De víctimas a supervivientes: el valor de la solidaridad entre mujeres
- Mujeres que han sobrevivido al maltrato ayudan a otras a superarlo
- "Si ves que otra persona ha salido te anima a luchar", aseguran
- Este viernes se celebra el Día Internacional de la Mujer
- El 016 es el teléfono de atención a las mujeres maltratadas
“No somos víctimas, somos supervivientes”, repite como un mantra de futuro Ana Bella Estévez (Sevilla, 1972). Y ella sabe de lo que habla. Tras soportar once años de malos tratos a manos de su marido huyó con sus cuatro hijos, “con tan solo 20 euros en el bolsillo” como único equipaje.
Recuperó su vida pero lejos de rumiar en silencio el infierno de los golpes decidió rescatar a otras maltratadas del ostracismo social y laboral.
La Fundación Ana Bella cuenta con varios pisos de apoyo y el año pasado atendió a más de 1.300 mujeres. Una cadena de solidaridad femenina que esta luchadora incansable reivindica cuando se celebra este viernes el Día Internacional de la Mujer.
“No queremos que nos vean como víctimas“
“Convertimos a las mujeres en promotoras de igualdad en su propio hogar para romper la cadena de violencia. La primera vez que una chica me pidió ayuda se quedó en mi casa y ahora ella ha acogido a otras tres”, explica a RTVE.es Estévez, reconocida como Emprendedora Social 2011 por Ashoka, la organización global que pone en valor los proyectos que “intentan cambiar el mundo” hacia una sociedad más justa.
Es la batalla contra una estadística que sigue siendo negra. Según los datos del Instituto Español de la Mujer, dos millones de mujeres han sufrido violencia de género y tan solo el 20% se atrevió a denunciar a su agresor.
Un espejo positivo donde mirarse
En la Fundación Ana Bella, las “supervivientes” son el bastón de apoyo para otras mujeres que han sufrido malos tratos y un espejo en el que reflejarse que huye de la victimización porque “ninguna mujer se identifica con una víctima. Eso echa para atrás”.
Así lo asumió Graci Prada que asesora a otras mujeres ofreciendo testimonios positivos. Con 46 años y dos hijos superó una historia de violencia “sobre todo psicológica” que la ataba a su agresor con el que se emparejó con tan solo 16 años.
“Cuando ves que otra persona ha salido ves que tu también puedes hacerlo y te animas. Lo mejor para mí es que he vuelto a tener sueños de futuro y que mis hijos me vean sonreír”, detalla.
El camino de recuperación no es fácil. Tras dar el paso de denunciar muchas mujeres caen en riesgo de exclusión social al encontrarse “sin trabajo, sin vivienda y muchas veces con hijos a cargo”.
La inserción laboral es una de las claves para eludir la marginación. Es el principal objetivo de la Escuela Ana Bella de Empoderamiento (del inglés empower que significa hacer fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido) que ofrece a los empresarios la posibilidad de contratar a personas con el plus de fortaleza de haber roto “la cárcel del maltrato”.
“No es fácil porque te caes mil veces pero te levantas“
El año pasado consiguieron trabajo a 90 mujeres firmando convenios con empresas como Danone o Panaria.
Rosalía Vicente fue una de las seleccionadas. Tras más de 30 años de humillaciones y de “llorar muchísimo” con 58 años dejó atrás el abismo y se lanzó a la vida. “Desde entonces no he parado de estudiar y trabajar. Esto no es fácil porque te caes mil veces pero te levantas”, cuenta.
“Las mujeres que hemos sufrido violencia tenemos muchas cualidades: somos perseverantes, tolerantes y muy resistentes porque hemos aguantado de todo. Estas características nos hacen muy efectivas en el trabajo”, añade Ana Bella.
Todas cargan con historias marcadas por el horror y con una mochila de recuerdos que quisieran dejar atrás. “Ahora soy libre y solo pienso en superarme. Yo ya no consiento que nadie me tire un cuchillo o me amenace”, recuerda Rosalía Vicente.
Una mujer llena de energía que también denuncia las lagunas del sistema como enfrentarse a procesos judiciales interminables “que te hacen revivir todo” o la falta de sensibilidad “de algunos jueces y funcionarios”.
“Somos muy fuertes y podemos con todo”
Manuela Noguera reconoce que intentan llegar donde la Administración no puede como si fueran una especie de “mano amiga”.
“Hacemos de todo, desde acompañar a hacer el papeleo, quedarnos un rato con los niños, ir a una casa a levantar a una mujer deprimida o buscar un carrito a una embarazada”.
Noguera creó en 2002 junto a otras 40 mujeres maltratadas, la asociación Miriadas que ofrece ayuda en la provincia de Huelva, para que ninguna mujer “se volviera a sentir tan sola" como lo estuvo ella "al salir de la casa de acogida”, subraya.
“Al hablar con otras mujeres que han pasado lo que tú te dan la confianza que necesitas. Te sueltas y te hartas de llorar y sales con la cabeza más fuerte”, relata Sonia, una de las usuarias de los talleres de psicología de la asociación que restañan las “heridas del alma” y buscan la recuperación de la autoestima.
“La mayoría de las mujeres que se acercan buscan a sus iguales, quieren empatía y que las comprendan emocionalmente” dice la presidenta de Miriadas.
Un colectivo que ha elaborado una guía en braille sobre violencia de género y que imparte conferencias en colegios sobre educación en igualdad.
Una labor sin descanso que también acusa el azote de la crisis. “Ahora llevamos tres años sin subvenciones y solo contamos con la solidaridad de la gente que se entera por el boca oreja”, se queja Manuela Noguera.
Ana Bella Estévez también lucha por cuadrar un presupuesto al margen de ayudas oficiales. Su última idea es una campaña de crowdfounding en la que se puede aportar cualquier cantidad.
”Un euro puede servir para un litro de leche para nuestros pisos o para un ticket de metro para que una mujer acuda a una entrevista de trabajo”, concluye.