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Haneke plantea en el Teatro Real un 'Così fan tutte' de Mozart prudente y reflexivo

  • Este sábado el Real estrena esta coproducción con La Monnaie (Bruselas)
  • Con dirección escénica de Haneke y musical de Cambreling
  • Una versión no rompedora que se mueve entre lo clásico y lo actual

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Imagen del final que nos propone este Cosí fan tutte que parece sembrar dudas sobre el futuro de los dos matrimonios
Imagen del final que nos propone este Cosí fan tutte que parece sembrar dudas sobre el futuro de los dos matrimonios

"La mirada lúcida, austera y amarga" (aplicada a las emociones y sentimientos de Così fan tutte) "de un creador del calibre de Michael Haneke propiciará sin duda la reflexión saludable ", vaticina en el programa de mano, nuestro compañero de RNE-Radio ClásicaJavier Pérez Senz.

Y así, así podemos confirmarlo después de haber visto el Così fan tutte que nos proponen Haneke (escena) y Cambreling (orquesta) a partir de este sábado en el Teatro Real.  El resultado bien podríamos definirlo, también como lúcido y austero...Y añadir que hace pensar al espectador.

¿En qué podríamos notar la mano de Haneke de no saber que el está detrás de este montaje? Por ejemplo en la forma, el lenguaje gestual, con que los cuatro protagonistas (las hermanas Doraballa y Fiordiligi, y sus novio, Ferrando y Guglielmo, se despiden cuando éstos se marchan "presuntamente" a la guerra; en realidad salen para volver a los diez minutos, disfrazados de dos nobles y seductores albaneses, y así poner a prueba -jugar con fuego- la fidelidad de sus prometidas.

en la escena final (ver imágen superior) , cuando todos conscientes del engaño, y con la consiguiente decepción (ellas por haber traicionado, ellos por haber sido traicionados, e incluso los ideólogos de la farsa, Don Alfonso y la polivalente Despina (genial la soprano sueca Kertsin Averno, que lo mismo se convierte en médico que en notario ) se despiden del público, atados de la mano, pero intentando soltarse, tirando en direcciones opuestas...

en la forma en qué se mueven o bailan todos los personajes.

En este sentido es muy interesante recordar lo que el director Sylvain Cambreling comentaba recientemente a la Revista del Real. "(Haneke) es un realizador muy meticuloso y perfeccionista, prepara cada escena con un storyboard, como si hiciera una película. Marca los movimientos de los cantantes hasta el más mínimo detalle"

Y añade Cambrelling: "lo que busca Haneke, que es muy realista, es que todo sea plausible". Por eso, cómo explicaba el director de orquesta se ha contado con cantantes jóvenes -tras pruebas de selección largas y exigentes- para que sobre la escena resultaran "atractivos, modernos, ideales".

Cantantes jóvenes y solventes

Pero por encima de su aspecto actual, "moderno" o "ideal", si queremos, los cuatro protagonistas jóvenes cautivan cómo no podía ser menos al público, con la belleza de la combinación entre la música de Mozart y el soporte textual de Da Ponte. Seducen por encima de todo lo demás los grandes momentos sinfonicos, sinfónico-corales o de los solistas.

Siempre emociona escuchar pasajes tan conocidos y universales como el terzettino "Soave sia il vento", con el que las dos hermanas y Don Alfonso despiden -mirando al mar- a los novios que marchan al campo de batalla.

La mezzo italiana Paola Gardina (Dorabella), el tenor Juan Francisco Gatell (Ferrando) gustarán, y no sólo por su apostura. Y las voces del bajo-barítono alemán Andreas Wolf, y especialmente, la de la joven soprano alemana Anett Fritsch harán las delicias del público que podrá seguir esta producción hasta el 17 de marzo. Proponemos cuando escuchemos en solitario a Fritsch desviar la mirada del escenario para apreciar cómo su voz llena la sala del Teatro Real.

Una vez más la propia obra -música y libreto- se impone a las "novedades" de la versión.

¿Nada es igual después de un desliz?

Volviendo al argumento, parece que nada será igual después de la aventura que las chicas han mantenido, cada una con el novio de su hermana. Si en la mayoría de las versiones cada oveja vuelve con su pareja felizmente, aquí parece que se quiere sembrar la duda sobre el futuro de esas dos parejas. ¿Después de haber probado una vez el sexo con el novio de tu hermana no querrás repetir? Quizás, incluso, se adivine un futuro ménage a quatre.

Quizás Haneke ha querido dejarnos un final abierto, o que al menos nos haga pensar, como ha hecho en algunas de sus películas, incluso en su última cinta Amour.  Y es obvio que Mozart y Da Ponte pretendieron el mismo objetivo en esta ópera estrenada en Viena en 1790.

Una última nota sobre la escenografía. No es ni clásica ni rompedora (sólo lo sería si la compararámos con el montaje más rococó que realizó Jean Pierre Ponnelle en los 80). Sitúa la escena en una villa del siglo XVIII pero rehabilitada en tiempos actuales con decoración minimalista.

En ella, se celebra una fiesta de disfraces dieciochesca, lo cual explica que los invitados llevan peluca blanco o levita pero que las protagonistas lleven un vestido rojo un traje chaqueta negro.

En cuanto a la iluminación,  se echa de menos que potencie los momentos más intensos líricamente; quizás no era necesario, han pensado los creadores de este montaje. La mayor parte del tiempo entra desde la galería una luz, fría mortecina, más propia del norte que del cielo de Nápoles.

En definitiva, como ya hemos señalado, en esta producción -que será parece ser la última incursión operística de Haneke- el realizador ha mezclado deseo de credibilidad, de hacer pensar, con un planteamiento prudente. Por eso, es muy posible que sea del gusto de la mayor parte del público.