El Costa Concordia sigue encallado en la isla italiana de Giglio un año después de su naufragio
- El hundimiento supuso la muerte de 32 personas que iban a bordo
- El caso sigue abierto; el capitán del barco, principal acusado
- El alcalde de Giglio calcula que el turismo ha bajado un 40% en la isla
Un año después, el Costa Concordia continúa tumbado frente a la isla de su maldición: Giglio. Un año después varias misas y algunos actos oficiales conmemoran el primer aniversario del naufragio que se llevó la vida de 32 personas en los acantilados de la pequeña isla Toscana. Dos cuerpos siguen sin aparecer desde aquella fatídica noche del 13 de enero de 2012.
En los actos de este fin de semana participan supervivientes y familiares de las víctimas. El gigantesco crucero transportaba 4.229 personas cuando encalló, presumiblemente, por una maniobra temeraria de su capitán.
El buque realizaba una singladura de siete días por el Mediterráneo. Tenía previsto varios atraques, entre ellos en los puertos españoles de Barcelona y Palma de Mallorca. Precisamente de esta isla balear es el único fallecido español de aquel naufragio, Guillermo Gual.
Eran las 21:42 horas cuando se produjo la primera colisión con las afiladas piedras de los acantilados. El barco se acercó demasiado a la costa y se topó con una roca que no aparecía en las cartas de navegación. Pese al golpe y que se apagaron las luces, el buque viró mar adentro.
Minutos después se comprobó que los daños eran tan importantes que no podía continuar singladura. Eran momentos de desconcierto: la gente no sabiendo qué hacer ni adónde ir, el comandante asegurando por los altavoces que no hay problemas. Pero los pasajeros veían que la nave seguía inclinándose.
No se produjo ninguna llamada de socorro. Desde tierra, comandancia marítima, se pusó en contacto con el buque que presumiblemente tenía problemas. En un primer momento, desde el Costa Concordia, se responde que hay un apagón y que se realizan las comprobaciones.
El capitán abandona el barco
El tribunal de Grosseto, en Toscana, encargado del caso, ha abierto una investigación a 12 ocho personas. Entre ellas están varios directivos de Costa Cruceros, propietaria del barco, y oficiales que se encontraban a bordo.
Pero es el capitán del navío, Francesco Schettino, el principal acusado del accidente. A esa imputación se añade la de abandonar el barco en plena evacuación. Desde una barca salvavidas mantuvo una conversación con el jefe de la capitanería marítima en la que éste, iracundo ante la desgracia que se estaba produciendo, le ordena que volviera a bordo de la nave para coordinar el salvamento.
Fue una conversación que dio la vuelta al mundo. En ella, al comandante Schettino se le escucha extrañamente tranquilo, quizás aturdido por las circunstancias. Tras pasar varios meses en arresto domiciliario, ahora tiene libertad limitada ya que no puede abandonar su localidad en la costa amalfitana. Ha sido despedido por la compañía y está en proceso el recurso que ha presentado contra la empresa naviera por esa decisión.
Compromiso de minimizar el impacto medioambiental
Mientras, los habitantes de este pedazo de tierra del Mediterráneo, llamado Giglio, saben que, el próximo, será otro verano en el que los turistas se bañarán frente al gigante del mar. No se cumplen los plazos y el proceso de reflotación va más lento de lo previsto. Hay que poner el barco sobre su eje para, después, vaciar los compartimientos de agua.
Tras esto, el barco será remolcado a puerto, se limpiará el lecho marino y se replantará la flora, según su compromiso para minimizar el impacto medioambiental y no perjudicar al turismo y la economía de la isla.
Giglio es una pequeña isla con 1.500 habitantes. Vive del turismo. Su alcalde calcula que el naufragio ha provocado una caída del 40 % de los veraneantes. Eso sí, reconoce que por el contrario no hay día sin que grupos de curiosos se acerquen hasta el escenario del siniestro para sacar fotos de la desgracia.
Si se cumplan los plazos, en septiembre se retirará el gigante de los mares de la vista de los habitantes. Pero la memoria es más terca y no olvidará nunca aquella madrugada de invierno en que por una maniobra imprudente convirtió un crucero de lujo en una trampa mortal para sus pasajeros.