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El Museo del Prado se expone a sí mismo en versión reducida en 'La belleza encerrada'

  • Su nueva muestra reúne 281 obras de pequeño formato de su colección
  • Podrá verse hasta el 10 de noviembre, y antes el Día de los Museos
  • Se han restaurado 91 obras y se ha realizado un novedoso montaje

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'Desnudo en la playa de Portici' (1874), de Mariano Fortuny.
'Desnudo en la playa de Portici' (1874), de Mariano Fortuny.

"El Prado se muestra dentro del Prado en un ejercicio de narcisismo". Esto es, en palabras del director del museo, Miguel Zugaza, lo que se esconde tras "La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny", su nueva exposición que reúne 281 obras de pequeño formato de la colección de la pinacoteca, la mitad de ellas salidas de sus almacenes.

La exposición, que se podrá desde este mismo sábado por el Día de los Museos hasta el 10 de noviembre, supone un intenso recorrido por la historia del arte que relata el Museo del Prado -que emprende por primera vez- y presentadas en un montaje rompedor e inédito que juega con el espectador y que permite a este admirar las obras en las mejores condiciones de proximidad.

"La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny", una muestra de que la imaginación se fortalece en tiempos de austeridad, recoge en sus 17 salas obras que van desde finales del siglo XIV hasta principios del siglo XX -el más moderno es un cuadro de 1907 de Francisco Pradilla y Ortiz, La reina doña Juana la Loca recluida en Tordesillas-.

Un "paseo por el tiempo", en palabras de su comisaria, la jefa de Conservación del siglo XVIII y Goya del Prado, Manuela Mena, en el que no pueden faltar los grandes maestros del museo: Velázquez, Goya, Rubens, Durero o El Greco.

Más de 90 obras restauradas

Para poder crear este "pequeño museo dentro del museo", en palabras de Zugaza, el equipo de restauración del museo ha restaurado, durante más de un año, un total de 91 pinturas y ha retocado todos los marcos de todas las obras: "Se ha hecho un trabajo metódico y sistemático de recuperación de la belleza encerrada, porque cuando quitas el barniz sale a la luz todo el esplendor de la obra", ha explicado Mena, que subraya que en obras de pequeño formato era aún más importante "que estuviesen lo más cerca a cómo salieron de las manos de los pintores".

Las numerosas obras que se muestran en la exposición -el número habitual de una muestra ronda las 100-150 obras y esta casi lo duplilca o triplica- abarcan todos los géneros -paisajes, bodegones, retratos...- y todos los temas -mitología, religión,..- y también diferentes técnicas y soportes, desde la tabla, al lienzo, el cobre, el cristal o la pizarra, que encierran la belleza.

Pero todas son obras de pequeño formato -el Prado tiene casi mil obras de estas características, sin contar miniaturas y pequeñas obras de arte figurativo-, y eso es lo que le da a la exposición, a su vez, un carácter único, "porque no se ha hecho en ninguna parte", asegura Mena.

Para la comisaria, la exposición es "un reactor de energía" que está encerrado en los muros del Museo del Prado, "y dentro del Prado en un Prado más pequeño", que permitirá al visitante salir recargado y "renovado".

Juegos con el espectador y secretos por descubrir

El original montaje de la exposición está repleto de "trucos esceneográficos" que se presentan al espectador desde la primera de las 17 salas y que actúan como vasos comunicantes de unas con otras: pequeños ventanucos en las paredes que nos muestran detalles de otras salas o en las que nos podemos encontrar de repente asomado a otro visitante, pequeñas ranuras tras las que se encierran otras obras, mirillas para ver ampliadas obras muy reducidas, obras colgadas a la altura del visitante...

Además, según explica Mena, se ha prescindido de las tradicionales cartelas explicativas de cada cuadro, que son "intrusivas" y distraen la atención, para que el espectador pueda concentrar su atención en cada obra. Su guía, como ocurría hace casi dos siglos cuando se abrió el museo, será un folleto de mano en el que se identifica cada obra debidamente numerada.

"La pintura de pequeño formato es una pintura secreta, que transmite un secreto que tenemos que descubrir", añade la comisaria como parte de los retos que debe asumir el visitante, además de instar a descubrir las "conexiones" que esconde la exposición, como los pequeños unicornios escondidos en El paso de la laguna Estigia (1520-24), de Patinir, y en El paraíso terrenal (1626) de Jan Brueghel El Joven.

De Palas Atenea a la Gioconda

El recorrido de "La belleza encerrada" empieza con una escultura de Palas Atenea, reducida del original de Fidias para el Partenón, que recibe al espectador, y que es despedido de una forma curiosa, con "un pequeño guiño a nuestro tiempo", una tarjeta postal de principios de siglo de la Gioconda del Prado en cuyo everso se recoge la noticia del robo de la Mona Lisa del Louvre en 1911.

En el recorrido por el resto de las salas se pueden contemplar, por ejemplo, por primera vez a la altura de los ojos, la predela de La Anunciación de Fra Angelico. En siguientes salas, en orden cronológico, podemos ver obras de Patinir, El Bosco, el Autorretrato de Durero, los maestros de la escuela italiana, Velázquez, El Greco, Sánchez Coello, Rubens -con una sala dedicada-, Zurbarán o Brueghel el Viejo y el Joven, entre otros. Goya, al igual que en el propio museo, también tiene un gran protagonismo en la sala XVI con bocetos, cuadros de gabinete y pequeños retratos, para acabar con pinturas de Fortuny, Madrazo o Carlos de Haes.

"Es un disfrute absoluto. Es la belleza encerrada, la belleza que el padre de Dánae quiso encerrar en la torre para que nadie se la quitara; esa es la que hoy tiene a su disposición todo el mundo en el Prado", ha concluido la comisaria.