo, el tiempo que pase haciendo cómics fue el más fructífero de mi carrera artística, en el dibujo y la composición" -asegura Krigstein-, que pronto empezó a producir cómics que destacaban entre la producción de finales de los 40 y los 50. Por entonces el dibujante empezó a convencerse de que los cómics podían estar a la altura de las demás artes, así que empezó a dar lo mejor de sí mismo en sus páginas.
Pero su gran salto fue cuando empezó a trabajar, en 1953, para la mítica editorial EC Comics, que estaba reuniendo a los mejores dibujantes de la historia. Allí firmó sus obras más conocidas.
Los míticos cómics de EC
Allí Krigstein dio rienda suelta a su afán de experimentación, aunque sintió que le cortaban las alas al obligarle a contar las historias en tan solo 8 páginas: "Quería viñetas. Necesitaba viñetas. Y como no me las daban, por pura desesperación, empecé a subdividir las viñetas que ya tenía. Llegué a un punto en que me parecía absurdo tener seis viñetas para cierta cantidad de texto. Empecé a ver 12 viñetas, 18 viñetas, en la misma cantidad de texto".
Esa división de las viñetas le permitía controlar el tiempo e influyó en todos los artístas que le seguirían. Pero además, Kirgstein empezó a depurar su estilo, recibiendo influencias del arte asiático, e introduciendo en sus cómics un fuerte componente psicológico que se convertiría en uno de sus mayores hallazgos narrativos.
Sus personajes se van volviendo más angulosos y esquemáticos, ganando en expresividad y adquiriendo un aire misterioso. Sus páginas ganan en dinamismo y fuerza. Y se revela como uno de los maestros de la luz, dominando completamente las sombras o la ausencia de ellas.
Finalmente, los cómics de EC murieron de éxito, ya que se los acusó de abusar de temas escabrosos como el terror o los crímenes. Y se creó el Comics Code Authority para vigilar los contenidos de los tebeos, lo que hirió de muerte a la compañía, que tuvo que cancelar casi todos sus cómics en 1954 y terminó cerrando un año después.
Pero en apenas dos años en EC, Krigstein había creado un nuevo estilo gráfico que cambiaría el modo de hacer cómics.
Sus últimos años
Tras el descalabro de EC, el dibujante volvió a colaborar con el mítico guionista Stan Lee, en Atlas (la precursora de Marvel Comics), pero los tebeos cada vez estaban peor pagados y a pesar de los años que había pasado defendiendo la importancia de los cómics como expresión artística, se vió obligado a tirar la toalla, no sin antes intentar autoeditarse.
Harto de la industria, se dedicó a la ilustración comercial y, a partir de 1964 solo pintó cuadros y se dedicó a la enseñanza en la High School of Art Desing de Manhattan. Uno de sus estudiantes le preguntó en una ocasión por su época en los cómics y Kirgstein, haciendo una mueca de dolor, contestó: "Ah, eso fue hace muchos años", y cambió rápidamente de tema.
Sin embargo, con los años se le ha ido reivindicando hasta el lugar que ocupa ahora entre los mejores dibujantes y narradores de la historia del cómic, algo que podemos comprobar en cada una de las páginas de esta obra de arte que es Mensajes en una botella. Uno de los cómics de año.