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ENTREVISTA A ÍÑIGO PIRFANO, AUTOR DE 'INTELIGENCIA MUSICAL'

"Lamentablemente, la música en España no ocupa el lugar que se merece"

  • El fundador de la Orquesta Académica de Madrid escribe su segundo libro
  • Este compositor y filósofo cuenta a RTVE.es su experiencia en liderazgo

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Es de Bilbao, tiene 39 años y, además de estar licenciado en Filosofía, ha estudiado Dirección de Orquesta, Coro y Ópera en Austria y Alemania. Por si fuera poco, Íñigo Pirfano ha compaginado sus estudios con la composición –en 2004 le encargaron crear la música oficial para la celebración del IV Centenario de la publicación del Quijote– y el tiempo que le ha sobrado lo ha dedicado a escribir, a intervenir en los foros más destacados de España y a dirigir la Orquesta Académica de Madrid, de la que es fundador y director desde hace 13 años.

Precisamente su labor al frente de esta orquesta le ha hecho merecedor del Premio Liderazgo Joven 2011 de la Fundación Rafael del Pino, lo que no le ha valido como excusa para dormirse en los laureles puesto que ha escrito el que es ya su segundo libro, Inteligencia musical (Plataforma Editorial).

Con un lenguaje igual de humilde que él y apoyándose en los grandes compositores de la historia –después de cada capítulo recomienda al lector una pieza y explica el porqué–, el libro es todo un testimonio del liderazgo que este joven músico ha sabido ejercer en su carrera y en su vida, y también la más sincera demostración de cómo, gracias a la buena música, la vida puede ser mucho mejor.

- Dices en el libro que la música tiene un poder transformador. Incluso que soluciona problemas. ¿Puedes explicarme esto?

Sí. En el libro cuento una experiencia que tuvo mi padre –también director de orquesta–, quien, al término de una interpretación del Réquiem de Mozart especialmente sentida y profunda, vio cómo alguien se le acercó y le dio las gracias porque, según decía, esa interpretación le había cambiado la vida, le había animado a plantearse nuevos horizontes, a adoptar un nuevo modo de vivir.

Yo, a lo largo de mi carrera, he ido constatando lo mismo. Después de algún concierto me ha venido gente con las lágrimas en los ojos porque ha “visto” cosas. La música tiene ese poder transformador. Ya hablaba de esto Aristóteles en su Poética.

“La buena música alarga la vida”

- También escribes que tiene un poder terapéutico. La música cura, entonces.

También. La comunidad científica internacional, de hecho, está investigando cómo aplicar determinadas terapias. Pero lo que ya sabe es que la música constituye un gimnasio para el cerebro y mejora la calidad de vida. La buena música alarga la vida y le da una lozanía especial.

- En el libro aconsejas escuchar a Mozart, y dices que su música es tan alegre que dan ganas de llorar. ¿En qué quedamos?

Sí, ganas de llorar de alegría. Para mí Mozart es la esencia del humor. Lo decía Bruno Walter, discípulo de Gustav Mahler y uno de mis referentes como intérprete en el sentido amplio. Walter decía a los músicos con los que ensayaba que Mozart tenía que sonar tan alegre que diera ganas de llorar.

Y sentir eso supone una forma de mirar el mundo. Es fantástico poder llegar a llorar porque tienes un íntimo gozo que no quieres ni puedes expresar en palabras. Y esto sucede porque la música es mucho más precisa que el lenguaje en cuestión de afectos. Lo que se consigue con ella apenas se puede rozar con el lenguaje.

Para mí Mozart es la esencia del humor

- ¿Cómo ves la música que se hace hoy en día? ¿Se hace peor música que antes o no?

Si hablamos de música de entretenimiento, creo que hay mucha calidad en su género. Ese tipo de música tiene un lugar en la vida y una razón de ser. Es como ver una película para pasar el rato, porque no podemos estar todo el tiempo con nuestra capacidad intelectual al 100%.

Si hablamos de la gran música, que es como me gusta llamar a mí lo que la gente denomina “música clásica”, es cierto que estamos en tiempos convulsos, en una época de confusión. Estamos en un impasse. Los artistas están buscando su propia voz.

De todas maneras, yo prefiero distinguir entre música buena y mala en lugar de entre música clásica y moderna.

“El que es sólo inteligente no es, en realidad, inteligente”

- Las personas inteligentes, sin más, no sirven para nada, escribes también.

Sí (se ríe). El que es sólo inteligente no es, en realidad, inteligente. Mucho más importantes que los grandes genios o que las lumbreras son las personas que son capaces de dominar las competencias transversales. Las que tienen que ver con la inteligencia emocional y espiritual. Con las relaciones interpersonales.

Por ejemplo, la corazonada de una madre o la mirada de dos amantes generan mucha verdad. A estos gestos no les hace falta ser observados bajo la lupa de un microscopio.

- También explicas en el libro que para que una orquesta dé lo mejor de sí, es preciso que el director le conceda un cierto grado de autonomía. Esto se podría trasladar a todas las relaciones laborales, ¿no?

Indudablemente. Es lo más importante. Y lo más difícil. Hay que saber qué tipo de liderazgo necesita un determinado grupo ahora, en este momento. Lo de “ordeno y mando” no es bueno. Cuando el equipo ve que su director, o su líder o su jefe lo está haciendo bien, se entrega, saca lo mejor de sí. Y ahí es cuando la relación es mutuamente enriquecedora. El director tiene que aprender mucho de los que le rodean.

Dirigir bien es haber sufrido lo suficiente, y no sólo en la música

- ¿Cómo ha de ser, a tu juicio, un buen director de orquesta?

Para empezar, ha de tener una extraordinaria preparación técnica. También ha de conocer en profundidad el corazón humano. Dirigir bien es haber sufrido lo suficiente. En tercer lugar, ha de tener un buen equilibrio entre la comprensión y la exigencia. También don de gentes. Y, para acabar, una buena dosis de humildad, cosa que no suele abundar entre los intérpretes musicales ni entre los directivos en general.

- También tener mano izquierda…

Sí, hay que saber gestionar situaciones conflictivas que se dan entre personas, entre egos enfrentados. Y cuando tienes mano izquierda te das cuenta de que los conflictos no han de ser resueltos, sino disueltos.

- ¿Por qué sabes tanto de liderazgo?

(Suelta una carcajada) En realidad es fruto de la experiencia y del sentido común. Y de haber leído.

- ¿Y a quién has leído para llegar a tu nivel, si se puede saber?

(Se vuelve a reír) A ningún experto en Liderazgo, sino a los grandes de la Literatura y de la Filosofía. Pero, sobre todo, he aprendido de la experiencia. La vida nos ofrece cientos de ocasiones para aprender.

“Deberíamos preguntarnos cada mañana qué es lo importante”

- ¿Dedicamos poco tiempo a escuchar, en general?

Sí, a escuchar y a escucharnos. Por expresarlo en términos musicales, deberíamos abandonar el Allegro con fuoco y adoptar el Andantino grazioso, un tempo amable, que nos permita mirarnos a la cara y decirnos las cosas. Tener tiempo para los demás y para nosotros mismos, vamos. Es importante buscar el silencio interior.

Deberíamos preguntarnos cada mañana qué es lo realmente importante. Hay que pararse a pensar. Y dejar un poco el smartphone y los whatsapps.

Tendríamos que escucharnos más los unos a los otros y apartar los teléfonos móviles

- ¿Crees entonces que las nuevas tecnologías están perjudicando nuestras relaciones?

Pues se da algo paradójico, y es que estas tecnologías nos ayudan a tener una mejor comunicación, pero tenemos cada vez menos cosas que decirnos. Si las usamos bien podemos estar en contacto con personas que antes ni soñábamos con contactar, pero tienen esa otra faceta que nos hace mucho daño. Nos empujan al aislamiento.

- ¿No existen ni buenas ni malas orquestas?

Yo creo que más que buenas o malas orquestas existen mejores o peores directores. Un mal director que no es capaz de motivar a sus músicos puede lograr que toquen con desidia, aburridos, cansados. En cambio, si eres un buen inspirador puedes hacer grandes cosas con una orquesta menos buena. Todo es cuestión de talento, de entusiasmo. Y el entusiasmo no se puede ordenar. Es como el amor. El entusiasmo es una respuesta amorosa.

Pero esto es así para un director de orquesta, para un entrenador de fútbol o para cualquier jefe.

- ¿Qué nota le pones a la educación musical de los españoles?

Pues tenemos mucho que aprender. No estamos a la altura de otros países. La música aquí no ocupa el lugar que se merece. Y no sólo en las escuelas: también en los conservatorios. En muchos de ellos se insiste demasiado en cuestiones técnicas. Y la música no sólo es eso. La música es una cuestión del espíritu. En España, por ejemplo, las escuelas consideran que Mozart es un compositor fácil.

- No puede ser.

¡Sí, de verdad! Cuando tú vas a presentar tu proyecto de final de carrera no te permiten tocar a Mozart. Dicen que es demasiado fácil. Y, sin embargo, en cualquier orquesta del mundo te piden, para acceder, una pieza de Mozart.

Mozart es el “ABC”: está en la base de cualquier lenguaje musical. Si no sabes interpretar bien sus piezas, difícilmente vas a interpretar bien a Schubert o a Brahms.

“Hay muchas personas tristes: les falta poesía”

- Dejas caer en tu libro que todos, en general, estamos muy poco entusiasmados…

Sí, en estos tiempos que vivimos nos hace falta replantearnos que, a lo mejor, los molinos son gigantes. Hay mucha gente triste en el mundo y yo creo que están así porque les falta poesía. Deberían mirar el mundo con los ojos del enamorado. El mundo es una fiesta.

El mundo es una fiesta

- El mejor público que puede tener una orquesta… ¿Es el que sabe guardar silencio?

Sí. Para el intérprete y la orquesta el aplauso es muy positivo, pero el mejor público es el que sabe entrar en sintonía con esa densidad espiritual que los músicos tratamos de crear precisamente para recrear la grandeza de esa obra o de ese intérprete. Cuando nterpretas estás casi en un estado de trance. Y cuando el público conecta de verdad y esa conexión se da en ambos sentidos el efecto es como de un terremoto. Salimos todos conmocionados.

- Escribes en el libro que las quejas, el cansancio y la desilusión son comprensibles pero perfectamente estériles… De algo servirá decir de vez en cuando que algo está mal precisamente ahora. ¿O no?

A ver, yo pienso no hay que hablar tanto de “la crisis”, de “esta crisis”. Todos tenemos muchas crisis a lo largo de la vida, y éstas se producen dentro de cada corazón humano; por ejemplo, cada vez que tenemos que resolver algo o cada vez que tenemos la oportunidad de obrar bien o mal. Estamos permanentemente en crisis.

Es cierto que ahora estamos desconcertados por una crisis global provocada por un grupo de codiciosos que no han sabido gestionar sus propias crisis.

Así que quejarse es comprensible y es un ejercicio de autoconservación y de alivio; pero lo que hay que hacer es trabajar para salir de las crisis que sufrimos cada uno. Y sólo así desaparecerá este caos universal. Hay que proponer cosas, hay que ser positivos.