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Florida ejecuta el segundo preso en dos semanas

  • William Van Poyck llevaba 26 años en el corredor de la muerte
  • Había sido condenado por el asesinato, en 1987, de un funcionario de prisiones

Especial: La pena de muerte en el mundo

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William Van Poyck, que llevaba 26 años en el corredor de la muerte, ha sido ejecutado este miércoles por inyección letal por las autoridades del estado de Florida, Estados Unidos, convirtiéndose en el segundo ejecutado en tan sólo dos semanas en ese estado.

El preso, de 58 años, cumplía condena por su implicación en el asesinato, en 1987, de Fred Griffis, un guardia de prisiones que frustró el intento de fuga de otro preso. La ejecución se ha producido con hora y media de retraso sobre la hora prevista en la Prisión Estatal de Florida, a las 19.24 hora local (23.24 GMT), unas horas después de haber recibido la visita de su hermana y unos amigos.

Tan sólo unas horas antes, el Tribunal Supremo de Estados Unidos había denegado una última petición de su defensa de suspender la ejecución. Igualmente, uno de sus abogados había remitido una carta al gobernador de Florida, Rick Scott, pidiendo clemencia y argumentando que Van Poyck no fue quien mató al carcelero y que no es un psicópata, sino que, todo lo contrario, estaba arrepentido y rehabilitado.

La ejecución se ha producido, precisamente, el día que ha comenzado en Madrid el quinto congreso contra la pena de muerte.

Van Poyck: "Es cierto que ojo por ojo el mundo acabará ciego"

Van Poyck se despidió recientemente con una última carta que su hermana publicó en el blog donde ha ido reflejando la correspondencia que recibía de su parte.

"Esta puede ser mi última carta. Las muchas visitas que he recibido estos días de aquellos que me aman han sido una bendición para mí", explicaba Van Poyck.

En esa última carta fechada el pasado 28 de mayo, el preso explicaba que ha pensado muchas veces durante estos años en Fred Griffis y se ha sentido "apenado por su muerte sin sentido".

Además, decía haber leído en un artículo de prensa que el hermano y la hermana de Griffis "están enfadados porque yo aún siga vivo", un "sentimiento humano comprensible".

El fallecido, que escribió tres libros mientras estaba en prisión, aseguraba sentirse mal por ellos y se preguntaba si ver morir a otro ser humano les va a hacerse sentir realmente bien. "Hay mucha sabiduría en el viejo dicho de que 'ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego'", añadió.

"Cuando me haya ido, creo que si ellos miran en su corazón" comprenderán "lo vacío de la venganza" que supone la pena capital, apuntó el ya fallecido, quien reconocía en su última carta que él mismo no sabía cómo reaccionaría si tuviera que lidiar con algo parecido a lo que han tenido que pasar los hermanos de Griffis.

En ese post aseguraba que estaba preparado para su muerte: "He sido bendecido con un cuerpo fuerte y con una mente y espíritu fuertes, más que suficiente para verme atravesar este pasaje final".

Segunda ejecución en quince días

Esta es la segunda ejecución que llevan a cabo las autoridades de Florida en dos semanas, ya que el pasado 29 mayo mataron por inyección letal a un preso que llevaba más de dos décadas en el corredor de la muerte por violar y estrangular a una niña hace 23 años, confirmó el Departamento estatal de Prisiones.

Elmer Leon Carroll, de 56 años, fue ejecutado también sólo unas horas después de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos rechazara un último recurso de su defensa alegando que tenía problemas mentales cuando mató a la niña.

Hace 26 años Van Poyck y su cómplice Frank Valdés tendieron en West Palm Beach (Florida) una emboscada a un furgón de prisiones con el objetivo de liberar al preso James O'Brien, que estaba siendo traslado en ese vehículo para acudir a una cita médica. Griffis evitó ese intento de fuga al arrojar entre la maleza las llaves de un furgón que Poyck intentó interceptar para liberar a O'Brien.

En el incidente, el guarda recibió tres impactos de bala y murió. Valdés y Van Poyck salieron huyendo, pero poco después, tras una persecución por carretera, chocaron contra un árbol y ambos fueron capturados por la policía.

Valdés, de origen hispano, murió en prisión en 1999 tras sufrir fracturas en la mandíbula, el esternón, la clavícula, un hombro, la columna vertebral, la nariz y 22 costillas. También tenía huellas de botas en el cuello, el pecho, el abdomen y espalda.

La familia de Valdés demandó al estado de Florida y cinco carceleros fueron juzgados acusados de provocar su muerte, pero finalmente fueron absueltos en un juicio con jurado.

Van Poyck siempre sostuvo que quien mató al guarda fue Valdés, aunque durante la revisión de su caso la Justicia estadounidense defendió que ese detalle era irrelevante porque Van Poyck fue quien planeó el ataque.