Los otros Borbones, eternos aspirantes al trono
- Estella (Navarra) ofrece una visión íntima y familiar de los reyes carlistas
- Fueron furibundos antiliberales y antimasones en su lucha por reinar
- La exposición Reyes sin Trono reivindica a estos Borbones sin idealizarlos
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Se consideraban reyes legítimos y ejercieron su derecho en tres guerras civiles, dos para la historiografía liberal, durante el convulso y agitado siglo XIX. Eran contrarios a la masonería y al liberalismo, al que consideraban la gran herejía anticristiana.
Don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII y tío de Isabel II, fue el primer fundador de esta rama legitimista. Él pasó a la historia como el primer pretendiente. Los suyos le aclamaron como Carlos V a la muerte de Fernando VII en 1833.
La rama que representaba se extinguió en otra guerra civil, la del año 1936, con la muerte de Alfonso Carlos, un octogenario sin descendencia. Los restos de estos Borbones descansan fuera de España, en la catedral de San Justo de Trieste. Su historia se puede ver en la Exposición temporal, Reyes sin Trono, que se clausurará el día 9 de diciembre de 2012 en el Museo carlista de Estella (Navarra).
La muerte de Fernando VII
La muerte de Fernando VII en 1833 dividió en dos al país, provocando una cruenta guerra civil (1833-1840). Un año antes, en 1832, un golpe de Estado, los sucesos de La Granja, apartaron por completo de los resortes del poder a los partidarios del Infante o los dudosos. Entre otros se encontraban el coronel Zumalacárregui, que, sin cuartel, se retiró a Pamplona.
Los defensores de Isabel II alegaban la Ley de las Partidas, que permitía a las mujeres reinar. Afirmaban que la ley de sucesión establecida por Felipe V, el llamado Auto-Acordado de 1713, había quedado derogado expresamente por las Cortes de 1789 y por decisión expresa de Fernando VII en 1830 mediante una Pragmática Sanción. Su hija Isabel fue proclamada así Princesa de Asturias por las Cortes, con la protesta de don Carlos. Fernando VII, su hermano, le mandó al exilio por su franca rebeldía. Portugal, la patria de su mujer, fue su refugio.
A pesar de la división existente entre los Borbones, siempre se mantuvo una relación protocolaria entre ellos. Se felicitaban mutuamente por sus onomásticas, una tradición que se rompió durante la Regencia de María Cristiana, la madre de Alfonso XIII.
La rebelión carlista
Los carlistas aseguraban que el Auto-Acordado, que impedía reinar a las mujeres, seguía en vigor, y que Fernando VII había cometido un acto ilegal al derogarlo, basándose en un acuerdo de Cortes que no tenía potestad para ello. Los procuradores sólo tenían poder para el juramento de don Fernando como Príncipe de Asturias.
Además de la dinástica, reclamaban para sí otra legitimidad para su causa: los reyes carlistas se sentían revestidos de una legitimidad histórica, y por tanto, continuadores de la llamada monarquía tradicional española, que tuvo su máxima expresión en la Dinastía Austriaca.
La guerra comenzó en Talavera nada más morir el rey Fernando VII. En el Museo Carlista de Estella se expone una rara pieza cerámica toledana, donde aparece en un gran medallón Don Fernando VII y Carlos, su hermano, como Carlos V. En la guerra, como en la paz, todo vale.
Honores de Jefe de Estado
En 1845 don Carlos María Isidro abdicaba en su hijo Carlos, el conde de Montemolín. Era una decisión política para facilitar el enlace de su hijo con Isabel II para lograr la definitiva reconciliación familiar y establecer una nueva dinastía. Balmes era uno de los impulsores de esta solución.
Fracasada esta boda, estalló a finales de 1847 la segunda guerra carlista, los matiners, que se prolongó hasta 1849. El conde de Montemolín y sus hermanos don Juan y don Fernando trataron de sumarse al levantamiento, pero fueron descubiertos por la gendarmería francesa y expulsados a Inglaterra.
El 10 de marzo de 1855 murió con honores de Jefe de Estado Carlos María de Isidro en Trieste, Su nieto, don Carlos VII, estableció en su recuerdo la fiesta de los mártires de la Tradición, que todos los años se sigue celebrando el día 10 de marzo.
El pronunciamiento de San Carlos de la Rápita
En 1855 se intentó la última tentativa de fusión dinástica, a iniciativa de Isabel II para lograr un gran pacto de familia contra la revolución. Se establecieron negociaciones por ambas partes. En Madrid funcionaba una Comisión Regia Suprema, una especie de gobierno en la sombra de don Carlos VI, cuya actividad decreció al estallar la Guerra de África(1859-1860).
El conde de Montemolín recurrió en 1861 al pronunciamiento militar. Fue en San Carlos de la Rápita (Tarragona). Sólo contó con el apoyo del general Ortega, capitán general de Baleares. Fue fusilado, y don Carlos hecho prisionero y obligado a renunciar.
En 1861 enfermaron de tifus Fernando, y después su hermano, don Carlos Luis, el conde Montemolín, y su esposa. La prensa llegó hablar de un envenenamiento. El carlismo parecía condenado a desaparecer. El conde montemolín, casado con doña María Carolina Borbón-Dos Sicilias, murió sin hijos.