Carlos Bardem: "Todos tenemos dentro un pequeño fascista"
- En Alacrán Enamorado ha adaptado su propia novela
- Una historia de superación dirigida por Santiago Zannou que se estrena el 12 de abril
- Envía tu pregunta para Álex González y Miguel Ángel Silvestre
Albert Camus afirmaba que lo que sabía de ética lo aprendió del fútbol y algo similar podría decir Carlos Bardem del boxeo. Interesado por los mecanismos de la violencia e inspirado por su afición al deporte, Bardem escribió Alacrán enamorado, una fábula sobre la superación del odio que ha terminado adaptando e interpretando. Tras involucrar al director Santiago Zannou, a los actores Álex González y Miguel Ángel Silvestre, e incluso a su propio hermano Javier en un papel secundario (interpretando a un líder de extrema derecha), Alacrán enamorado llega este viernes, 12 de abril, a las pantallas.
Bardem, con habla fluida e inteligente, recuerda la tensión que Santiago Zannou impuso en el rodaje para reflejar la violencia del conflicto y presume con orgullo de hermano (“Javier está aterrador porque es verosímil”) y de realismo (“nada se hizo con especialistas, los boxeadores que aparecen son profesionales, incluso hay campeones de España y Europa). Mientras, intenta recuperar el peso tras su pequeño Toro Salvaje para interpretar al exboxeador fracasado que acoge a un rebelde violento: “llegué a pesar 105 kilos. Eso es muy fácil de conseguir, no es más que una dieta a base de stracciatella, cerveza y hamburguesa con patatas”.
PREGUNTA: ¿El núcleo de Alacrán enamorado se ha visto alterado en el proceso novela-guion-película?
RESPUESTA: Las historias se me presentan como una gran pregunta o un gran tema sobre el que empiezo a escribir no tanto por conseguir respuestas sino por avanzar haciendo preguntas, es decir, la mayéutica socrática. En este caso era la violencia: de dónde nace la violencia irracional, el odio al distinto, al diferente. La película habla de alguien que vive dominado por el odio, que es un sentimiento absolutamente egoísta. Cuando odias no existe espacio en ti para ningún otro sentimiento. Gracias al boxeo empieza a tener sitio dentro de sí mismo para otros sentimientos como son el respeto e incluso, ya que te pones, que sea sin red, el amor: enamorar al skinhead de la chica de color.
La diferencia respecto a la novela es que Santiago Zannou estaba muy interesado en hablar de la negritud, de esos españoles de origen africano que son hijos de segunda genración y de cómo es la vida de un negro espñol en España.
“Cuando odias no existe espacio en ti para ningún otro sentimiento“
P: Santiago ha asumido el proyecto como algo personal y se nota
R: Todos pensábamos que la rabia y la fuerza que habíamos visto en El truco del manco tenía mucho que ver con la rabia y la fuerza que necesitábamos para retratar la vida del personaje de Julián (Álex González), que tiene una fuerza mal encaminada que había que reconducir. Leyó la novela en dos días y me llamó, medio llorando, diciendo que si no dirigía la peli íbamos a tener problemas. Recuerdo el trabajo de guion como muy divertido, teníamos nuestros choques porque los dos somos personas con carácter y por momentos parecía que nos estábamos peleando pero solo desde fuera.
Santiago tiene muy interiorizado el discurso de un entrenador de fútbol para motivarte. Por momentos sabe halagarte y luego te dice una barbaridad. Estábamos en una tensión permanente que a la larga se ha demostrado que iba muy bien con la historia. En esta película hay actuaciones soberbias y eso es gran parte mérito de Santiago.
P: La película es una advertencia sobre el surgimiento de la extrema derecha
R: Es una cosa que debemos vigilar, todos tenemos dentro un pequeño fascista. A todos hay algo que nos molesta. En un momento que la ciudadanía está confusa, desorientada, que no cree en lo que hasta hora venía representando un referente político es muy fácil que aparezcan líderes de este tipo que ofrecen un discurso muy primario, carente de sentido e inteligencia, que apela a las tripas, a nuestro cerebro más reptiliano. Sobre todo porque ofrece una confortable irresponsabilidad: Usted no tiene la culpa de haber elegido unos malos gobernantes, usted no tiene la culpa de defender un sistema que está equivocado. La culpa es del distinto. La culpa de que aquí no haya trabajo es de los inmigrantes, la culpa de que la sociedad no funcione es de los negros, de los maricones, de los rojos. Es muy fácil de asimilar, te dan un muñeco al que atizar.
Todos esos fascismos cotidianos, de barra de bar, son chispitas aisladas, pequeños fueguitos, pero si sale quien lo organiza y lo articula y lo pone en una misma dirección se puede convertir en un terrible incendio.
P: ¿Existe en España esa posibilidad?
R: Creo que en España no hay un movimiento parlamentario fuerte de extrema derecha porque, desde mi punto de vista, ya está en el parlamento desde hace muchos años. España es el único país de Europa y de occidente donde venció una dictadura fascista, se mantuvo en poder tranquilamente 40 años y donde un dictador fascista murió en la cama. Aquí no perdieron, nunca han dejado de estar en el poder. Es la explicación de que la extrema derecha radical fascista sea una anécdota: nunca ha dejado de estar.
P: ¿Qué le dirías a quien piensa que el boxeo es una salvajada?
R: A mí me gusta el boxeo pero no lo recomiendo. Es un deporte sensorialmente extremo. Tiene una capacidad metafórica sobre la vida como ningún otro deporte. Por eso hay tanto arte y tanta creación en torno al boxeo. Todas las máximas que aprendes en un gimnasio son máximas aplicables a tu vida diaria. Empezando por la más obvia: no importan las veces que te tiren, sino las veces que te levantas para seguir luchando. Eso es la vida resumida en una frase. Siempre nos van a pegar y tirar y siempre vamos a tener que levantarnos y seguir luchando y no bajar las manos. He practicado muchos deportes y he encontrado en el boxeo una actividad física agonística y hermosa. ¿Qué pienso del boxeo? Que sirve para inculcar un orden y una mejora a la gente que viene de lugares muy violentos, de familias muy desestructuradas. Tradicionalmente, el boxeo se ha nutrido del lumpemproletariado urbano y los grandes campeones nunca vienen de entornos acomodados.
“He encontrado en el boxeo una actividad física agonística y hermosa“
Para subirte a un ring, y aguantar lo que exige el boxeo, tienes que venir de un entorno tan duro que te parezca que el ring es un sitio al que vas a divertirte. Yo no entendería que si el entrono es perfectamente equilibrado, amoroso y natural acabes en un ring. Pero si creo que el boxeo tiene ese valor como canalizador de una furia y como domeñador del odio.
P: Es casi paradójico que el odio se conjugue con violencia
R: He visto a muchos julianes, chicos que llegan con ganas de aprender a herir y, una segunda lectura más freudiana que yo hago, con ganas de que les hieran. Y muchos, no todos, cambian y mejoran gracias al boxeo porque canalizan lo que primero es una furia informe que se dirige contra todos. Como dice la novela y la película, el odio no te ayuda a boxear, te vuelve lento, te agarrota. Los mejores boxeadores son gente muy estable y, con esa capacidad metafórica que tiene el boxeo, si tú vives dominado por el odio, lo más probable es que te siente de culo la vida.
Si lo piensas, en el boxeo tu enemigo eres tú mismo, no en el sentido de cuáles son tus límites, sino en el que te peleas con un señor que tiene que pesar exactamente lo mismo que tú, que es un doble físico tuyo, que se supone que tiene la misma preparación física que tú y la misma habilidad que tú. O dicho de otra manera: cualquiera que se haya subido a un ring, aunque sean 15 segundos, sabe de sí mismo todo lo que tiene que saber: su capacidad de sufrimiento, sus ganas de vencer, hasta dónde está dispuesto a llegar para conseguir una cosa. Es inmediato. Que el boxeo es violento, sí; que yo nunca he visto violencia en una velada de boxeo como sí la he visto en el fútbol, también.
P: ¿Tienes películas de boxeo favoritas?
R: Cuerpo y alma (Robert Rossen, 1947) es una película fabulosa de boxeo. Todo el mundo habla mucho de Toro salvaje (Martin Scorssese, 1980), cuando realmente tiene muy poco de boxeo, lo poco que tiene lo tiene muy bien rodado pero no es una película que no gira en torno al boxeo sino a un boxeador. Marcado por el odio es una gran película de boxeo, Million dollar baby es un referente próximo en el tiempo, tiene cosas muy bonitas y también, y en eso quizás nos fijamos un poco, tiene algo de fábula.
P: Pensando en Fat city (John Houston, 1972), tu personaje, Carlomonte, comparte con el de Stacy Keach dos características: sus sueños frustrados y que enseñar le mejora. ¿Qué has enseñado y qué te queda por cumplir?
R: Fat city mítica. Es verdad: es una película que tuvimos muy presente al escribir el guion e influyó a la hora de escribir mi personaje. Yo tengo 50 años y, por consiguiente, he tenido la oportunidad de transmitir conocimiento a alguien más joven que yo, lo que no necesariamente positivo. Carlomonte es una figura prototípica de estas historias: el viejo luchador, el viejo maestro que reconduce al joven pupilo y que en ese camino de enseñanza él también mejora. La figura perdedor es siempre dramáticamente interesante. Los grandes personajes son lo que parten de una derrota como Carlomonte, que vive instalado en un recuerdo doloroso que le impide avanzar. Los ganadores me parecen un coñazo en el sentido más amplio del término.
Carlomonte es quizá el personaje más bonito que he tenido la suerte de interpretar y era una sensación muy curiosa: lo conozco perfectamente lo he creado yo, sé de donde viene, tengo todas sus claves y ese exceso de información me jugaba un poco a la contra.
Por otro lado, cualquier persona que tenga más de cuatro años tiene sueños incumplidos. Tengo los míos pero no considero que viva frustrado, poco a poco he ido consiguiendo las cosas que me he propuesto y las que no no permito que me limiten o anulen. No se puede evitar sentirse frustrado en tus relaciones o en tu vida laboral. Lo que sí es evitable es la rendición. Una de las cosas que demuestra la película es: ante la frustración, rebelión. Y veremos qué pasa. El resultado siempre será mejor que si te rindes.