Algunas moscas se hicieron más resistentes al calor tras la primavera de 2011
- La ola de calor aceleró la alteración de algunas variantes genéticas
- Las moscas más resistentes al calor procrearon más
- El calentamiento del planeta ha acelerado estos cambios
La ola de calor de la primavera de 2011, en la que países como España, Francia o Reino Unido experimentaron las temperaturas más altas de las últimas décadas, provocó una "dramática alteración" en la composición genética de las poblaciones de algunos tipos de mosca.
Así se desprende de un estudio de tres investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona, que por primera vez han examinado el efecto de una ola de calor sobre la composición genética de una especie. La investigación, titulada "La respuesta del genoma evolutivo a una ola de calor en la Drosophila", ha sido publicado en Biology Letters.
Los científicos llevan monitorizando 37 años la evolución de la mosca Drosophila subobscura, una especie de mosca parecida a la Drosophila melanogaster o 'mosca de la fruta'. Se trata de una pequeña mosca muy común en todo el continente europeo, desde 1976.
Según ha explicado a RTVE.es el investigador del Grupo de Biología Evolutiva de la UAB, Francisco Rodríguez-Trelles, algunas moscas tienen variantes genómicas de adaptación al calor. Debido a la tendencia al calentamiento paulatino del planeta se producen fenómenos metereológicos extremos, como la ola de calor de abril de 2011, lo que aceleró el fenómeno de la alteración en la composición genética de algunas moscas.
Los ejes de la investigación
La investigación se centra en un tipo concreto de variabilidad genómica denominado 'polimorfismo cromosómico de inversiones'. El estudio ha permitido comparar cómo cambian los genomas de las moscas de primavera a verano, de verano a otoño y de otoño a primavera a lo largo de los años.
En trabajos anteriores a 2011, centrados en uno de los cinco pares de cromosomas de Drosophila subobscura y en una población cercana a la ciudad de Santiago de Compostela, los investigadores observaron que este tipo de variación está relacionada con la adaptación a la temperatura ambiental.
Pudieron identificar dos tipos de variantes genéticas: una que confiere adaptación al frío, ya que su frecuencia aumenta siempre durante el invierno, y otra que confiere adaptación al calor, con una pauta de comportamiento opuesta.
Los científicos observaron cómo la frecuencia relativa de ambos tipos de variantes ha venido evolucionando tal y como se esperaría de los efectos del calentamiento climático. Comparadas con las moscas de los años 70, las actuales presentan una mayor proporción de variantes tolerantes al calor.
Cambios acelerados por una ola de calor
En abril de 2011, la monitorización coincidió con la intensa ola de calor que asoló el oeste de Europa y otras partes del mundo. Los científicos ampliaron el estudio considerando no solo el par cromosómico investigado hasta entonces, sino los cinco pares de cromosomas de la especie, y tomando muestras de moscas en una población adicional localizada en Gordexola, cerca de Bilbao.
De este modo las conclusiones son extrapolables a escala genómica, y también a escala geográfica, al tercio norte de España y a otros países europeos del oeste y del centro.
Según han podido calcular los investigadores, las moscas portadoras de las variantes genómicas tolerantes al aumento de temperatura dejaron por término medio cinco veces más descendientes que las portadoras de las variantes sensibles a estos cambios.
Los investigadores han podido también observar que, tras la ola de calor, las poblaciones recobraron la composición genética anterior al evento. Esto demuestra que algunos organismos poseen una elevada resiliencia genética -capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas- frente a este tipo de perturbaciones ambientales.
“Nuestros resultados indican que la resistencia al calor tiene un origen genético. No obstante, no podríamos hablar de un gen del calor o un gen del frío, sino que los factores genéticos de la resistencia al calor están distribuidos por todo el genoma, al menos en estos organismos”, ha afirmado Rodríguez-Trelles,
Según reconoce el investigador: “Los resultados que hemos obtenido son una prueba fehaciente de que el incremento de temperatura está influyendo en la evolución de algunas especies”.
En la investigación también han participado Rosa Tarrío y Mauro Santos, investigadores del Grupo de Biología Evolutiva del Departamento de Genética y de Microbiología de la UAB.