Ortega Cano, un torero admirado pero castigado dentro y fuera de los ruedos
- Condenado a dos años y medio por causar una muerte en accidente de tráfico
- El diestro cartagenero ha sido uno de los toreros más admirados y cotizados
- Ya en el ruedo, sus continuas retiradas y reapariciones afectaron a su prestigio
- Su vida personal ha sufrido vaivenes tras enviudar de Rocío Jurado en 2006
José María Ortega Cano (Cartagena, 1953) ha encajado un nuevo revés en una vida marcada por los altibajos que se han sucedido a su gloria como torero. Pero en los últimos años, el sufrimiento familiar a raíz de su viudedad y las desacertadas decisiones fuera de los ruedos le han convertido en una figura mediática marcada por el papel de víctima y condenada, ahora también judicialmente.
Ratificada su condena a dos años y medio de cárcel por la Audiencia de Madrid, que además añade el delito de conducir bajos los efectos del alcohol, en el accidente de tráfico que causó la muerte de otro conductor, Carlos Parra, el 28 de mayo de 2011, pocos recuerdan ya la importancia de su figura en el mundo taurino, un torero de arte, de muy puras y afectadas formas a la hora de interpretar el toreo, pero también de una raza y un coraje sin igual, que le hizo ir superando adversidades hasta llegar a ser figura del toreo a mediados de los 80 y principios de los 90.
Porque Ortega Cano, más allá de lo que se ha dicho y se ha dudado de su prestigio taurino, fue un torero de lo más cotizado y admirado: con cuatro Puertas Grandes de Las Ventas en su haber, con tardes para el recuerdo como aquella "de los quites" con Julio Robles o la de "la Beneficencia" con César Rincón, y otras muchas más en plazas de primer nivel como Sevilla, Barcelona o Bilbao.
Además es protagonista de un hito histórico de la Monumental madrileña: el indulto del toro "Belador" de Victorino Martín en 1982, el único astado al que se le ha perdonado la vida en la historia del coso de la calle Alcalá.
Ortega ha sido también hombre religioso y muy solidario, sensibilizado con los problemas sociales, lo que le ha llevado a ser uno de los toreros que más veces ha vestido el traje corto para torear festivales benéficos como, por ejemplo, contra del hambre en Ruanda, a beneficio de la Asociación del cáncer, a favor de las víctimas del huracán "Mitch" o del terremoto de Haití.
Muy castigado por los toros
Pero la carrera de Ortega ha estado también marcada por los numerosos y graves percances, que le han hecho ser uno de los toreros más castigados por los toros.
Veinticuatro cicatrices guardan en su piel el recuerdo de numerosas e importantes cornadas, las más recordadas, la de Zaragoza que casi le cuesta la vida en 1987 o aquella otra gravísima también en Cartagena de Indias (Colombia) que dio la vuelta al mundo por el impacto de su inminente boda con la tonadillera Rocío Jurado en 1995.
Uno de los principales y grandes defectos que ha tenido Ortega Cano en su vida taurina, y que ha llegado a ensombrecer en parte una trayectoria ejemplar, ha sido sus continuas despedidas de los ruedos y, en consecuencia, otras tantas reapariciones, algo que ha empañado el prestigio que siempre ha atesorado.
“Sus últimos años en el ruedo sufrió un trato burlesco e injusto“
También Ortega ha encontrado en el toro la vía de escape a muchos problemas personales, pero esa tardanza en asumir su adiós definitivo y el hecho de verle los últimos años tan indefenso en la cara del toro, con la raza y el arrojo que siempre tuvo, ha provocado, en ocasiones, una trato burlesco y muy injusto con un torero con el que se ha tenido poca memoria histórica.
Convertido en personaje del corazón
Pero las "cornadas" y los momentos más adversos que le ha cobrado la vida han sido los continuos y muy duros reveses de los últimos años, sobre todo, el fallecimiento en 2006 de Rocío Jurado, con la que vivió el calvario del cáncer durante unos años en los que no se separó de su lado, apartándose por completo del toreo.
“Las muertes de Rocío Jurado y de su madre le derrumbaron“
La pérdida de su esposa le dejó sumido en un pozo de desolación y depresión ahondado más si cabe con la muerte de su madre, doña Juana, al año siguiente, a la que quería también con todo el alma, y que ya le hizo derrumbarse por completo, empezando a partir de ahí a coquetear con los excesos.
El interés constante de la prensa "del corazón" por lo mediático de sus excéntricas y desafortunadas apariciones públicas a partir de su viudedad llevaron a un vulnerable Ortega a formar parte del ámbito de la información "rosa", lo que casi hace borrar por completo su pasado glorioso en los ruedos. Entre las facetas más amables que ha ofrecido en los últimos tiempos, se puede citar su participación en el programa Mira Quién Baila, de TVE, en 2008.
Los últimos conflictos con sus hermanos, los problemas con uno de sus dos hijos adoptivos y, sobre todo, el accidente de tráfico que en mayo de 2011 provocó la muerte de Carlos Parra y que le tuvo hospitalizado de gravedad un mes y medio ensombrecen aún más la semblanza de un hombre de 60 años, cuya única alegría ha sido su reciente paternidad biológica, aunque el libro de su vida parece ya firmado con un epílogo demasiado oscuro.