Los vacunadores en Pakistán: mártires o espías
- Nueve personas han muerto en ataques contra la vacunación de la polio
- El Consejo de Ulemas llama a manifestarse contra los asesinatos este viernes
- Los talibán amenazaban estas campañas tras el montaje para 'cazar' a Bin Laden
La polio resiste en Pakistán
La polio es una enfermedad que puede causar parálisis o muerte a las pocas horas de la infección. Se transmite de persona a persona y basta con que un niño la contraiga para que se contagie con facilidad a otros.
Pakistán registró 20.000 casos de polio en 1994, aunque las campañas de vacunación han conseguido reducir la cifra a 56 en 2012. La enfermedad se ha erradicado en todo el mundo a excepción de Pakistán, Afganistán y Nigeria.
La oleada de ataques contra una campaña de vacunación en Pakistán ha puesto los focos sobre el papel de los sanitarios, acusados por algunos islamistas de trabajar para la CIA, y calificados por otros como “mártires” por su dedicación a erradicar la polio en el país.
Nueve personas han muerto esta semana por su participación en la campaña, incluido un hombre que perdió la vida este mismo jueves a causa de sus heridas, según la prensa local. Entre las personas fallecidas había varias chicas adolescentes.
De momento se desconoce quiénes están exactamente detrás de estos atentados, aunque diversos grupos islamistas expresaron en el pasado su oposición a estas campañas. Concretamente, los talibán dicen que las vacunaciones forman parte de una "conspiración occidental" para espiar a los musulmanes e incluso para esterilizarlos.
Los extremistas religiosos basan sus sospechas en la falsa campaña de vacunación que, según la propia justicia paquistaní, montó la CIA, la gran agencia de espionaje estadounidense, para localizar en 2011 al fundador de Al Qaeda, Osama bin Laden, en una casa de Abbottabad.
Por ello, los talibanes han amenazado reiteradamente a los que llevan a cabo estos programas, a los que han advertido de que se desvinculen de su trabajo con los "infieles". No obstante, un portavoz de los talibanes, Ihsanulá Ihsan, ha asegurado a Reuters que su grupo no está detrás de estos últimos asesinatos, aunque no se ha posicionado sobre la cuestión de fondo.
Algunos siguen con la campaña
Mucho más clara es la postura del moderado Consejo de los Ulemas de Pakistán. "Ni las costumbres paquistaníes ni el Islam pueden permitir o apoyar algo así. Lejos de estar haciendo algo malo, (los fallecidos) son mártires para el Islam porque estaban haciendo un servicio a la humanidad”, ha declarado Tahir Ashrafi, citado por la misma agencia.
Además, el Consejo ha convocado manifestaciones en las 24.000 mezquitas asociadas en todo el país a esta organización para protestar contra los asesinatos tras el rezo de este viernes.
Los asesinatos se han producido desde el pasado lunes en la ciudad de Karachi (sur), en Peshawar y otros puntos de la provincia de Jyber Paktunkhwa (noroeste). La mayoría de las víctimas son jóvenes que cobran un salario muy pequeño.
Tras estos atentados, la misión de Naciones Unidas en Pakistán se ha visto obligada a retirar a todos sus empleados implicados en esta campaña. Con todo, algunos equipos continuaban con su trabajo este jueves protegidos por la policía.
"Violación del código ético"
El año pasado, la organización Médicos sin Fronteras ya advirtió el año pasado de un escenario de este tipo tras la “grave violación deontológica” que supuso la falsa campaña de vacunación presuntamente organizada por la CIA. “Las comunidades vulnerables en cualquier lugar del mundo que necesitan servicios esenciales de salud podrían lógicamente cuestionar ahora la verdadera motivación del personal médico y humanitario”, decía la prestigiosa ONG en una nota.
“Ya es suficientemente complicado de por sí que las agencias médicas y las organizaciones humanitarias accedan a las poblaciones que necesitan ayuda urgente y se ganen su confianza, en especial en el caso de poblaciones ya escépticas sobre los objetivos de cualquier ayuda que les llegue del exterior”, añadía.
Más allá de esa operación, Pakistán es un complicado teatro de operaciones en el que coinciden servicios secretos de varios países, encabezados por Estados Unidos, que en su lucha contra el terrorismo islamista lleva a cabo bombardeos con aviones no tripulados en zonas tribales del país donde los insurgentes tienen sus feudos; aunque muchas veces causan víctimas civiles.