Hugo Chávez, el talento mediático al servicio de la revolución
- Algunos expertos le consideran uno de los mejores oradores de los últimos años
- Sus polémicos gestos reforzaban su vínculo sentimental con la clase humilde
- Tras su muerte, será embalsamado como Lenin o Mao Tse Tung
Llamó “asesino” y “borracho” al expresidente de EE.UU. George Bush. Expropió propiedades y cambió ministros a golpe de silbato en directo por televisión. Cantó rancheras y loas al Che Guevara y escribió una carta de apoyo al terrorista internacional Carlos “el Chacal”. Desde Miraflores llamaba “pitiyanquis” o “escuálidos” a sus oponentes políticos, lenguaje habitual entre la clase humilde. Chávez era una máquina de hacer titulares, la mayoría polémicos, aunque siempre efectivos.
El arquitecto de la revolución bolivariana ha dejado una larga lista de perlas dialécticas en sus 14 años de presidencia. Pero algunos planean que todo eso reforzaba hasta el extremo su lazo emocional con sus seguidores. Que hizo de la confrontación un arte al servicio de su revolución y de su carisma,el mayor arma bolivariana.
"Una de las características de un régimen populista es encontrar siempre un enemigo que hay que batir, un enemigo con el que hay que luchar al que acusarle de todos los problemas”, comenta a TVE Julio César Herrero, decano de comunicación política de la Universidad Camilo José Cela.
El talento mediático al servicio de la revolución
La primera imagen que vieron los venezolanos de Hugo Chávez fue la del líder de una asonada militar. Fue en 1992, cuando el comandante de la brigada paracaidista atendió a la prensa para tomar las riendas y poner fin al golpe. “Por ahora, no hemos logrado nuestros objetivos”, dijo.
Entonces, su imagen (aseado, bien vestido y sereno), no era casual, dicen algunos expertos. Tampoco su lenguaje. De hecho, muchos de sus seguidores aún recuerdan ese momento. “Lo he seguido desde aquel ‘por ahora’ y no podía faltar” en este momento, comentó a TVE uno de los seguidores que aguardaban pacientemente la larguísima cola para despedir a Hugo Chávez.
Desde su primera campaña, el carisma desbordante del líder venezolano dio frutos y nunca dejó de surtir efecto. “Tenía una puesta en escena que nos puede parecer demasiado caricaturizada, pero con una efectividad increíble”, comenta Julio César Herrero. “Usaba un aire en los discursos heroico, de victoria, que llega sobre todo a la gente que menos entiende determinados mensajes políticos. Era uno de los mejores oradores que ha dado el último siglo”.
Su imagen y su lenguaje le ocasionó muchas críticas internacionales. A veces vestía su sobrio uniforme militar y su boina roja, que convirtió en un símbolo de su revolución. Otras, vestía un chándal con la bandera de Venezuela, algo impensable en un jefe de estado. Supo utilizar la televisión con su programa 'Aló Presidente' para convertirla en un medio de comunicación directo con sus más fervientes seguidores.
Políticas que, desde occidente, resultaban histriónicas. Pero a él no parecía importarle. “Tenía la extraordinaria capacidad de saber llegar a donde sabía que estaban los votos, que era en las clases pobres” de Venezuela, dice el profesor Herrero. “No tenía ningún problema en cantar, en utilizar coplas, en utilizar corridos… ¿Por qué? Porque eso era lo que la gente conocía y eso permitía que la gente, cuando cantara esas canciones, las interpretara también con un contenido político”, añade.
Chávez comprendió la importancia de ese vínculo sentimental tras el golpe de estado fracasado que intentó echarle del poder. Fueron sus seguidores enfurecidos los que le devolvieron a Miraflores, y el mandatario nunca olvidó ese momento. Por eso, todos sus mensajes, fueran donde fueran, estaban dirigidos a ellos.
"Tenía muy claro a quién se dirigía siempre y siempre se dirigía al pueblo. Independientemente de que les estuviera hablando en 'Aló presidente' o estuviera en la sede de Naciones Unidas", apunta el profesor Herrero.
La confrontación como lenguaje
Pero algunos sostienen que Chávez usaba el lenguaje de la confrontación para mantener vivo ese vínculo. "Conviene no perder de vista que estamos hablando de un militar", dice Herrero. "Una de las características de un régimen populista es encontrar siempre un enemigo que hay que batir, un enemigo con el que hay que luchar al que acusarle de todos los problemas".
Sus seguidores le recuerdan como uno de ellos en continua batalla para defenderles. Con ese carisma, Chávez construyó un culto a la personalidad que ha pervivido tras su fallecimiento. La última demostración de esa devoción se ha visto tras su muerte. Chávez va a ser embalsamado. Un gesto que recuerda a Lenin o Mao, los ‘padrecitos’ del pueblo.