Los resultados electorales en Israel abren la puerta a múltiples coaliciones
- Empate, a 60 escaños, entre el bloque de derecha y religoso y el resto de partidos
- Las combinaciones son muchas y muy complejas
- La lista encabezada por Netanyahu fue la más votada, con 32 escaños
El ajustado resultado electoral en Israel, con un empate a 60 escaños entre el bloque de derecha y religioso y el resto de partidos, abre la puerta a múltiples combinaciones para formar una coalición de Gobierno.
Aunque el partido encabezado por Benjamin Netanyahu (el Likud-Beitenu, la unión de su formación con la de su socio Avigdor Lieberman), ha sido la fuerza más votada, con 31 escaños, las formaciones de derecha y religiosas no han logrado una mayoría absoluta y se han quedado en 60 diputados, exactamente la mitad de la Cámara: 11 del Shas, 7 del Judaísmo Unido de la Torá y 11 del Hogar Judío (Habayit Hayehudí).
Los partidos de centro (Yesh Atid con 19 escaños, Laborista con 15, Hatnuá con 9 y Kadima con 2) e izquierda (Meretz con 6 y Hadash con 4), suman en total 52 escaños, que se completan hasta los 60 con los 8 de los partidos árabes, 3 de Balad y 5 de la Lista Árabe Unida-Taal. Si consigue aunar al bloque de derechas-religioso con el recién estrenado Yesh Atid, Netanyahu podría gobernar al frente de una confortable mayoría de 79 diputados.
Los ultraortodoxos en el disparadero
Pero el principal mensaje político de su líder, el experiodista Yair Lapid, que defiende que las obligaciones nacionales se repartan por igual entre todos los ciudadanos para fortalecer a la debilitada clase media, choca frontalmente con los objetivos de los partidos judíos ultra-ortodoxos, que buscarán mantener los privilegios de sus votantes (subvenciones y exención del servicio militar).
Sin los 18 escaños de los religiosos -11 del sefardí Shas y 7 del askenazí Judaísmo Unido de la Torá- esa coalición de la derecha con Lapid quedaría con una muy ajustada mayoría absoluta de 61 escaños.
Otro posible socio a tener en cuenta es el centrista Kadima, que ya integró una anterior y breve coalición de Gobierno con el Likud, pero que, siendo la formación más votada en 2009, se ha descalabrado en estos comicios y ha estado a punto de quedarse fuera de la Kneset, arrancando al final tan sólo dos escaños.
Los 15 asientos del laborismo podrían darle mayor estabilidad a Bibi (como se conoce popularmente a Netanyahu), pero su líder, Shelly Yajimovich, aseguró durante la campaña que no se sentaría en un gobierno con él.
La extitular de Exteriores Tzipi Livni con los seis diputados que consiguió su partido, el recién nacido Hatnuá, tampoco parece una socia muy factible: ya se negó a sentarse en el gobierno de Netanyahu tras ganar las elecciones al frente del Kadima en 2009 y, el mes pasado, trató de arrancar un compromiso pre-electoral conjunto a Lapid y Yajimovich para no gobernar con Bibi.
Muy complicada mayoría con los árabes
La líder laborista ha defendido hasta el último minuto la posibilidad de que los partidos del bloque de centro-izquierda formen una coalición que desbanque a Netanyahu de la jefatura del gobierno israelí.
Esa unión, sin embargo, es difícil de conseguir porque, incluso si todos los partidos de centro izquierda (52 escaños) se uniesen a los 8 de las formaciones árabes, no lograrían una mayoría absoluta y se quedarían en 60.
Además, Lapid ya ha descartado cualquier pacto con la diputada árabe Hanin Zoabis, del partido Balad, odiada por el centro y la derecha israelíes.
La única opción para cambiar de primer ministro sería que el centro-izquierda y los árabes se uniesen con los 11 escaños del partido ultra-ortodoxo Shas o con los 7 del Judaísmo Unido de la Torá, una combinación complicada y altamente improbable.