Quentin Tarantino azota el pasado esclavista de EE.UU. en la magnífica 'Django desencadenado'
- El director traslada su gusto por la venganza a un western visceral
- Nominada a cinco Oscar, ganó el Globo de Oro a mejor guion y actor secundario
Django Unchained
EE.UU. 2002. 165 minutos
D: Quentin Tarantino
I: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington, Samuel L. Jackson.
Nominaciones Oscar:
Película, guion original, actor secundario, fotografía, edición de sonido.
El western, ese muerto injustamente enterrado hace décadas, tiene un nuevo héroe (Django) y un nuevo salvador (Tarantino). El director ha repetido la jugada de Malditos bastardos, trasladando su violencia explícita y sus excesos verbales a un género reconocible por los espectadores.
‘Django desencadenado’ es el esperado homenaje del director de Tennesse al spaghetti western, a ese Django interpretado por Franco Nero en 1966 que aquí tiene un divertido cameo.
Pero el director y guionista no se ha quedado en el simple tributo y ha creado una impactante fábula moral en la que de nuevo juega con la discontinua línea que separa el bien del mal.
La película arranca con Django (Jamie Foxx), liberado de sus cadenas por el Dr. Schultz (Christopher Waltz),un cazarrecompensas con el don de la palabra que recorre el sur de Estados Unidos antes de la Guerra de Secesión.
El alemán Schultz, que detesta el esclavismo y viaja en una carreta de dentista, cree que Django puede ayudarle a identificar a tres capataces de una plantación cuya cabeza tiene un precio.
Ese el comienzo de una historia de amistad, venganza y racismo contada por Tarantino de una forma más convencional que la delirante sucesión de ‘set pieces’ de Malditos bastardos o Kill Bill. Django y Schultz trabajan juntos en la caza de fugitivos y emprenden una nueva búsqueda, la de Broomhilda von Shaft (Kerry Washington), la mujer del liberto.
Violencia contra la hospitalidad mal entendida
El personaje de Django, primario al comienzo de la película, acumulará rabia y pericia con las armas en su nuevo oficio de cazarrecompensas. Tarantino maneja bien los tiempos y deja que sus personajes evolucionen en una primera mitad con aire de western clásico, montañas nevadas y conversaciones alrededor del fuego.
La brutalidad contra los esclavos negros centra la segunda parte de una película que no se hace larga pese a sus casi tres horas de metraje. Y es en esa segunda mitad en la que se ve al Tarantino más reconocible, el de los diálogos que hacen que la tensión vaya aumentando y donde la sangre salta a la pantalla como en una película japonesa de samurais.
Si en su anterior obra Tarantino colocaba a un grupo de soldados judíos a cazar a responsables del Holocausto, en ‘Django desencadenado’ mira al enemigo interior. Hacia los dueños de plantaciones como Big Daddy (Don Johnson) o el francófilo Calvin Candie, el propietario de la infame Candyland interpretado por Leonardo DiCaprio. Pero también hacia personajes serviles como Stephen, el jefe de esclavos al que da vida Samuel L. Jackson en su sexta colaboración con el director.
El rescate de Broomhilda en Candyland obligará a Django a hacerse pasar por un experto en la lucha de mandingos, esclavos obligados a pelear a muerte. El Sigfrido protagonista asume el papel más despreciable, el de negrero, en una lucha interior que solo puede conducir a la venganza.
Tarantino ha puesto en la pantalla un espejo agujereado a balazos y le ha mostrado al espectador de EE.UU. un vergonzoso capítulo del pasado de su país en uno de los más viscerales alegatos contra la esclavitud jamás rodados.
A pesar de todo, no han faltado las críticas por el reiterado uso de la palabra tabú “nigger”. Tampoco las eternas preguntas sobre la relación entre la violencia fílmica y la real, como en la embarazosa entrevista en Channel 4. Quentin estalló y se negó a contestar, alegando que ya lo había hecho infinidad de veces en los últimos 20 años.
¿Oscars a la vista tras los Globos de Oro?
‘Django desdencadenado’ fue una de las triunfadoras en los premios de la prensa extranjera en Hollywood. Se llevó dos de los cinco Globos de Oro a los que aspiraba (mejor guion y mejor actor secundario para Christoph Waltz), lo que aumenta sus posibilidades de llevarse el Oscar en alguna de estas categorías.
La competencia es dura para Waltz con cuatro actores que, como él, ya tienen una premio de la Academia (De Niro, Arkin, Seymour Hoffman y Lee Jones). Pero ya superó a esos mismos contendientes el 13 de enero.
El guion de Tarantino tendrá que imponerse a Amor, Moonrise Kingdom, La noche más oscura y El vuelo. Haneke puede ser el gran rival si los académicos no se atreven a votar al controvertido guion de Mark Boal sobre caza de Bin Laden.
Pase lo que pase el 24 de febrero, los hermanos Weinstein se pueden apuntar un nuevo tanto con su talismán y tabla salvavidas Tarantino. Si ganara el premio a mejor película, sería la primera compañía en lograrlo tres años consecutivos, tras El discurso del rey y The Artist.