Llega a Madrid 'Lifting', una comedia surrealista sobre la cirugía estética y otras obsesiones
- Es la última obra con guión y dirección de Félix Sabroso y Dunia Ayaso
- Se puede ver en el Teatro Infanta Isabel hasta el 1 de septiembre
Embutidas en trajes hechos con vendas y cremalleras diseñados por el mismísimo David Delfín, las cuatro actrices de Lifting irrumpen en el escenario del Infanta Isabel dispuestas a darlo todo. Son las nueve de la noche. Estamos en el estreno –en Madrid– de la nueva criatura teatral de los geniales Dunia Ayaso y Félix Sabroso. El patio de butacas del teatro, a reventar. Muchas caras conocidas ocupan las primeras filas.
Empieza el show media hora más tarde de lo programado (se perdona por el día que es). Miren Ibanguren, Elisa Matilla, Josele Román y Pepa Rus comienzan a interpretar la primera escena de las diecisiete que componen la obra.
Surgen las primeras carcajadas, algunas exageradas. Que si rinoplastia, que si lifting facial, que si reconstrucción mamaria, que si rejuvenecimiento de vagina, que si mesoplastia. El público, contento, empieza a familiarizarse con el mundo del bisturí.
Con acento venezolano
Las escenas se vuelven, poco a poco, más cómicas. Algunas de ellas gracias al notable trabajo de Miren Ibarguren, quien en una de las escenas más reídas, la de las misses, parece imitar, con mucha gracia, a Boris Izaguirre, esta noche presente entre el público.
Ibarguren presenta en esta pieza –con un conseguidísimo acento venezolano– a tres reinas de la belleza que plantean preguntas estúpidas; pero ella, al responder, se enzarza en una madeja de palabras cada vez más surrealistas. Frases sin sentido como “Me siento feliz” cuando una de las misses lanza una pregunta generan carcajadas sonoras y conjuntas que no tardan en enlazar con otras posteriores.
La escena de la tienda de teléfonos móviles es otra de las más apreciadas por el público, que observa riéndose los movimientos de Pepa Rus, también brillante en su interpretación. A mitad del espectáculo los directores de Lifting ya tienen más que ganado al público, que se entrega, al igual que las actrices, a cada palabra, a cada gesto que ellas incluso improvisan.
Obsesiones, soledad, palabras, vida
En conjunto, la obra habla de la obsesión por la apariencia externa, de la soledad, de la manera que tenemos de hablar, de las inseguridades. De la vida. Y de la corrupción, así que no se extrañen si notan la presencia de algún sobre oculto.
Durante la hora y media que dura la sesión encontramos mujeres que compiten con sus hijas, jóvenes que se lían con sus jefes e incluso otras que se quieren poner cuernos en la cabeza y también cuatro pechos porque se creen una obra de arte apunto de ser subastada.
Si bien hay demasiada distancia cómica entre unas escenas y otras, merece la pena ver esta obra si lo que se quiere es pasar un rato divertido, que es precisamente lo que busca, construyendo un guión más que aceptable, este dúo de canarios responsables de éxitos como De cintura para abajo o La gran depresión, por poner dos ejemplos teatrales, y La isla interior o Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí, dos de sus películas más reconocidas.