'Los amantes pasajeros', para mayores sin reparos
- Informe Semanal se adentra en lo nuevo de Almódovar
- Alicia G. Montano tuvo acceso privilegiado al rodaje de la película
- Los amantes pasajeros se estrena el 8 de marzo en España
Que Pedro Almodóvar tiene cualidades innatas para la comedia, es algo sabido. Que su carrera empezó con comedias furiosas y espectacularmente libérrimas, -tanto que hoy no se podrían rodar o, mejor dicho, distribuir-, también. Que la comedia siempre encuentra un hueco, por pequeño que sea, en los dramas almodovarianos, es un hecho. Como también lo es que el director lleva años intentado soltar amarras de la máscara cómica que le persigue.
Pero no le dejan. Por eso, Los amantes pasajeros es una declaración de amor incondicional de Almodóvar a su público. Es la comedia que le reclaman desde hace mucho tiempo.
Venciendo su pereza y al principio un poco a regañadientes, decidió desempolvar uno de los guiones que esperaban su oportunidad, en el fondo del cajón de su mesa de trabajo. La cosa se fue complicando y técnicamente ha supuesto todo un desafío. Es la primera vez que Almodóvar rueda, casi al cien por cien, en un decorado tan especial: en el interior de un Airbus, reconstruido, pieza a pieza, tras meses de búsqueda en los chatarreros del aire, que haberlos haylos. Durante agosto y septiembre pude “colarme” en cinco ocasiones en el santuario del rodaje: un gigantesco plató en el que destacaba un enorme avión con las alas cortadas. Y dentro, un grupo de “pasajeros”, coloristas y extravagantes, y una tripulación como la que más de uno quisiera encontrarse, especialmente en caso de apuro.
“Almodóvar : “No quiero que alguien piense que pretendo dar lecciones con la película”“
Una pincelada de argumento: El vuelo de la compañía Península debe aterrizar cuanto antes, porque la vida en las nubes se ha complicado y es mejor volver a casa y pisar tierra firme. ¿Les suena? ¿Será casual que la compañía aérea se llame "Península” (lo de ibérica se entiende)? ¿Será fruto del azar que entre el pasaje se encuentren un financiero con orden de búsqueda y captura y una chantajista con datos de los hombres más importantes del país? ¿Será cosa de los dados que los que pilotos de la nave simulen un “aquí no pasa nada”, mientras la clase turista, (la clase media) adormece ajena al peligro que corre? “No quiero que alguien piense que pretendo dar lecciones o trascender con la película”, ha comentado Pedro Almodóvar en varias ocasiones, pero lo cierto es que la realidad se cuela, aunque sea con píldoras edulcoradas, porque como bien nos recomendaba Peret en los 80, “es preferible reír que llorar”.
En el origen fue la comedia
Dicen que la comedia griega proviene de las llamadas “procesiones fálicas”, carnavaladas obscenas y un punto insultantes, donde el héroe terminaba derrotando a sus enemigos. Y así nació la sátira y la reflexión sobre los males de la vida y la degeneración de las costumbres. Y aunque todo esto es un invento de los griegos, -de quien tanto hemos aprendido-, le viene como anillo al dedo a Los amantes pasajeros, la película con la que Pedro Almodóvar se acerca a una cifra redonda, la de sus primeros 20 largometrajes. Y digo primeros, porque a Pedro le gustaría vivir eternamente, al menos mientras el cuerpo aguante. Tiene tantas cosas que contar, tanto camino por explorar, que empieza a angustiarle el paso del tiempo. Y envidia a Chabela (Vargas) que se fue de este mundo, convencida como buena chamana, de que somos algo más que una realidad física. Todo esto me lo contaba en los descansos del rodaje, que es cuando te ve, porque Pedro, entre toma y toma, entra en un estado mitad éxtasis, mitad hipnosis, que convierte en invisible a sus ojos todo lo que no sea pura película.
Actores para todos los públicos
En Los amantes pasajeros hay actores de siempre, los “reincidentes” y nuevos en la filmografía de Almodóvar: los “debutantes”. Entre los primeros, Cecilia Roth, que ya estaba con él en “Pepi” hace 30 años; Javier Cámara, Lola Dueñas, Carmen Machi, Paz Vega, Blanca Suárez, Penélope Cruz y Antonio Banderas. Entre los segundos, Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Hugo Silva, Miguel Ángel Silvestre, Carlos Areces, José María Yazpi, Willy Toledo, José Luis Torrijo, Laia Martín y La Terremoto. Pedro adora a sus actores y éstos le quieren… y temen. No es un temor a Júpiter tronante, (Pedro Almodóvar se levanta mucho de la silla de director, pero hace pocos aspavientos): es un temor a defraudar; un miedo que el director percibe y que no sabe cómo evitar. Esta vez, en parte para relajar el ambiente, en parte para combatir los calores, -la película se rodó en pleno verano-, El Deseo levantó junto al avión, un pueblecito colorista y provisional, al que llamaron Miami. Y allí en Little Miami, los actores tenían su camerino, un área de descanso, una mesa de ping pong y por supuesto, el mejor catering del cine español, porque ahí donde está Almodóvar, se come muy bien.
“Pedro adora a sus actores y éstos le quieren… y temen“
Dicen que de la panza sale la danza. Y debe ser verdad, porque el ambiente fue especialmente relajado y como los actores no se conformaban con pasar 10 horas juntos... seguían de marcha al acabar el rodaje. Al director, que temía un choque de egos con tantos actores en un espacio tan reducido, le encantó el buen clima que se creó porque todos se ayudaban. Pero reconoce que eso no garantiza nada. “Hay películas donde lo hemos pasado fatal y el resultado ha sido bueno y al revés. Veremos qué pasa con ésta”. Se verá enseguida. Veremos qué dice la crítica y sobre todo veremos qué dice el público. Porque, y es algo más que una intuición, lo que ahora Pedro necesita es que el público, especialmente el español, vaya a las salas a ver la película. No es una necesidad económica, sino algo más profundo: el director, -ese ser aparentemente huraño, que en cuanto rascas da paso a una persona tierna y generosa-, necesita sentir que su vuelta a la comedia, a la carcajada que tanto le reclamaban, ha merecido la pena. Ojalá que en este vuelo tan particular, lleno de amantes pasajeros, encuentre la recompensa.