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María Asquerino, una mujer moderna y con carácter que ha muerto "sola"

  • "Simplemente he vivido", llegó a decir hace unos años
  • Umbral la definió como "la primera liberada de España"
  • Publicó sus memorias en 1987

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María Asquerino fue una de las mejores actrices de posguerra.
María Asquerino fue una de las mejores actrices de posguerra.

Dama del teatro desde los 16 años, protagonista del clásico neorrealista Surcos y ganadora de un Goya por El mar y el tiempo, María Asquerino, que ha muerto esta madrugada en Madrid, deja el vacío, sobre todo, de una mente moderna, una mirada intensa y su calidad de epicentro de las tertulias intelectuales en la discoteca Bocaccio de Madrid.

Madrileña de la cuna a la sepultura, Asquerino vio que lo suyo era la interpretación nada más acabar la educación primaria. Lo había visto en casa, pues sus padres, Mariano Asquerino y Eloisa Muro, eran asimismo actores. Y con once años ya se encaramó a las tablas de un teatro, en el Príncipe de San Sebastián.

Nacida en noviembre de 1927, Asquerino fue una belleza con carácter, una mujer moderna antes de que la modernidad se conociera en España, y cultivada en el arte de la vida y el teatro empapándose de sabios como Fernando Fernán Gómez o Raúl del Pozo, con quienes compartía las tertulias tras las puertas modernistas de la discoteca Bocaccio, donde llegó a haber "la mesa de la Asquerino".

Mujer de agitada vida sentimental, estuvo casada de los 17 a los 19 años, pero luego trufó su vida de amantes. Además de Fernán Gómez pasaron por sus brazos Paco Rabal o Adolfo Marsillach, pero siempre fue más fiel a los perros que a los hombres, aunque con el tiempo se arrepentiría de no haber formado una familia.

La primera liberada de España

"Hace mucho que no espero grandes sorpresas de los hombres. Después del amor, todos se duermen. Lo comprendo porque es un trabajo. Pero por eso prefiero ir yo a su casa, para poder marcharme", confesaba a su amigo Paco Umbral en una entrevista a El País en 1984. Y él la definía como "la primera liberada de España".

Había sido reconocida con solo 16 años, cuando junto a Armando Calvo fue una inolvidable Doña Inés en Don Juan Tenorio y ya en los años 40 se abrió a ese otro arte, el séptimo, de la mano de Juan de Orduña, en Porque te vi llorar. Aventura, de Miguel Mihura, y, sobre todo, Surcos, la obra maestra del neorrealismo español, dirigida por Nieves Conde, la convirtieron en un rostro sumamente popular y le brindaron la Medalla de Oro de las Bellas Artes.

Los círculos intelectuales entendieron pronto que era mucho más que un rostro de suma expresividad o una voz con carácter. "¿Qué ha pasado, Paco, dime, qué ha pasado, por qué no he sido una gran estrella del cine español?", le preguntaba a Umbral. "Eres una gran actriz del teatro español, y eso está mucho mejor", le contestó el literato.

Sobre las tablas, fue una Leonor de Aquitania en 1990 en El león en invierno todavía más impresionante que la Katharine Hepburn que ganaba un Óscar por ese mismo papel en Hollywood en 1968. Aunque llegó a ver ese mundo de estrellas de cerca cuando participó en Ese oscuro objeto de deseo, el canto del cisne de Luis Buñuel.

En el teatro, Anillos para una dama, de Antonio Gala -con la que ganó el premio Mayte-, Filomena Maturano, de Eduardo Filippo, Mambrú se fue a la Guerra, con Fernando Fernán Gómez y Tirante el Blanco, de Francisco Nieva, forjaban ya en los setenta, cuando España se abría a la libertad, su carácter de imprescindible también en los años de democracia.

Y aunque ya había publicado sus memorias, en 1987, no fue hasta dos años después cuando el cine, aunque fuera como secundaria, le brindó uno de sus mejores papeles. El mar y el tiempo, de Fernán Gómez, le daba el premio Goya a la mejor actriz secundaria, una mención especial en el Festival de Cine de Cartagena y el Ondas a la mejor actriz secundaria.

"Simplemente, he vivido"

Tres años más tarde, el rey Juan Carlos le entregaba la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Entonces nacía la fascinación de nuevos directores del cine español por la potencia de Asquerino: Agustín Díaz Yanes la reclutó para Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, con su amiga Pilar Bardem, y Álex de la Iglesia la integró en La comunidad, sacando su lado más grotesco.

La televisión le abría hueco en Página de sucesos o La historia de Rosendo Juárez, dirigida por Gerardo Vera, o Queridos cómicos y conforme se acercaban sus últimos años, Asquerino seguía paseando con su perro por Madrid y haciendo pequeños papeles en teatro y cine.

Para la gran pantalla, su despedida fue en una película tan descarada y juvenil como Pagafantas, de Borja Cobeaga, y en 2009 anunció su retirada más de casi setenta años ininterrumpidos de profesión, rubricada por el premio "Toda una vida", de la Unión de Actores.

Sin embargo, en sus últimos meses, María Asquerino, que había enterrado a la mayoría de sus grandes amigos y sin apenas familia, decidió marcharse a vivir a una residencia, harta de estar "sola como un perro". Cuando le preguntaban cómo miraba su vida, la mujer más libre de España, en definición de su amigo José María Pou, contestaba: "Simplemente, he vivido".