La música en los premios de cine
- El cine español suena ya como las grandes producciones
- Fernando Vázquez, premio Ojo Crítico de Música Clásica, firma Lo imposible
- Alfonso Vilallonga se luce con el extenso trabajo para Blancanieves
El primer trimestre del año viene cargado de galas cinematográficas; es época de Premios Goya y de Oscar, fieles a su estrategia de ventas del mundo de los galardones. Una vez más vuelve la lista de seleccionados, en un divertido desglose que consigue finalmente que la mejor película pueda perfectamente no coincidir con el mejor guión, ni con el vestuario más atinado o con los mejores efectos especiales.
Hay un buen número de cinéfilos que se interesan especialmente por las nominaciones a la mejor música original, en la que realmente no todos nos ponemos de acuerdo a la hora de precisar lo que es más interesante y destacable. En el fondo la música es realmente sólo un objeto sonoro más que debe dialogar con otros aspectos del sonido del film, siendo mucho más interesante el tejido resultante cuando hay conceptos vanguardistas de verdadero arte sonoro.
Evidentemente para gustos los colores, y no existe consenso universal no ya con los premiados, sino incluso con los nominados, y en este año sin ir más lejos hay un buen número de quejas porque figure en las seleccionadas al Oscar la correcta y bien realizada banda sonora de Thomas Newman para Skyfall, la última entrega de la saga Bond, y en cambio no aparezca la extensa partitura de Howard Shore para El Hobbit, que presenta desde luego un amplio y atractivo trabajo en la estela de su wagneriana empresa para El Señor de los Anillos.
Por lo demás, una vez conocidas las nominadas siempre nos queda la pregunta que suelen realizarte en las entrevistas: "¿Cuál es la mejor, cuál crees que ganará?". Momento en el que siempre respondes que en principio el arte no es competición sino comunicación, y que todas las que se han seleccionado (y probablemente otras muchas más) son sin duda perfectas y pertinentes para la obra final que es la película a la que pertenecen.
El acierto de John Williams y Michael Danna
¿Qué se premia entonces? ¿Una partitura que tenga una gran independencia estética, que pueda tener una amplia vida en solitario más allá de su utilización en el film? ¿O mejor reconocemos que la mejor música es la que se ajusta perfectamente a las necesidades de la película, aunque su audición en solitario no tenga tanto interés?
En esta edición tenemos dos buenos ejemplos con Lincoln de John Williams y La vida de Pi, de Michael Danna. Dos casos muy distintos, imposibles de comparar, pero ambas perfectas para el tipo de películas para las que se han creado.
Son ya 40 años los que Steven Spielberg y John Williams llevan colaborando, en una vida artística que ha dado algunas de las más reconocidas músicas cinematográficas de la historia del cine en las últimas décadas del siglo XX. De la solvencia y eficacia de Williams no hace falta decir nada, y una vez más vuelve a demostrar su reconocida técnica y su acierto al plantear una partitura que utiliza como referente el nacionalismo sinfónico de Aaron Copland.
La cuidada ambientación del film encuentra su punto de conexión en algunas citas musicales historicistas, y, sobre todo, en ese recuerdo del lenguaje de Copland con unos intérpretes de lujo: el Coro y la Orquesta Sinfónica de Chicago.
Muy distintas son las necesidades del film de Ange Lee, una original película que se sale de los trillados caminos del cine habitual para adentrarse en el terreno del cuento oriental. Un film que te interroga y te hace pensar, a la vez que te impacta con una gran belleza audiovisual.
Es evidente que las necesidades de la película son totalmente distintas: un encuentro entre oriente y occidente, fragmentos musicales no muy extensos y desarrollados, un acabado técnico perfecto que rodea al espectador en todo momento. El encargado ha sido el canadiense Michael Danna, especialmente interesado en su carrera en el diálogo entre las músicas orientales y occidentales.
El cine español, a la altura
Si algo queda claro en la actual industria cinematográfica es la internacionalización de los estándares técnicos: el cine español, que durante tantos años tenía un imperfecto acabado sonoro, está mostrando trabajos tan cuidados como los de las grandes producciones del cine más potente.
Lo mismo sucede con los trabajos de los músicos españoles: Fernando Velázquez, nuestro flamante premio Ojo Crítico en el apartado de música clásica, es el autor de Lo imposible, continuando con su destacada carrera cinematográfica, y Alfonso Vilallonga tiene ocasión de lucirse con el extenso trabajo para Blancanieves, la original recreación del cuento que Pablo Berger nos ofrece, con mezcla de estética flamenca y de film de Tod Browning.
Y eso solo por citar dos de los nominados este año a los premios Goya, con trabajos de muy buena factura, todos ellos destacables, que nos hablan del buen nivel de nuestra música cinematográfica.