El papa Francisco reza tendido en el suelo de la basílica de San Pedro en la Pasión de Cristo
- El Viernes Santo es el único día del año en que no se oficia misa
- Miles de personas asisten a la Basílica de San Pedro
- Francisco preside su primer Vía Crucis en el Coliseo de Roma
El papa Francisco preside este Viernes Santo, en la Basílica de San Pedro, el rito de la Pasión de Cristo, el primero de su pontificado, que ha comenzado orando durante varios minutos tendido en el suelo.
Miles de personas, entre ellas el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, asisten en el templo vaticano al rito del Viernes Santo, único día del año que no se oficia misa.
Tras la lectura de la Pasión de Cristo, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunciará la homilía.
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión. Una cruz cubierta con una tela roja, colocada en el altar mayor de la Basílica de San Pedro, preside la solemne ceremonia.
La Pasión de Cristo es cantada por tres diáconos, con la ayuda del Coro de la Capilla Sixtina. El sillón del papa está colocado frente a la imagen de San Pedro, a pocos metros del Altar Mayor.
El papa es ayudado por los cardenales Kurt Koch y Giovanni Lajolo. El templo está apenas iluminado, para simbolizar el clima de penitencia de la celebración.
"El Vía Crucis que la Cruz es la respuesta al mal"
El papa Francisco ha presidido este Viernes Santo en el Coliseo de Roma el primer Vía Crucis de su pontificado, en el que dijo que la Cruz de Jesús es la "palabra" con la que Dios ha respondido al mal del mundo y que los cristianos tienen que responder al mal con el bien.
Ante varias decenas de miles de personas que acudieron al Coliseo romano para el sugestivo rito, el pontífice manifestó que no quería añadir muchas palabras, "ya que en esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma".
"La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad ha hablado, ha respondido y su respuesta es la Cruz de Cristo", afirmó el papa Bergoglio.
El pontífice subrayó que la Cruz es amor, misericordia, perdón y también juicio.
“Si acojo su amor estoy salvado“
"Dios nos juzga amándonos, si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. No olvidéis esto", aseguró.
El papa argentino manifestó también que la Cruz es asimismo la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor y que los seguidores de Jesús deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús".
Las meditaciones de las 14 estaciones del Vía Crucis
El pontífice destacó que las meditaciones de las 14 estaciones del Vía Crucis han sido escritas por jóvenes libaneses y les agradeció "el testimonio" que dan.
"Lo hemos visto cuando el papa Benedicto fue al Líbano (el año pasado), hemos visto la belleza y la fuerza de la unidad de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Es un signo de esperanza para Oriente Medio y para el mundo entero".
El Obispo de Roma exhortó a los fieles a continuar el Vía Crucis en la vida de cada día, a caminar juntos "llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón que es la Cruz".
El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino, desde donde lo presidió el papa.
La cruz fue portada por el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, por una familia italiana y otra india, por un enfermo y varios voluntarios y por dos seminaristas chinos.
También lo portaron dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, un religioso nigeriano y otro libanés y dos jóvenes de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en julio próximo.
Las meditaciones de las 14 estaciones del rito las escribieron varios jóvenes libaneses bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje a Líbano.
Los jóvenes denunciaron las injusticias de los poderosos
En las mismas, los jóvenes denunciaron las injusticias de los poderosos, exigieron libertad religiosa y pidieron a los cristianos que sigan en Tierra Santa, "a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren".
En la estación "Jesús es condenado a muerte", los muchachos afirmaron que en el mundo actual muchos son los "pilatos" que tienen en las manos los resortes del poder y los usan "al servicio de los más fuertes" y que son muchos los que, "débiles y viles ante esas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida".
También denunciaron que el hombre pretende expulsar a Dios de la vida del mundo y pusieron como ejemplo el laicismo "ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre" y el integrismo violento "que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos".
Pidieron por los pueblos "humillados y que sufren"
Los muchachos pidieron por los pueblos "humillados y que sufren", especialmente los de Oriente Medio, y exigieron libertad religiosa en una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario.
Abogaron por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser "cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos".
Todos los años el papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades católicas o de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, el ortodoxo Bartolomé I.
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido volvió a celebrarse en 1925.
En 1964 Pablo VI acudió para presidir allí el rito y desde entonces todos los años acude el sucesor de San Pedro en la noche del Viernes Santo.